OPINIÓN
Javier Risco
La Nota Dura / jrisco@gmail.com
En México se sigue matando periodistas porque no pasa nada, porque el nivel de impunidad de estos asesinatos supera el 97 por ciento, comenta Javier Risco.
El martes asesinaron a la periodista María Elena Ferral y con eso se confirma lo que hemos repetido los últimos años, en México no existe la libertad de expresión.
En marzo de 2016 publiqué una columna en el diario Vanguardia que advertía las amenazas con las que vivía esta periodista del norte de Veracruz, la titulé “Ya le falta poco”, haciendo alusión justamente a la amenaza por parte de un candidato priista a diputado local llamado Basilio Camerino Picazo Pérez. La tarde del 29 de marzo pasado, la periodista del Diario de Xalapa, María Elena Ferral, dejó a sus hijos, una joven de 20 años y un niño de seis, en un restaurante de la ciudad de Papantla, Veracruz. Mientras ellos comían, ella aprovechó el tiempo para arreglar un detalle mecánico de su automóvil. En ese momento llegó al restaurante el candidato priista a diputado local en Veracruz, Basilio Camerino Picazo Pérez acompañado de su esposa, la contadora Dolores Gutiérrez Saavedra, actual directora del Conalep en Papantla, y un catedrático de esa institución educativa; también estaba el hijo del candidato, un menor de edad, y un elemento de seguridad armado.
Sin percatarse de la presencia de la hija de la periodista, el candidato a diputado comenzó a hablar de la comunicadora y empezaron las amenazas, el priísta señaló que la iba a levantar, que la iba a desaparecer y que no la verían más. Minutos después apareció la periodista en el restaurante, no hubo ningún tipo de recato por parte del candidato priista; en cambio todos en la mesa la encararon.
“Mira, no se va a morir pronto, acaba de entrar”, le dijo la esposa del político a la comunicadora, y una vez más, frente a ella, el priista le comentó: “Déjala, para el tiempo que va a vivir, ya le falta poco”. Maria Elena Ferral optó por ignorarlos, les pidió a sus hijos que se levantaran y salió del restaurante.
Aquella amenaza la puso en la lupa de distintas organizaciones de libertad de expresión, se acercó a la Comisión Estatal para la Atención y Protección a periodistas, le asignaron una persona de seguridad que la acompañaba 12 horas al día y le instalaron cuatro cámaras en su casa. No volvió a vivir tranquila pero no se detuvo, siguió trabajando para varios diarios locales y reforzó su sitio de noticias llamado Quinto Poder de Papantla, denunció abusos de alcaldes, su especialidad era la nota roja, pero también publicó varios casos de corrupción.
Siguió recibiendo amenazas y pasaron los meses. Tras dos años de aparente “tranquilidad” se le retiró la protección y siguió trabajando.
El lunes a las 2 de la tarde en pleno centro de la ciudad de Papantla, Veracruz, mientras salía de una notaría, al querer subirse a su auto, una persona a bordo de una motocicleta le disparó ocho veces.
No importaron las cuatro cámaras de su casa. No importó que fuera medio día. No importaron las amenazas constantes. No importó que haya pasado el tiempo. No importó que haya ganado un premio nacional de periodismo. No importó que sea periodista.
En México se sigue matando periodistas porque no pasa nada, porque el nivel de impunidad de estos asesinatos supera el 97%, porque al gobierno no le importa proteger a periodistas, aunque hoy el jefe de comunicación social, Jesús Ramírez, haya pasado por varias redacciones.
Este es el segundo asesinato contra un periodista en tiempos del gobernador, Cuitláhuac García, que tampoco ha hecho nada para evitar la violencia contra la prensa libre.