De memoria
Carlos Ferreyra Carrasco
Así le decían, El Loco, un gobernante que usaba floridos arreglos en la cabeza, que bailaba sones regionales o le entraba a los conjuntos juveniles con coro de bailarinas. Agresivo, respondón, prepotente y como resultado de todo esto, atrabiliario.
El Loco Abdala Bucaram llegó y gobernó Colombia… seis meses y medio. Lo expulsó el mismo sistema que lo había entronizado pero después de llegar a la conclusión de que estaba zafado, que vivía una vida de fantasía en la que gobernar era algo secundario.
Lo importante era él, sus festejos, presentaciones en televisión, bailes con coro femenino y cantar a las multitudes que, estaba seguro, lo impulsarían a mayores alturas.
En su fantasía, como alguna ocasión sucedió en México y donde al parecer repetimos la suerte, el Premio Nobel, la Secretaria General de la ONU, serían sus posibles destinos.
¿Sabían qué hay un grupo por ahora semiclandestino, que analiza y maniobra para que se reconozca al Peje como digno receptor del Nobel de la Paz? Únicamente en esa tesitura pensaría en dejar la Presidencia, quizá también ante la perspectiva de apoderarse del organismo universal asentado en Nueva York.
Sigamos con El Loco: entre las decisiones asumidas como mandatario decretó la libre circulación del dólar y el traslado de los depósitos del sector público al sistema financiero privado.
Reestructuración de PetroEcuador, con el fracaso consecuente en la operación de la empresa estatal, fusionó al Banco Central, la Junta Monetaria y Superintendencia de Bancos en un Banco de la Reserva.
Capitalización y transferencia del sector eléctrico, financiamiento para las exportaciones de bienes y servicio, privatizando los complejos turísticos vacacionales.
Unificación salarial, flexibilización laboral, contratación por horas, reformas a los contratos colectivos, seguro de desempleo, ajuste salarial por productividad, educación básica de 10 años.
Creó una red Nacional de mil 800 farmacias populares, prohibió las bebidas alcohólicas los domingos y cerró los bares a la madrugada.
Como alguien señaló recientemente, pasó de una Transformación a una Revolución que no pudo obtener el consenso y por tanto derivó en su destitución, exilio, cárcel y en fin, su fracaso como político y como ser humano.
Ignoro cuál sería su actitud ante una emergencia como la actual, seguramente en sus delirios hubiese asumido medidas extremas, lo hizo con su batalla contra el alcohol, pero nunca hubiese puesto en riesgo a la población propalando el virus.
En su favor, nadie lo recuerda pisoteando un sillón para abrir una ventana. El sillón, no lo sé pero es casi obvio, forma parte de una herencia virreinal, histórica. Por lo demás debería haber siempre un canchanchán apto para tales menesteres.
Y no arriesgar a un accidente de graves consecuencias a un hombre ya en la tercera base. El Loco Bucaram, como sea, hizo historia en su país…