MELON- Luis Ángel Silva

EL DIA DE LOS FIELES difuntos me hizo recordar con cariño y admiración a muchos amigos y compañeros, los más recientes Celio González y Beto Avila, a quienes conocí, curiosamente, en el puerto de Veracruz.

CON EL FLACO DE ORO coincidimos en un baile celebrado en el viejo parque España del puerto jarocho. Compartimos tarima con la Sonora Veracruz, en aquel tiempo comandada por Toño Barcelata. Al final del baile se formó una descarga sensacional, cantando por primera vez Celio con Lobo y Melón con su grupo.

LAS VISITAS DE Celio al 33, donde actuábamos, se hicieron familiares y culminaron con una comida que nos ofreció en su departamento en Nueva York cuando volvió a integrarse a la Sonora Matancera. Volvimos a vernos en un mismo escenario; en esta ocasión en el Palladium de la gran manzana con Eddie Palmieri y la Perfecta, quienes completaron el cartel.

SUS EXITOS SON conocidos por todos los que gozamos con la música con jícamo, pero a mí me gustan de manera muy especial Atribulado y Madre rumba, que grabó a dueto con La señora son Celia Cruz y el marco de la sonora.

VERACRUZ, NUEVA YORK, Acapulco y Los Angeles fueron lugares donde gozamos de verdura. Por lo tanto, sé que el Flaco de oro se fue contento, pues era un gozador natural. Por mi parte, sólo puedo decir que descanse en paz.

A BETO AVILA lo vi por primera vez jugando con los Indios de Cleveland en 1949, en un entrenamiento en El Paso, Texas. Por supuesto, fue antes de convertirse en estrella, recién ingresado al equipo que lo vio posteriormente convertirse en campeón bateador y que Jesús Martínez Aguiñaga señalaba en su composición Hermano veracruzano de una manera, según mi opinión, bella y sentida: “Beto Avila fue campeón/ bateando en la americana/se alegraron la bocana/los muros y el malecón”.

AL PASO DEL tiempo lo conocí en el café de La Merced del puerto bello. Siempre me trató con amabilidad en cada ocasión que compartimos un café y conversación en ese lugar donde se le podía encontrar todas las tardes disfrutando de un puro y la compañía de sus muchos admiradores y amigos.

A PROPOSITO DEL compositor de Hermano veracruzano, también ya fallecido, al que decíamos Guarapo, fuimos compañeros en la primaria. Cantaba con gran sentimiento, tocaba el bajo y puedo decir que era considerado una bellísima persona y sonero de corazón.

POR SUPUESTO QUE guardo recuerdos de todos aquellos que fueron mis compañeros en los diferentes conjuntos a los que pertenecí, entre ellos, Panchito Morales, Mario Flores (El Chato), dos cantores de polendas, Eduardo Periquet, trompetista genial, y desde luego los que pasaron por Lobo y Melón con su grupo por orden de desaparición:

ANDRES LOPEZ MONTENEGRO (Mucha trampa), Crescencio Paredes (Chencho), Carlos Daniel Navarro (Lobo), Manuel Osorno Buendía (Manolo), Mauro Enrique Chávez Vergara (Gallina), Angel Romero Donís (Chamaco), con los que compartí tristezas y alegrías pero, sobre todo, jícamo y saoco a raudales; por lo tanto, espero estén a la vera del supremo hacedor.

LUGAR MUY ESPECIAL en mi memoria tienen tres soneros hoy casi olvidados, pero con una calidad que merece ocupar un lugar en la historia de nuestro son, sus nombres: Luis González Pérez (El Viejo), Pablo Zamora Peregrino (El Gordo) y Pepe Bustos, sin duda son de lo mejor que ha dado México. Con los tres tuve la oportunidad de trabajar por largo tiempo, gozando de su calidad.

POR SUPUESTO, HUBO otros de gran valía, pero esos tres brillaron con luz propia en una época llamada de oro del son cubano en nuestro país. Espero en un futuro no muy lejano poderle platicar, mi querido yeneka, de lo que fue aquella época, que por suerte pude gozar y por desgracia se fue para no volver.

A MODO DE final, mi más sentido pésame a Cheo Feliciano por la desaparición de la autora de sus días. ¡Vale!

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