A Brozo la Belisario

A mí se me hace mala onda que la gente se ofusque y se ponga mal porque el señor don Brozo salga a despotricar contra López Obrador como nunca lo había hecho contra ningún otro presidente.

Sobre todo, porque eso habla de que por fin se ha soltado el pelo y el sujetador, a pesar del terrible estado en el que se encuentra la libertad de expresión que hay en México puede expresarse de esa manera tan fina y elegante. Digo, además, el payaso tenebroso trae que la onda es regresar a los orígenes del humor y el retorno a la lógica de La hora pico: para qué tomarte el tiempo de pensarle para construir una pieza humorística, buscar los retruécanos, producir buenos punch lines, si puedes salir a mentar madres y ya. A algunos les puede parecer elemental y hasta burdo, como pudo verse en las redes sociales, pero en lo personal me pareció una gran demostración de lo que vendría siendo la comedia minimalista con “pinche” incluido.

Es ya como una nueva firma (antes para hacer reír al público conocedor, este notable artista armaba todo un tinglado verbal muy complejo donde las groserías eran un accesorio chido y no la herramienta fundamental), sobre todo ahora que ya no sabe uno diferenciar entre el expresichente Jelipillo, el góber precioso de Jalisco, Enrique Alfaro, y el señor Trujillo, más que por el pelucón verde que se van intercambiando a manera de relevos australianos. No solo por las similitudes físicas cualquiera diría que fueron separados al nacer, sino en lo ideológico sacados de la escuela de cuadros del Yunque.

Uno podría pensar de manera facilona que Brozo es solo un propagandista neuras de la oposición, podría ser, pero me gusta pensar que en realidad este muchacho recuperó la vieja máxima: para qué perder el tiempo hablando, si puedes arreglar las cosas a madrazos.

Además, qué pereza estarle dando vueltas a las cosas, pensarle para hilvanar albures (esa gimnasia verbal, diría el maestro Rafael Inclán), si puedes pinchear a gusto. No tendrá el mismo efecto que el de los viejos tiempos, pero se reirán los mismos que se ríen cuando cualquier estandopero espeta improperios en la tele como primero y último recurso, además de quienes comparten con alegría su pensamiento calderónico-Lozanesco-equisgonzaliano, incluyendo la fanaticada de La escuelita VIP. Eso está padre, si tu público natural exige que te devanes los sesos, mejor acudir a una nueva afición menos exigente. Que le den la Belisario.

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