Es visible que la nueva secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, tiene ganas de hacer cosas diferentes y relevantes para la economía mexicana.
A dos semanas de haber asumido su cargo lanzó ayer un programa de reactivación económica para tratar de encender nuevamente los motores de la economía.
Lamentablemente, creo que la secretaria no tiene el control de los múltiples resortes y botones que se requieren para que esos motores económicos se enciendan.
Explicó la funcionaria que habría cuatro pilares del programa: mercado interno, empleo y empresa; fomento y facilitación de la inversión; comercio internacional; y finalmente, regionalización de la inversión.
Pareciera que estos pilares hubieran sido tomados del Proyecto de Nación que se elaboró durante la campaña y que coordinó Alfonso Romo, quien por dos años encabezó la Oficina de la Presidencia.
Dicho programa no se tradujo en el Plan Nacional de Desarrollo porque no fue tomado en cuenta por el equipo encabezado por Carlos Urzúa (entonces secretario de Hacienda), ni tampoco por el presidente López Obrador cuando desechó la propuesta de Urzúa y elaboró un texto que ni era plan, ni nacional ni de desarrollo, sino más bien un cuaderno de filosofía política… pero que fue aprobado por el Congreso.
Lo más probable es que las propuestas de Tatiana Clouthier muy pronto vayan a toparse con pared ante el hecho de que la secretaría que encabeza no cuenta con la potestad para hacer que las cosas sucedan.
Le pongo el ejemplo de las primeras medidas relacionadas con los temas de mercado interno y empresa. Dice que se buscará tener una política industrial y tecnológica; trabajar en los sectores innovadores y buscar el incremento del valor agregado local.
Todos los que conocemos un poco de estos temas estaríamos de acuerdo en contar con una industria que estuviera en la frontera tecnológica y además que tuviera cadenas locales de valor que permitieran que muchos empresarios se conectaran a ellas.
Ello requiere de incentivos, facilitación y apoyos. De lo contrario, no pasará de ser un buen deseo.
Para operar todo ello, se requeriría que estuvieran alineadas a ese propósito áreas del gobierno como la Secretaría de Hacienda, el Conacyt y la banca de desarrollo, por citar solo a las más evidentes.
Y, hasta donde alcanzo a ver, cada una de estas instituciones están ocupadas con sus prioridades específicas, algunas de ellas fijadas por el presidente de la República directamente.
Y así como ese caso, podemos seguir con muchos de los rubros presentados en este programa de reactivación.
Entre las pocas cosas concretas que fueron anunciadas están 60 mil créditos de 25 mil pesos cada uno, para apoyar a las empresas.
Se trata de mil 500 millones de pesos, que son muy buenos, pero que ni por asomo alcanzarán para mover a la economía.
Ojalá me equivoque, como le he dicho en otras ocasiones en este espacio, pero creo que la nueva secretaria de Economía va a chocar muy rápidamente con la realidad de que un programa de reactivación real debe pasar por la decisión del presidente de la República y por la activación de mecanismos fiscales y financieros.
Son importantes en cualquier circunstancia, pero cuando las cifras nos dicen que seguimos metidos en la recesión más profunda de los últimos 90 años y la pandemia más crítica de todo un siglo, son críticos. Sin ellos, poco puede hacerse.
Sin embargo, en México, por decisión expresa del presidente, dichos mecanismos no se han activado.
Así que creo que la secretaria tendrá una de dos opciones: chocar con sus colegas en el gabinete y con el propio presidente para intentar aterrizar sus propuestas, o bien, resignarse a que apenas una mínima parte de ellas pueda hacerse realidad, con lo cual el programa presentado ayer se va a convertir solo en un catálogo de buenas intenciones.