Enrique Quintana
El viernes pasado comenzaron oficialmente en diversas entidades de la República las campañas electorales.
Dentro de poco más de tres semanas comenzarán las campañas federales en las cuales habrán de elegirse 500 diputados.
El Financiero publicó la semana pasada su más reciente encuesta de intención de voto y en ella aparece Morena a la cabeza, con una ventaja muy amplia, de 44 por ciento frente al 10 por ciento del PRI y del PAN.
De hecho, si dicha ventaja se mantuviera hasta llegar a las elecciones en junio, Morena obtendría nuevamente la mayoría calificada en la Cámara de Diputados.
El marco legal en materia de elecciones que tenemos estableció para este año solo 53 días de campaña. Comienzan el domingo 4 de abril y terminan el miércoles 2 de junio. Para los partidos y candidatos que van rezagados será todo un reto darle la vuelta a las tendencias en tan corto tiempo.
Hay quienes no creen que Morena pueda tener el nivel de respaldo electoral que arrojan las encuestas o bien, suponen que en el momento en el cual se conozcan los nombres de todos los candidatos a legisladores podría cambiar de manera importante el balance de fuerzas en materia electoral.
Insisto, no es imposible pero lograr cambios drásticos será más difícil que en el pasado.
Probablemente, el escenario más negativo para Morena y sus aliados pudiera ser la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, quedándose exclusivamente con la mayoría simple.
En el caso de las elecciones estatales, quizás su peor escenario sería lograr sólo siete u ocho triunfos en los 15 estados en los que cambiará el gobierno estatal.
Actualmente, Morena no tiene mayoría calificada en la Cámara de Senadores, lo que le impide realizar cambios constitucionales que no tengan el respaldo de al menos uno de los partidos opositores importantes.
Sin embargo, si el balance electoral fuera muy favorable para el partido en el poder, es probable que su margen de maniobra en el Senado aumente y que pueda conseguir votos adicionales de senadores de otros partidos, en caso necesario.
En la agenda de cambios a nuestra ley fundamental anote una probable reforma constitucional en materia de energía y otra más relativa a los órganos constitucionalmente autónomos.
Pero, además, la nueva legislatura en la Cámara de Diputados tendrá la responsabilidad de designar en 2023 al nuevo presidente del INE y al consejero que habrá de sustituir a Ciro Murayama y Adriana Favela.
Si Morena logra la mayoría calificada en la Cámara de Diputados se quedará con la posibilidad de imponer al presidente del INE a partir de 2023, sin tener que negociar con otras fuerzas políticas, y además nombrar a los otros dos consejeros que terminarán su encargo en ese año.
Otro cambio importante que viene en los próximos meses es el del ministro Fernando Franco, que termina en diciembre su periodo en la Suprema Corte.
El nombramiento del nuevo ministro requiere mayoría calificada en la Cámara de Senadores, por lo que un balance favorable a Morena también le daría un margen de maniobra para buscar los votos necesarios para elegir a una persona a su gusto.
Al final de este año también deberá cambiar el gobernador del Banco de México.
En este caso, pareciera que Morena no tendrá problema para elegir a quien parezca más apropiado al presidente de la República, pues su designación es atributo del propio Ejecutivo, y el integrante de la Junta de Gobierno que reemplazaría a Alejandro Díaz de León puede ser designado por mayoría simple de los senadores.
Con este cuadro, le quiero transmitir que el resultado electoral de junio no sólo incidirá en el corto plazo sino, a través de cambios institucionales y de nombramientos también, en el mediano y largo plazos.
Sin embargo, a veces cuando se observa a la oposición en México pareciera que no están conscientes de la relevancia del proceso que viene, lo que ha dejado espacio para que Morena consolide su ventaja.
¿Será esta la historia que veremos en los próximos meses?