La primavera latinoamericana

Pamela Cerdeira

Sería un error asumir que el movimiento feminista empezó en esta década, uno siempre tiende a creer que vive en el centro de la historia, porque es la que le está tocando vivir. Pero sin duda, el movimiento que ayudó a garantizarnos ciudadanía plena, en algunos lugares derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y sigue peleando por todo lo que nos falta, obtuvo un fuerte impulso en los últimos años: cómo olvidar a las argentinas peleando para obtener la legalización del aborto, o a las Tesis chilenas con su canción “El violador eres tú”, que dio la vuelta al mundo. Cómo no ver a las mexicanas que convirtieron las vallas de Palacio Nacional en un memorial, o a Vivir Quintana con su “Canción sin miedo”. Cómo no recordar a Yesenia Zamudio y la toma de la CNDH, a las quintanarroenses y la toma del Congreso.

Pequeños incendios que se prenden aquí y allá, en las grandes ciudades, en las pequeñas regiones, al sur, centro y norte del continente. Se expanden, inspiran a otras y van tejiendo redes de fuego en las que arden lentamente las historias compartidas de violencia. Las voces de estas mujeres atraviesan, porque exhiben aquello que llevábamos callando a lo largo de nuestra historia. Sus voces desnormalizan el machismo, señalan al violador, gritan su nombre, lo ponen en muros y cuentan sus historias, ya sin temor a ser ellas las señaladas.

Desde un país en el que matan a 11 mujeres al día, perdón, no es que las maten al día, es que esas son las que encontramos al día, y se le suman tantas otras desaparecidas, desde un país en el que un violador sí será gobernador, y un acosador presidente municipal o funcionario porque el pacto es tan grande que nada los detiene, desde el mismo país en el que Presidente desacredita la lucha feminista todos los días, desde ese lugar de tantas sombras, los pequeños incendios, que se mantienen vivos principalmente por las mujeres más jóvenes, dan esperanza.

Sus protestas son muchas cosas: martillos y pintura, graffiti y baile, gritos y luz. Se podrá opinar cualquier cosa del movimiento, pero lo que es ya imposible, es ignorarlo.

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