Reportero Ángel Gabriel Fernández, un aporte a la memoria

CLAROSCUROS 

José Luis Ortega Vidal 

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Un breve diálogo con Carlos Delgado Carbajal la noche del pasado martes, remite a una idea común: en 1993 Ángel Gabriel Fernández Domínguez (+) compartía cuadratines en el semanario Notisur con Jorge Cárdenas Romero (+) y Jesús Gutiérrez Cruz. 

Ya no se usaba tal medida tipográfica pero aquel tercio de reporteros puntuales a la cita con la historia del periodismo acayuqueño respiraron la época bisagra entre la prensa caliente y la prensa fría así que vale la metáfora. 

Como editor de El Diario del Sur recién había retornado a guisa de despedida de su oficio vital, don Carlos Guillén Tapia, hermano del poeta universal de Acayucan para el mundo cuyos últimos versos seguramente habrán de ser paridos en Cataluña: Orlando, pues… 

Durante una de sus visitas a la tierra nativa -ya entrado el presente siglo- el poeta Guillén leyó algún texto de Àngel Gabriel y lo calificó de bien redactado. 

En efecto, amén de lector inagotable, Gabrich -nombre identitario creado por quien esto escribe como alusión a modo de saludo para el amigo perenne- nació con y desarrolló la cualidad del buen redactar. 

Por lo demás la suya fue una vida sumergida en el universo local, sin abrevar de afanes profesionales más allá del agudo escrutinio periodístico. 

Aquello fue una pena.  

He conocido inteligencias y talentos en el istmo veracruzano cuyo desarrollo habría sido a más altos vuelos de haber partido a otros lares. 

Ángel Gabriel Fernández Domínguez fue un amante de la literatura, un autodidacta intelectual, una vocación reporteril innata. 

Polémica su línea de trabajo como lo es por naturaleza el oficio que tomó de la vida: el Periodismo. 

Cubra cada lector con su recuerdo y crítica la visión particular en torno al trabajo de cada colega. 

Yo me quedo con las primeras clases en el periodismo de a pie ofertadas por Ángel Gabriel a inicios de los noventa en un Acayucan siempre mordaz, generoso, repleto con vientos de todas partes y deslumbrante por los paridos aquí, los paridos allá, los paridos acullá, sumados a los que vivimos, a quienes se van y a los que nunca marchan porque se quedan como alimento de la memoria. 

Es el caso. 

Hasta pronto, Gabrich. 

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