Crónica de un ‘enfriamiento’ anunciado

El problema es que mientras la inversión privada no despegue, la economía va a estar más bien en una situación de muy bajo crecimiento.

Desde junio, cada vez que surgen indicadores de la actividad económica, observamos que el ‘rebote’ que tuvimos en los primeros meses del año pierde fuerza y gradualmente se enfría más y más la economía.

Ya tenemos algunas cifras de agosto que nos permiten constatar estos hechos.

Las ventas de autos nuevos cayeron 4.8 por ciento en agosto respecto a su nivel del mes anterior. La cantidad de autos que se vendieron resultó la más baja de todo 2021.

Aunque la industria está afectada por la escasez de chips que ha limitado la producción en todo el mundo, también hay señales de que los compradores mexicanos están más cautelosos para hacer una adquisición como la de un auto nuevo.

Conocimos ayer también los resultados del índice de confianza del consumidor para agosto y observamos que por segunda ocasión consecutiva hubo un retroceso, en este caso de 1.2 puntos respecto a julio.

Otro indicador relevante que mostró un retroceso fue el Indicador de Consumo BBVA, que esta institución construye sobre la base de las ventas en las que se utilizan sus tarjetas de débito y de crédito.

En agosto hubo una caída de 1.9 por ciento respecto a julio, mes en el que ya se había visto solo un leve crecimiento.

De hecho, desde la mitad del año parece haber comenzado un proceso de enfriamiento de la actividad comercial. La caída es mucho más visible en las transacciones vinculadas con los servicios como, por ejemplo, en hoteles y restaurantes.

Los datos de BBVA también reportan en agosto una contracción en la venta de gasolinas de 9.6 por ciento respecto a julio. No se habían presentado retrocesos desde noviembre del año pasado, lo que parece sugerir una reducción de la movilidad.

Los indicadores de Apple Mobility Trends a escala nacional lo reflejan, pues en julio, en materia de tráfico vehicular, ya se marcaban niveles que estaban hasta 30 por ciento por arriba del punto de referencia de enero de 2020. Al final de agosto había un nivel semejante al de enero del año pasado, lo que implica una fuerte caída de un mes a otro.

Va a ser muy difícil que esta tendencia a una menor actividad se revierta en los últimos meses de este año.

Me parece que en cuanto surjan otros indicadores veremos a diversas instituciones financieras y consultorías ajustando a la baja sus previsiones de crecimiento para este año y el próximo.

Como le hemos comentado anteriormente, en el primer semestre, la economía creció en 3.5 por ciento respecto al nivel del segundo semestre de 2020.

Lo más probable es que, en el mejor de los casos, el nivel del segundo semestre esté 1 por ciento por arriba del que tenía en la primera parte del año.

Aun con esa desaceleración tan marcada, el PIB de este año estaría 5.9 por ciento por arriba del nivel del año pasado.

Un adelanto del probable ajuste a la baja ya se hizo notar en la encuesta entre especialistas que dio a conocer el Banxico este miércoles, en la cual el promedio de las previsiones de crecimiento del PIB para este año pasó de 6.06 por ciento en julio a 5.99 por ciento en agosto. El retroceso es pequeño, pero me parece que anticipa un ajuste aún mayor en las próximas encuestas.

Lo peor es que no se ve claro de dónde podrían surgir los impulsos para darle mayor dinamismo al crecimiento en 2022.

El paquete económico del próximo año va a estar focalizado –y qué bueno que así sea– en preservar la estabilidad.

El problema es que mientras la inversión privada no despegue, la economía va a vivir más bien en una situación de muy bajo crecimiento.

Será como si en nuestro vehículo al fabricante se le hubiera olvidado poner el acelerador y solo tuviéramos el freno… es decir, solo rodamos en ‘las bajaditas’.

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