- El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, representa un fenómeno inédito: el candidato de izquierda que ganó ampliamente las elecciones está lejos del estereotipo que se ha elaborado en torno a los jefes de Estado de Cuba, Nicaragua o Venezuela.
- Atendiendo a los consejos del exmandatario uruguayo Pepe Mujica, el chileno aplicará la fórmula de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario para garantizar que el interés social prevalezca sobre el interés privado”. Si tiene éxito, si concilia la concertación con todas las fuerzas políticas, ayudará a cambiar el perfil político de Sudamérica.
BOGOTÁ (Proceso).– Si hubiera que buscar en América Latina un referente para el tipo de izquierda que define a Gabriel Boric, el joven presidente electo de Chile, habría que acudir al exgobernante uruguayo Pepe Mujica, único dirigente del progresismo regional a quien el futuro mandatario escucha y pide consejos.
Boric, quien ha criticado el autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua, buscó y recibió el apoyo público de Mujica en plena campaña electoral y en octubre pasado sostuvo una reunión virtual con el político uruguayo en la que ambos coincidieron en que el principal desafío de la izquierda latinoamericana es crear sociedades más justas e igualitarias en un entorno democrático, participativo, plural y con economías de mercado.
La fórmula que el octogenario exgobernante le dio a Boric para avanzar en la construcción de sociedades más equitativas es: tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario para garantizar que el interés social prevalezca sobre el interés privado.
La izquierda que se convierte en gobierno, dijo Mujica, necesita la colaboración “de la burguesía que gestiona la economía” para poder crear bienes públicos –educación, salud, pensiones dignas y vivienda– capaces de combatir los desequilibrios sociales. Y la edificación de esos sistemas, añadió, es algo que le corresponde al Estado.
En ese encuentro virtual ocurrido hace dos meses, Boric le expresó al viejo exguerrillero de pasado marxista y horizonte socialdemócrata que, de ganar las elecciones presidenciales, le pediría consejos para gobernar y lo tendría “como un referente para mantener el rumbo”.
El doctor en ciencia política de la Universidad de Washington, Juan Gabriel Gómez Albarello, dice a Proceso que el tipo de izquierda moderna, crítica del neoliberalismo y del autoritarismo de regímenes que se autoproclaman como izquierdistas, y comprometida con la transformación social que representa Boric, “puede ser muy inspirador en América Latina”.
En ese sentido, si el presidente electo de Chile “logra encontrar una línea de concertación con otras fuerzas políticas, de eficacia en el manejo de la economía y de avances en lo social, va a tener un efecto muy importante en la región porque va a marcar una línea muy distinta a la de otros proyectos de izquierda populistas o autoritarios o las dos cosas juntas”.
Y entre esos proyectos, Gómez Albarello menciona los de Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua) y Miguel Díaz-Canel (Cuba), que se caracterizan “por su autoritarismo y por historial de violaciones a los derechos humanos”, y el de Andrés Manuel López Obrador (México), “a quien ubicaría como un político populista e intolerante a la crítica”.
De acuerdo con el investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, Boric habla un lenguaje más parecido al de las centroizquierdas europeas y escandinavas que al de los izquierdistas latinoamericanos.
Resonancia mundial
El domingo 19 el político chileno y candidato presidencial de la coalición izquierdista Apruebo Dignidad logró un triunfo holgado con 56% de los votos frente al aspirante de la extrema derecha, José Antonio Kast, y esa noticia resonó con fuerza en toda la región y en muchos países del mundo que destacaron la juventud y la agenda izquierdista de Boric.
Kast insistió durante la campaña en que su adversario era un “radical de izquierda” y algunos medios presentaron la contienda como una elección “entre el orden y el caos”.
Lo cierto es que la trayectoria de Boric no es la de un izquierdista radical, sino la de un político que busca un papel más activo del Estado para corregir las inequidades y que, para lograr esos fines, ha actuado en el marco de la democracia y ha contribuido a buscar salidas institucionales a crisis que amenazaban la estabilidad del país, como el estallido social de 2019.
En noviembre de ese año, aún en contra de su partido, Convergencia Social, que estaba renuente a dialogar con la centroderecha, el entonces diputado firmó a titulo personal un acuerdo político amplio con el propósito de convocar a un plebiscito para redactar una nueva Constitución que diera respuestas a las demandas de los miles de chilenos que protagonizaban una sublevación popular con decenas de muertos, heridos y negocios destruidos.
Boric se hizo eco de las exigencias de los manifestantes –acabar con la privatización de la salud, la educación y las pensiones– pero favoreció una salida democrática a la crisis, aunque para ello hubiera que concertar con los centroderechistas partidos oficialistas Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente.
Un año antes, en 2018, el diputado y exdirigente estudiantil causó revuelo al plantear que a la izquierda chilena que, tal como ha condenado la violación de los derechos humanos en Chile durante la dictadura militar, los “golpes blancos” en Brasil, Honduras y Paraguay, la ocupación israelí de Palestina y el intervencionismo de Estados Unidos, debería criticar a gobiernos de izquierda que no respetan derechos fundamentales.
“Debemos, desde la izquierda, con la misma fuerza, condenar la permanente restricción de libertades en Cuba, la represión del gobierno de (Daniel) Ortega en Nicaragua, la dictadura en China y el debilitamiento de las condiciones básicas de la democracia en Venezuela”, escribió en su blog.
Además, sostuvo que los derechos humanos “se deben respetar siempre, en cualquier contexto y sin ninguna excusa”, pues de lo contrario “corremos el riesgo de ser un reflejo del espejo que toda nuestra vida hemos criticado”.
Luego de su triunfo del domingo 19, Boric encabezó una multitudinaria celebración en la capital chilena, donde pronunció un discurso conciliador, de unidad nacional y muy claro en sus objetivos sociales.
“Somos una generación que quiere que los derechos (como la educación, la salud y las pensiones) sean eso, y no bienes de consumo”, dijo, y aseguró que en Chile hay “justicia para ricos e injusticia para pobres”.
Enseguida acotó que la expansión de los derechos sociales, que implica un aumento significativo del gasto público en salud, educación y pensiones, debe hacerse “con responsabilidad fiscal y equilibrio macroeconómico”.
Luego externó su fuerte compromiso con los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales, de los indígenas y de los niños, y con la defensa del medioambiente y el combate al cambio climático.
Progresismo sin dogmas
La profesora de la Universidad Católica de Chile, Julieta Suárez-Cao, afirma que Boric pertenece “a una nueva izquierda que tiene claras diferencias con la izquierda más sesentera, sectaria y con vocación reeleccionista que representan políticos como Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales.
La de Boric, asegura, “es una izquierda interseccional que se acerca a referentes como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez (ambos congresistas estadunidenses); que es feminista, ambientalista, antineoliberal, totalmente abierta a las reivindicaciones de las minorías sexuales, de los pueblos originarios y de las personas con discapacidad”.
Agrega: “una izquierda más del siglo XXI, que no es castro-chavista porque no tiene como proyecto concentrar el poder; por el contrario, impulsa la participación ciudadana y adopta las causas ciudadanas”.
Junto con las reformas a los sistemas de salud, educación y pensiones, el presidente electo de Chile ha ubicado como una prioridad el desarrollo de las políticas de género y ambientales, lo cual se traducirá en el primer gobierno paritario no sólo en los ministerios, sino en las entidades públicas, y en la creación de un Fondo Soberano de Adaptación al Cambio Climático.
La jefa de la carrera de ciencias políticas en la Universidad de Chile, Claudia Heiss, señala que, más allá de las ideologías, la agenda de Boric está en sintonía con la aspiración mayoritaria “de profundizar la protección social, aumentar el rol de lo público y eliminar esta idea de que el mercado tiene la supremacía y el Estado es subsidiario del mercado en la satisfacción de derechos fundamentales, como la educación, la salud, el trabajo y la vivienda”.
Todo esto, dice, tiene que traducirse en recursos públicos adicionales que sólo se obtendrán mediante una reforma tributaria, y ahí es donde Boric tendrá su principal desafío pues carece de mayoría en el Congreso.
Cambio de ciclo
Gómez Albarello considera que el triunfo electoral de Boric puede constituir el inicio de un “cambio de ciclo político” en América Latina, una región “donde habíamos observado en los últimos años un auge de los populismos de izquierda y de derecha”.
Ante la acumulación de demandas sociales insatisfechas, la creciente inseguridad y la arraigada corrupción, “los latinoamericanos se han sentido atraídos por populistas ajenos a los partidos tradicionales, que prometen cambios rápidos y radicales que nunca ocurren”, asegura.
De acuerdo con el politólogo, ese es el caso “de personajes como Jair Bolsonaro (en Brasil), López Obrador (México), Iván Duque (Colombia), Nayib Bukele (El Salvador), que se sumaron a otros, como Nicolás Maduro (Venezuela) y Daniel Ortega (Nicaragua)”.
Una victoria del centroizquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en los comicios presidenciales del próximo año en Brasil “reforzaría este cambio de ciclo en el que las opciones populistas darían paso a gobiernos más moderados, realistas y responsables que no prometen soluciones fáciles a problemas complejos”.
El populismo de derecha, asegura, ha fincado su discurso en el tema de la inseguridad, que promete solucionar con mano dura, mientras que el de izquierda se centra en la promesa de un cambio social. Y ninguno cumple.
Gómez Albarello considera que a Latinoamérica “le está haciendo falta una izquierda responsable, eficaz y dialogante que produzca resultados en lo social, en lo económico y en la ampliación de libertades políticas”.
“Si el modelo que promete Boric le funciona –dice el académico–, si se encuentra con una derecha sensata con la que pueda lograr acuerdos e impulsar los cambios sociales que demandan los chilenos, indudablemente va a ser visto como un ejemplo en América Latina.”