La masacre más grande contra integrantes de la Compañía de Jesús en el continente ocurrió en 1989 durante la guerra civil de El Salvador, uno de los antecedentes más fuertes del doble homicidio cometido esta semana en la Sierra Tarahumara.
Por Philipp Ysenburg//proceso.com.mx
CIUDAD DE MÉXICO .-Dos vicarios jesuitas fueron asesinados en Cerocahui, Chihuahua, se trata de Javier Campos Morales “El Gallo”, de 79 años, y Joaquín César Mora Salazar “El Morita”, de 80 años. El homicidio ocurrió 32 años después de la masacre conocida como “El Caso Jesuita”, la más grande contra esta orden religiosa en la época reciente en el continente.
El Caso Jesuita ocurrió el 16 de noviembre de 1989 en El Salvador, cuando fueron ultimados seis miembros de la Compañía de Jesús, cinco de ellos de nacionalidad española. De acuerdo con la Comisión de Verdad salvadoreña, el crimen fue llevado a cabo por el ejército de aquel país, quien trató de inculpar al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), partido de izquierda en El Salvador.
“El ejército buscaba desviar atención de su papel en los asesinatos y culpó al FMLN pintando la consigna del FMLN en las paredes de la escena del crimen que falsamente acusaba a los sacerdotes de haber colaborado con el gobierno”, describe el Centro de Justicia y Responsabilidad (CJA) estadunidense.
En 1999, a petición de Human Rights Watch (HRW), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) señaló que el gobierno salvadoreño habia violado tanto el derecho a la vida como garantías judiciales y persecución efectiva de las victimas.
La organización pidió entonces a las autoridades del país que llevaran a cabo una investigación imparcial y efectiva de acuerdo con los criterios internacionales para identificar, perseguir y sentenciar a los culpables.
A pesar de ello, no fue hasta el 11 de septiembre de 2011 que el autor intelectual del crimen, el coronel Inocente Montano, fue condenado. Actualmente, está cumpliendo una sentencia de 133 años de prisión. No obstante, la mayoría de los colaboradores de este crimen no han sido inculpados.
El asesinato de los jesuitas se dio en el contexto de la ofensiva insurgente de aquel año, una demostración del FMLN de que era el brazo armado de un movimiento político de liberación nacional que debía ser escuchado, en medio del reclamo de que debía emprenderse la negociación del proceso de pacificación. Se les asesinó con el pretexto de que supuestamente estaban resguardando a los jefes guerrilleros de la contraofensiva insurgente.
¿Qué ocurrió en 1989?
En la mañana del 16 de noviembre de 1989, los jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Amando López Quintana, Joaquín López y López y Juan Ramón Moreno Pardo, su ama de llaves Elba Ramos y la hija de ésta, Celina Ramos, fueron brutalmente asesinados en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.
De acuerdo con la CJA, que cita el informe de la Comisión de la Verdad, en la noche del 15 de noviembre de 1989, el coronel Emilio Ponce –en la presencia del general Juan Rafael Bustillo, el coronel Juan Orlando Zepeda, el coronel Inocente Orlando Montano y el coronel Francisco Elena Fuentes– ordenó al coronel Guillermo Alfredo Benavides que matara al padre jesuita Ellacuría y que no dejara testigos.
Esa misma noche, Benavides le ordenó al teniente José Ricardo Espinoza Guerra que llevara a cabo la misión de matar a Ellacuría y no dejar testigos.
Espinoza Guerra y su sección llegaron a la UCA en San Salvador y en la madrugada del 16 de noviembre y se abrieron paso a traves del Centro Pastoral.
Cuando los sacerdotes salieron para averiguar cual era todo el alboroto, fueron ordenados a salir al jardín y acostarse boca abajo en el suelo, mientras los soldados revisaban el edificio.
A este punto, dice el CJA, el teniente Espinoza Guerra dio la orden de matar a los sacerdotes. Al final, seis sacerdotes, la ama de llaves y su hija fueron brutalmente asesinados.
El teniente Espinoza Guerra y sus tropas intentaron cubrir su papel en la masacre tratando de hacer parecer que los asesinatos fueron cometidos por miembros del FMLN. Hicieron esto por pintar la consigna del FMLN en las paredes y usando un rifle asociado con matanzas del Frente.
La reapertura del caso
En enero de este año la Fiscalía del país anunció que reabrirá la investigación. “Vamos a perseguir a los responsables, para lograr justicia ante estos viles asesinatos” tuiteo Rodolfo Delgado, el Fiscal General.
El presidente del país centroamericano, Nayib Bukele, destacó la importancia de la decisión.
“Hay que enviar un mensaje claro que en nuestro país no se tolerará la impunidad, y que no es justo que una persona que se roba una gallina pase una década en la cárcel y las personas que estaban en altos puestos en el gobierno ordenen masacres y que el crimen pase en impunidad total con la complicidad del sistema de justicia durante más de tres décadas”, reclamó el mandatario en un pronunciamiento del pasado 5 de enero.
Este caso forma parte de la historia de la guerra civil que duró de 1979 a 1992 en dicho país, en la cual el ejército se enfrentó a las fuerzas insurgentes de la guerrilla.
La guerra es recordada como uno de los conflictos bélicos más importantes de la región, y que, de acuerdo con Joaquín Villalobos, quien fue tanto ex-comandante de la guerrilla como investigador en la Universidad de Oxford, ha dejado una herida permanente en la cultura del país.
“La reciente guerra civil, además de destruir vidas y recursos, significó el debilitamiento de lo que, bueno, malo o regular, era nuestro cuerpo de valores culturales”, escribió el académico.
El caso forma parte de la extensa historia de la violencia contra jesuitas en la América Latina contemporánea. “Los jesuitas en tiempos de la violencia (1980-1992)”, un libro de Emilio Martínez, enseña los testimonios de Jesuitas en el Perú que relatan los secuestros que sufrían en la década de los ochenta.