Cómo guardar rábanos en el refrigerador

CÓMO GUARDAR LOS RÁBANOS EN EL REFRIGERADOR
Por Luis A. Chávez

Es importante saber que, tampoco los huevos –de gallina, antes de que algún valedor se nos adelante y por eso mejor les ponemos, un alto- no deben colocarse en el refri, ni siquiera en el conocido frigo bar, muy dado a los solteros o a los divorciados cuyas mujeres no soportaron verlos caminando en la acera de enfrente con una morena 90-78-92 y no escuchó, la susodicha mujer, que se trataba de la bióloga en mineralogía sub acuática que nos daba catecismo los domingos.
El frigo bar es un refrigerador pequeñito al que con dificultad le caben apenas seis six; por eso la comida debe ser conservada aparte a la llegada de los cuates para celebrar que, la tóxica, se fue a vivir para siempre mejor con su mamá y, curiosamente, la morena 90-78-92, licenciada en astrología perimetral sub sónica, está en el apartamento repartiendo galletitas saladas con paté mientras los cuates no dejan de poner, con Los Cadetes de Linares, la bonita melodía La del Carrito, y otros insisten en que también se escuche, del Grupo Marrano, El Ansioso (procurando no haya niños alrededor).
La carnita asada se hace en la azotea o en el patio baldío cruzando la calle, un tantito a la vuelta. La morena 90-78-92, Física nuclear trilingüe, por cuyo vestido blanco se le transparenta una tanga imitación piel de jaguar, nos acompaña llevando la bandeja de carne marinada y se le cae un bistec como de medio kilo, pero uno de nuestros amigos lo levanta y le escurre al bistec toda la cerveza que estaba tomando, lo que provoca aplausos en el resto de la banda de la que, unos, se encargan de encender el carbón y otros en soplarle mirando de vez en cuando a la morena, licenciada en antropología metalúrgica nórdica de vidrio soplado.
Los peatones que avanzan sobre esa banqueta voltean a ver y hacen la seña del pulgar hacia arriba mientras que los automovilistas también voltean y con el claxon alegran el momento con la clásica tonada: ¡ta ta ta ta tá! La banda responde con las chelas en alto y con una gritería indescifrable.
Hay felicidad, convivencia y alegría.
Las primeras carnitas asadas comienzan a salir.
De pronto, la morena experta en hemodiálisis neurálgica, se queda quieta –estaba bailando un jarabe tapatío- y dice.¡Los rábanos!
Sin decir más, cruza la calle al departamento y como a los siete minutos regresa, con un ojo morado.

Tu mujer- dice- vació el departamento, y me golpeó.

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