Enrique Quintana //Coordenadas
Le he comentado en este espacio que, sobre la base de los datos que existen hasta ahora, lo más probable es que Morena repita su triunfo en las próximas elecciones presidenciales.
Pero no es imposible que pueda ganar la oposición.
Para que ello sucediera, se requerirían, al menos, las siguientes condiciones.
1.- Que prevaleciera el interés común sobre las ambiciones personales.
Esta es quizá la condición más difícil. Los políticos de todos los signos piensan que ellos son los que tienen la razón y los demás están equivocados. Si hay la conciencia de que solo se puede derrotar a Morena a partir de conformar una alianza amplia, la clave es que exista el talento y la generosidad para conformar esa alianza.
Eso no implica que deba marginarse a quien ambicione desde ahora ser el candidato o candidata presidencial, pero sí que se establezca un método para elegirlo que tenga consenso. Por ahora no sabemos si será un acuerdo de las dirigencias, una convención, una encuesta o una elección primaria. O algo diferente.
Y, está claro que, sin Movimiento Ciudadano en la alianza opositora, las posibilidades de que Morena gane la Presidencia crecen.
2.- Se tiene que construir una narrativa convincente.
Los políticos ortodoxos señalan que primero es el programa y luego el hombre o la mujer. Pero, el programa no les interesa a los electores. No se ganan elecciones con programas.
La clave es construir una narrativa, es decir, contar una historia en la que los opositores estén de acuerdo y que convenza a los ciudadanos.
Ese fue el gran éxito de AMLO. Fue la narrativa de corruptos contra honestos; el pueblo bueno contra los oligarcas; los neoliberales contra los nacionalistas. Esa confrontación fue la que convenció a los electores, que en 2018 se volcaron a favor de AMLO.
3.- Tiene que haber un candidato o candidata que guste a los ciudadanos.
Como López Obrador no hay dos. Eso es un dato. Ninguno de los aspirantes de Morena tiene el carisma ni la intuición del presidente de la República, lo que lo hace un fuera de serie en la política. La oposición, por eso mismo, requiere un candidato que pueda identificarse con los grandes grupos del electorado, que tenga simpatía e inteligencia, y que pueda inspirar a los indecisos o aun a los morenistas moderados. Hasta ahora no lo hay.
4.- Tiene que existir una campaña exitosa.
Hasta el mejor candidato puede ser arruinado por una mala campaña. Uno de los mejores ejemplos de una campaña desastrosa fue la de Josefina Vázquez Mota en 2012, que puso el énfasis en su diferencia con Calderón. Eso fue el suicidio. Pero hay muchos otros ejemplos: Labastida, Meade, Madrazo.
En contraste, las campañas de Vicente Fox en 2000 o de AMLO en 2018 son el ejemplo de campañas muy exitosas.
Si no hay el talento político y creativo, adecuado a estos tiempos de redes sociales, la campaña opositora puede llevar al mejor candidato a perder.
5.- Hay que entender que a AMLO no se le va a ganar.
Salvo que un desastre ocurra, algo que no es imposible, AMLO va a conservar una amplia base de respaldo hasta 2024. Él va a tratar de trasladar esa base al candidato o candidata de Morena, pero ese traslado no es un hecho. Si la oposición no entiende que la pelea tiene que ser con el posible sucesor de AMLO y no él, se va a enfrascar en una contienda que tiene perdida. López Obrador, en cambio, va a hacer todo lo posible para que la competencia sea con él.
6.- Se deben capitalizar las diferencias al interior de Morena.
Hay que entender que Morena no es un partido político. Vaya, ni siquiera es un movimiento que tenga una identidad ideológica definida.
Se trata de un gran movimiento social de grupos muy heterogéneos que alcanzó cohesión por la presencia de López Obrador. Sin AMLO en la presidencia su futuro es incierto.
En estas circunstancias, cuando AMLO defina al candidato de Morena, es probable que surja una fisura, grieta o fractura de su movimiento. Todo depende de la circunstancia.
La oposición debiera aprovechar esa circunstancia para convertir la fisura en grieta o ésta en fractura.
No hay que ser un experto estratega –no lo soy– para definir estas líneas que son de sentido común.
El problema es que a veces pareciera que la oposición… simplemente no quiere ganar.