¡Tuxpan ilumina al Mundo!

En Tuxpan una tradición muy especial, que año con año se sigue preservando entre las familias, lo mismo con el encendido de velitas en las calles de sus colonias, que incluso entre tuxpeños que por diversos motivos radican fuera de la Ciudad, quienes a la distancia también participan.

Y es que todos los tuxpeños tenemos esa bella costumbre arraigada desde la infancia, heredada de generación en generación, salir al frente de la casa a encender las velitas el día 7 de diciembre en punto de las 7 de la noche, cuando inicia una hermosa tradición, chicos y grandes salen a las calles a participar en busca del “Niño Perdido”. 

Es un día muy especial, año con año revive “la llama de la esperanza”, así como el niño que todos llevamos en nuestro interior, al tiempo de aflorar el amor por el terruño y el sentimiento familiar de habernos inculcado desde pequeños la costumbre de encender las velitas al apagarse las luces del alumbrado público. 

Y no podríamos hablar de la celebración del “Día del Niño Perdido”, sin recordar y destacar el gran impulso que le dio a esta tradición tuxpeña el Prof. Ernesto Franco Cobos (QEPD), y su valiosa aportación, a través del libro titulado: “Tuxpan ilumina al Mundo”, del cual se hizo una presentación en diciembre de 2012 (en la sala anexa al Museo de Arqueología), a la cual asistimos. 

El Profesor Neto Franco en aquel momento dio catedra, habló sobre la tradición que conocía desde sus orígenes y que plasmó en su libro, ante los asistentes que se dieron cita en dicho lugar, entre ellos muchos jóvenes estudiantes. 

Un libro que se edita en diciembre de 2002, y del cual se imprimieron 2 mil ejemplares, el cual hoy forma parte del acervo histórico de Tuxpan, donde se describen los antecedentes de esta bella tradición, y del cual en su oportunidad él mismo de viva voz nos expresó lo siguiente: 

 “Surge espontáneamente, se me ocurrió enfocar la alegría que yo sentía cuando se encendían las velitas, empezamos a recabar datos y experiencias de algunas personas, otros escritores me ayudaron a escribir, por ejemplo el Lic. Leonardo Zaleta, y así fue como llegué a elaborar el libro ´Tuxpan ilumina al mundo´, el título de esta obra -muy modesta por cierto- me sirvió para describir la realidad que se vive cada 7 de diciembre en la Ciudad”. 

En su libro, describe además de los datos históricos sobre esta tradición tuxpeña, la elaboración de los carritos de cartón y las lámparas, además de incorporar una serie de fotografías de Tuxpan, y cuenta incluso su recuerdo personal de cuando era niño y también participaba con su carrito de cartón. 

 “Mi madre, la señora Bárbara Cobos de Franco (Q.E.P.D.), poseedora de una motivación tradicionalista de gran fuerza, me ayudaba en la confección de mi carrito, mientras que con los demás familiares preparaban y rezaban el Santo Rosario, cuando encendían las velas en la banqueta de la casa, esta, antiguamente era un enorme chalet de madera, con techo de teja, de las pocas casas que poseía el barrio, la satisfacción inundaba el ambiente místico. 

Algunas veces el día 7 de diciembre, amanecía con tiempo nublado, o lluvioso, nuestro corazón se achicaba, a tal grado, que éramos capaces de portarnos bien, durante el día, para que a las 19:00 hrs., no hubiera viento fuerte, ni lluvia, y las velitas encendidas no se apagaran y pudiéramos salir a la calle a pasear nuestros carritos, pero cuando el mal tiempo se cerraba, qué desesperación, enojo y frustración; ah!, pero cuando el tiempo era bueno, era otra cosa”. 

Además de su empeño y dedicación por el rescate histórico de esta hermosa tradición de Tuxpan y fomentarla entre las nuevas generaciones, dejó como su legado el libro donde a la letra recuerda: 

“Fue el 7 de diciembre de 1998 cuando la eximia actriz y declamadora Susana Alexander, con otras personalidades, inauguraron el monumento y plazoleta del Niño Perdido, en la parte que queda del cerro de la Cruz, cuya obra escultórica fue diseñada por el Maestro papanteco, Teodoro Cano y realizada por un grupo de alumnos de los Talleres Libres de Arte de Papantla, Ver., esta plazoleta y monumento, fueron gestionados por el H. Ayuntamiento del trienio 1987-2000”; mismo que desde entonces ha sido objeto de varias remodelaciones, mantenimiento que es muy necesario por su deterioro con el paso del tiempo, especialmente la escultura, la cual -dicho sea de paso- se logra gracias a una aportación económica de otro gran personaje tuxpeño, Don Eduardo Mejía Arana, empresario que también se distinguió por su altruismo y gran amor por su terruño. 

La celebración del Día del Niño Perdido es ancestral y propia de Tuxpan, ha sido heredada de generación en generación, y hoy más que nunca está presente como una tradición que permite mantener encendida la luz que guía en su peregrinar al niño Jesús.

El espectáculo es único en la Ciudad con el encendido simultaneo de miles de velitas el 7 de diciembre de cada año, lo mismo en la zona centro que en colonias de la periferia.

Este singular evento es admirado por tuxpeños y visitantes, pues se convierte en todo un espectáculo la iluminación con las velitas, mientras las luces artificiales permanecen apagadas aproximadamente durante una hora.

En el callejón/plazoleta del Niño Perdido, Presidencia Municipal, otros parques y banquetas entre otros lugares, son colocadas las velitas de cera, en tanto que los niños juegan con sus carritos de cartón o portan lámparas fabricadas con botes de lata, ambos llevando una vela encendida.

LOS ORÍGENES DE LA TRADICIÓN TUXPEÑA

De acuerdo a datos históricos que nos fueron proporcionados -hace tiempo- por la Dirección de Turismo Municipal, el Día del Niño Perdido se remonta a la promoción evangelizadora de los Frailes Franciscanos que pisaron estas tierras. 

El antecedente se ubica por el año de 1757 cuando el Fray Junípero Serra estuvo en esta región, habiendo predicado en Tabuco, Tamiahua y Temapache.

Los orígenes de la tradición se basan en el pasaje bíblico del Evangelio según San Lucas, capítulo II, versículos 42 al 52, que se refieren a lo siguiente: 

“Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de pascua, y, cuando Jesús cumplió doce años, fue también con ellos para cumplir este precepto.

Al terminar los días de la fiesta, mientras ellos regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que José y su madre lo supieran. Creyendo que se hallaba en el grupo de los que partían, caminaron todo un día, y, después, se pusieron a buscarlo entre todos sus parientes y conocidos. Sin embargo, como no lo hallaron, prosiguiendo su búsqueda volvieron a Jerusalén.

Después de dos días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los Maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Al encontrarlo sus padres, se emocionaron mucho y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué te has portado así?, tú Padre y yo te buscamos muy preocupados. Entonces él le contestó: Y ¡porqué me buscaban?, ¿no saben que tengo que estar donde mi Padre?. A pesar de su contestación ellos no comprendieron y juntos volvieron a Nazareth”.

La interpretación del pasaje bíblico trascendió y fue evolucionando hasta convertirse en el espectáculo escenográfico actualmente conocido, que es la iluminación con las velitas durante la noche del 7 de diciembre. Cabe añadir que antiguamente las familias tuxpeñas solían rezar el santo rosario junto con el encendido de las velitas, elevando al cielo las plegarias.

Con anticipación Turismo Municipal realiza una colecta a fin de recabar miles de velas; mismas que distribuyen entre las  familias porteñas, directivos de escuelas y algunas son colocadas en distintos puntos de la Ciudad, con el objeto de preservar y fomentar la tradición.

LA OBRA ESCULTÓRICA

Para reafirmar los valores de la añeja costumbre tuxpeña, fue construida una escultura haciendo alegoría al “Día del Niño Perdido” en el callejón/plazoleta que lleva el mismo nombre.

Los Escultores Teodoro Cano, Lorenzo Rivera, Jorge Rivera y José L. Moncayo, plasmaron su arte en tres figuras de niños con su carrito que ilumina el camino para encontrar al niño Dios. Fue en 1998 que se construyeron con la colaboración de los Talleres Libres de Arte de la Universidad Veracruzana con sede en Papantla, Veracruz.

*** MURAL.- Con motivo del “Día del Niño Perdido”,  el destacado muralista tuxpeño, Amado Flores Procopio, realizó un bello mural en la plazoleta/callejón del mismo nombre, siendo inaugurado este 7 de diciembre, embelleciendo el lugar y el cual contribuye a preservar la tradición. 

¡Agradezco el favor de su atención!

D.M. Nos saludamos hasta la próxima entrega.

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