Todo estudio del pasado y el presente en el Bajo Papaloapan Veracruzano debe tomar en cuenta que el río Papaloapan es el eje para explicar cualquier situación. Es la columna vertebral del complejo hidrológico donde existe una diversidad de afluentes, entre los que destacan de sur a norte el río Grande o Alto Papaloapan, Salado, Santa Rosa, Valle Nacional, Tonto, Obispo, Tesechoacán o Playa Vicente y San Juan Michapan. Debemos sumar diversos arroyos como el Hondo, Tatlayan o río de los Amates, Blanquillo, Coapan y Acula. Existen lagunas muy relevantes como la de Tlalixcoyan, Camaronera y Alvarado, que a su vez están conectadas con los ríos Jamapa, Blanco y Estanzuela. En tiempos prehispánicos sirvió de vía de comunicación y de comercio entre los indígenas, vínculo que se fortaleció durante los tres siglos coloniales, ligado al crecimiento de varios pueblos. En especial, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, se generó una vía de comunicación a través de ríos, lagunas y arroyos que servían como vía fluvial hacia el mar del Golfo de México. Los ríos representaron las venas abiertas por donde corría la riqueza del Sotavento. Para el caso de la Cuenca del Papaloapan y particularmente el cantón de Cosamaloapan, los ríos San Juan, Tesechoacán, Tonto y Papaloapan confluían en Cosamaloapan y Tlacotalpan, para luego concentrar la producción de mercancía en las enormes bodegas ubicadas en Tlalixcoyan, donde se redistribuían al puerto de Veracruz, Puebla, México o hacia el exterior caribeño, incluso Europa, preferentemente España. Lo mismo ocurría con los productos de los cantones de los Tuxtla y Acayucan, los cuales llegaban a las bodegas de San Juan, Otapa y Totoltepec, a orillas del río San Juan, embarcándose a Tlacotalpan y Tlalixcoyan, para luego tener la misma ruta final que los de la Cuenca del Papaloapan. Llegaban productos como el cacao, algodón, ixtle, vainilla, la grana de la cochinilla y los cueros de ganado. De los ríos, esteros y lagunas para los siglos coloniales surgió la pesca, por medio de la explotación de las pesquerías que eran controladas bajo la propiedad de españoles que residían preferentemente en Alvarado y Tlacotalpan.
Durante el siglo XIX el río Papaloapan ocupo un lugar preponderante en la estrategia de desarrollo creada por los españoles, por representar el medio de comunicación más utilizado. El Correo de Sotavento, periódico que resaltaba la nueva realidad agrícola e industrial, mencionaba que el río llegó a representar una pieza clave para alcanzar esa bonanza. Expresaba que la anchura del río y su profundidad eran apropiadas para el tráfico de barcos hasta Amatlán y, en tiempo de lluvias, arribaban a Chacaltianguis o Tuxtepec. Los barcos llegaban a los ingenios, la mayoría ubicados en la ribera y transportaban el producto a Veracruz. Dicho periódico decía que era necesario implementar flotas, en función de que el crecimiento industrial y poblacional iba en aumento.
Otra vertiente tenía relación con la realidad zona que, en buena parte, siempre ha girado en torno al río. Observamos que lo vernáculo era recalcado periódicamente, en ocasiones con tanta insistencia que llegaba a tener dimensiones poéticas como ésta:
“El caserío destaca a trechos entre el follaje y los árboles, de los cañales y milpas de maíz, y ya le constituyen casas blancas. Rojas chimeneas y yaguas elegantes y esbeltas de verde penacho. En el lado derecho del río se hallaban los ranchos de ganados con sus verdes corrales, ordeñas y pastorías, hay también platanales en ambas orillas. La vegetación rica, exuberante de varios frutos con orquídeas de hermosísimas flores, crecen trepaderas blancas de color rosa o morados, bandadas de pájaros canarios trinan en los árboles y otros pasan por las playas buscando alimentos”.
El periódico mantenía un discurso positivista de armonía, belleza y progreso, ya que intentaba fortalecer el auge comercial e industrial de los nuevos dueños del crecimiento y progreso del régimen porfiriano. Era, pues una estrategia propagandística para captar capitales con condiciones propicias para la explotación.
Ahora bien, a la par de las noticias del “viento en popa”, aparecían los riesgos y problemas que traía el río. El principal era el azolvamiento, asunto que había llegado hasta el gobierno de Porfirio Díaz, quien instruyó al Ministerio de Fomento para estudiar y buscar soluciones. El problema central eran los múltiples bancos, en su mayoría de arena, que según los especialistas no representaba asunto mayor, pero no contaban con un equipo especializado en draga que pudiera resolverlo. Las avenidas periódicas arrastraban árboles y basura que, con el tiempo, propiciaban la afectación de islas que en muchos casos eran habitadas.
La insistencia en la vigencia del problema por parte de propietarios, la creciente población urbana y de manera especial los comerciantes e industriales recién llegados a la región, pedían una solución al problema del río. Los habitantes argumentaban que la inversión no tendría consecuencias en el erario federal, ya que los gastos de operación no eran mayores a los 50 mil pesos, incluyendo la compra del vapor, carbón, sueldo del maquinista y el apoyo de los propietarios del ingenio San Cristóbal que patrocinaría el vapor, para realizar la operación de canalización en la temporada de estiaje, cuando el río llevaba poca agua y eran visibles los bancos de arena.
El río Papaloapan presentaba cíclicas inundaciones. En la parte más baja existen ríos, lagunas y arroyos que forman una red hidrológica amplia, donde el eje es el río padre. Las inundaciones desde tiempos prehispánicos afectaron a la población, condiciones físicas que continuaron durante la Colonia y los siglos XIX y XX. Para 1879 se registró una inundación de grandes proporciones que ocasionó la falta de comunicación en el cantón por un tiempo determinado. Esto arrojó la pérdida de cultivos, especialmente el concerniente al maíz y el algodón, y en consecuencia, hubo escasez, los artículos subieron de precio y apareció la carestía en la población. La medida que se llevó a cabo para tratar de resolver las condiciones desfavorables consistió en introducir en Cosamaloapan y otras cabeceras municipales productos como el maíz. Independientemente de las carencias, las inundaciones ocasionaban acciones que se tornaban chuscas y eran motivo de escritos como el siguiente:
“Hemos experimentado en estos días un crudo temporal. Ha llovido a más no poder, ya parecía que nos amenazaba otro cataclismo como aquel que nos da cuenta la Biblia. No hubo bicho viviente que asomara las narices fuera de su techo, sin riesgo de llevar un remojo de padre y señor mío. El Papaloapan toma proporciones gigantescas y en dos por tres habíamos visto convertida a nuestra villa (Cosamaloapan) en una Venecia a la rústica”.
Así las cosas, sobre el río Papaloapan, el padre río llamado así por los indígenas de la zona, quienes, a través de las anuales crecidas, lo interpretaban como un ciclo de vida y muerte. En el siglo XX e inicios del XXI, su importancia fue más grande, pero también su afectación por medio de la contaminación, siempre con la justificación parcial, llamada progreso.
Fuentes.
El Correo de Sotavento, 1879-1895.
Delgado Calderón, Alfredo: Historia, cultura e identidad en el Sotavento, Culturas Populares, México, 2004.
Velasco Toro, José: Tierras y conflicto social en los pueblos del Papaloapan veracruzano, 1521-1917, Universidad Veracruzana, México, 2003.
Fotos.
Primera, cargadores de plátano, en tiempos del oro verde (1920-1940) aproximadamente, el río medio de transporte, fuente desconocida. Segunda, cuerpos de agua de la cuenca baja del Papaloapan, donde el centro es el río padre, el Papaloapan, fuente, Historia Social de Alvarado de Joaquín González Martínez y Marcelino O. Ramos Hernández. Tercera, panorámica de Cosamaloapan, año de 1950, fuente Comisión del Papaloapan.