Mary, siempre presente en cada tramo de la historia de Minatitlán.
“Querer conocer es siempre, querer entender, querer comprender, cuáles son las causas y las características de un objeto, de un hecho histórico…” Juan Brom.
Todo proceso de colonización es difícil, ya sea en el pasado, en el presente o pensar hacia futuro. El caso de la fallida colonización del Coatzacoalcos y de manera especial la francesa, donde la joven población de Minatitlán fue pieza clave de este acontecimiento histórico, es un tema necesario de constante revisión. El fin de artículos pasados y el presente, presentados en la página de Cultural Minatitlán, tiene el objetivo de abonar elementos para una visión más objetiva de los sucesos.
En el año de 1829, circuló profusamente en Francia un folleto titulado “Colonie du Guazacualco dans I´Etat de Vera-Cruz au Mexique. Projet de Socité en Commandite par actions. Paris. Imprimerle de J. Tastu, 1829”, en el que se anunciaba que la Compañía trataría particularmente y con condiciones (ventajosas) con los colonos que quisieran establecerse a sus expensas en los terrenos de la concesión; y aquellos que la Compañía transportara a sus expensas, trabajarían por tres años a su servicio, alimentados y pagados, según acuerdo que celebraban con ellos. Cada padre de familia recibiría además un terreno para que cultivara víveres, tabaco, algodón, café y otros productos en su tiempo libre, y al cabo de cinco años estas tierras les serían concedidas en propiedad.
En una representación dirigida al Congreso general, desde Burdeos por D. Tadeo Ortiz, el 31 de octubre de 1830, leemos: “La sobrepoblación de algunas naciones europeas, los estados de agitación de Europa excitaban la emigración, que los gobiernos consentían y fomentaban para evitar males mayores. Así es, que lo mismo es oír un proyecto de colonización, cuando aún desde los parajes más distantes concurrían ofrecerse, como sucedió últimamente, luego que sonó la colonización mal combinada y peor dirigida de Goazacolcos, a cuyo ruido llegaron desde Alemania hasta esta ciudad varias familias honradas y laboriosas, para engancharse, en creencia de que el gobierno o los empresarios les pagarían el pasaje”.
Agregamos textualmente los datos por su importancia en esta trama, que explica las condiciones de llegada de los colonizadores… “Fácil, pues, no será comprender la influencia de colonos a esta invitación, a este proyecto anunciado cuando Francia gemía bajo un poder tiránico, cuya influencia era desastrosa para todas las clases sociales y las artes, la industria, el comercio y la agricultura se encontraban decaídos y el obrero, el artesano y el labriego sin trabajo y sin pan.
En los prospectos que con profusión circulaban, se pintaban los terrenos que se iban a explotar como de una fertilidad y belleza incomparables, poseedores de inmensas riquezas. Bajo estas promesas engañosas, Laisné de Villeveque, recibía en su palacio la visita de comerciantes, artesanos, zapateros, sombrereros, carpinteros, albañiles y para algunos fue un oráculo, para toda una garantía.
A Laisné se unió un hombre eclesiástico con títulos respetables, aunque sus cualidades morales eran ignoradas. Baraderé, abate y canónigo titular de Tarbes. Fue para Laisné u na buena y oportuna alianza, pues como recién llegado a México, aplastó todos los temores y desconfianzas despertadas por un periodista prudente, y se les tuvo por sabio, infalible y de buena fe.
Tres navíos zarparon de Francia para dirigirse a Coatzacoalcos; “El América” con 103 pasajeros; “El Hercueles” con 142 y “El Diana”, con 423 personas, los cuales partieron del Havre el 27 de noviembre de 1829, el 2 de marzo de 1830 y el 2 de junio del mismo año. Sigamos la suerte corrida por estas tres expediciones.
Cuando “El América” llegó a la vista del Cotzacoalcos, su capitán envió una canoa a tierra para asegurarse si el río era buen punto para desembarque; como se le dijera que sí por el comandante del fuerte, pidió un piloto, y quien se prestó a servir, a los escasos minutos de mandar la nave la encalló. Penalidades sin cuento y angustias terribles pasan estas familias, ímprobos fueron los trabajos para descargar la nave, no sin sufrir pérdidas considerables, pues gran parte de las provisiones de boca fueron averiadas. Las autoridades de Minatitlán avisaron a Giordan de la llegada del navío: llega este a la barra y los colonos lo rodean, ven en el a un padre, aun protector, a un sostén para sus trabajos. Giordan nada sabía de su llegada de estas gentes, ninguna noticia había recibido de Francia.
Reunido en la playa todo lo que se pudo salvar, los colonos se procuraron piraguas para remontar el río hasta Minatitlán; pero entonces intervino la aduana, para el cobro de los derechos, y era natural que esto sucediera, porque ni Giordan, ni Laisné habían tomado providencia alguna para conseguir del congreso general la dispensa del pago de derechos a la entrada de los colonos en el puerto, señalados por el artículo 21 de la ley de colonización federal y que aún no se había resuelto. Sorpresa fue para los colonos este contratiempo, pues tenía la certidumbre de no pagar nada por los prospectos y por la palabra de Laisné que les había asegura esta exención. En trabajo y demoras se traduce este contratiempo, y mientras esto se resolvía, se les permite pasar a Minatitlán remontando el río. Allí esperaban encontrar a su llegada el establecimiento anunciado por Laisné. Vana y quimérica esperanza: mujeres y niños fueron hacinados provisionalmente en una casa cedida por Giordan y los demás en chozas de 30 francos de renta al mes.
El pago de los derechos aduanales, de las piraguas y de las chozas fueron el comienzo de la ruina, en tanto que Giordan permanecía impasible.
Una última quedaba a los colonos: la fertilidad de las tierras que tanto se les había anunciado. Por eso pedían con instancia ser puestos en posesión de ella; pero Giordan les apercibe de la imposibilidad en que se encontraba para delimitarles las concesiones; esperaba aviso de Laisné y del gobierno mexicano y mientras esto llegaba, los persuade dirigirse a Sarabia, donde encontrarían porción de terreno. Los colonos se dejan persuadir, y después de ocho días de navegación penosa, llegaron a Minerva, trece leguas de Minatitlán, aldehuela de dos casas y comienzos de la concesión. Este fue el lugar escogido por Giordan, pájaro ya de cuenta, cuyo nombre había hecho mucho ruido en el escandaloso “affaire” con el coronel Serrano y que para nada contaba con la confianza del cónsul de Francia en Veracruz, M. Carriere.
Cuando meses más tarde bajaron a Minatitlán los colonos que no pudieron soportar ya los rigores del clima, iban enfermos, llagados, canijos, hambrientos y entecos. Quisieron proceder contra Giordan, pero el pájaro había volado para reunirse con sus cómplices Laisné y Bardaré.
Desfigurados por las picaduras de los insectos, extenuados de fatiga, adelgazados por los insomnios, sin fuerza y sin esperanza, abandonaron Minerva, y deseosos de consultar las cartas de los prospectos para orientarse en esas tierras desconocidas, las encuentran falsas, como que eran calcas hechas sobre viejas cartas españolas que Giordan se procuró en México.
La segunda expedición llegó a la vista del río el 15 de abril de 1830. A bordo del “Hércules” se trasladan el comandante del fuerte, en unión de tres franceses para hacer ver a los colonos que el país no eran lo que se imaginaban y habían pensado, pero no obstante las advertencias pidieron desembarcar, lo que consiguieron después de vencer las dificultades de la navegación en el río con chalupas y pequeñas canoas.
Y como sería en extremo prolijo detallar las peripecias de estas expediciones, sólo me resta indicar que ambas terminaron en el más espantoso desastre. Cuando estos infelices extranjeros dignos de mejor suerte, emprendieron la desbandada, tanto el cura de Acayucan, como su prefecto interino D. José María Iglesias, prodigaron a todos ellos atenciones y cuidados, cosa que también hicieron de su peculio los señores D. Bernardo de Corral y D. José García, de San Andrés Tuxtla, y D. Manuel Cházaro, de Tlacotalpan”.
Por su parte el ministro Alamán nos dice de su memoria de relaciones de 5 de enero de 1831: … “La Legislatura del Veracruz concedió, bajo ciertas condiciones, los terrenos que bañan el Coatzacoalcos, a una empresa de colonización formada en Francia, y han venido en consecuencia varias expediciones de colonos; más por desgracia el éxito no ha correspondido hasta ahora a las esperanzas que se habían concebido. Sea que los colonos se hayan desalentado a la vista de las dificultades que tenían que vencer para ser laborable un país enteramente cubierto de grandes árboles; sea que no se tomasen por los empresarios todas las medidas necesarias para el establecimiento de aquellos; sean en fin que haya obrado cualquier otra de las causas a que se ha atribuido, el desastre de estas expediciones, el hecho es que los que los componían se han dispersado, sin llegar a fijarse, en el terreno que venían a poblar, regresando unos a su país, y otros a los estados vecinos, en los que se prometían mejor suerte. Uno de los motivos de queja y de disgusto ha sido en que contando con que los efectos que conducían para la formación de la colonia, serían libres de los derechos de introducción, conforme a la iniciativa que hizo la la legislatura de Veracruz; no habiendo llegado a decretarse esta franquicia, se encontraron con los mencionados efectos detenidos en la Aduana; sería muy de desear para remover este obstáculo, que el congreso se sirviese tomar en consideración la referida iniciativa. La colonización de Coatzacoalcos es de tal manera importante y envuelve en sí ideas tan grandiosas para el comercio y la política del universo entero, que merece que se le conceda la más especial protección, tanto más que desgracias las primeras expediciones, el desaliento se generalizará y no será fácil atraer nuevos colonos a un país, que brinda, sin embargo, con todas las ventajas de la naturaleza”.
Por la relevancia del escrito lo presentamos textualmente, localizado en el texto de José Luis Melgarejo Vivanco, donde no queda duda que la falta de responsabilidad de los llamados empresarios franceses, fue causa primordial del fracaso. Esta situación fue muy común en procesos de colonización ocurridos en el siglo XIX e inicios del XX, para habitar América, de parte de europeos, rostro negativo del capitalismo expansivo que se dio en esos tiempos, no importando la vida humana, todo con el afán de obtener ganancias. No podemos de olvidar la parte del gobierno mexicano, tanto federal y estatal, que tuvo la obligación de atender correctamente esto y no lo realizó, pero es evidente que el factor primordial corrió a cargo de la parte francesa, encabezado por los contratistas.
Termino con un comentario que proliferó en esos tiempos, comienzos del siglo XIX, para la cuenca del Coatzacoalcos, en especial para Minatitlán.
“Poblemos nuestras tierras inmensas y fértiles con brazos trabajadores y rápidamente prosperarán… el ejemplo de la constancia de los ingleses, de la austeridad de los alemanes, de la actividad de los franceses, de la virtuosidad de los americanos traerán sus frutos a nuestros simples paisanos. Las nuevas ideas y relaciones que traerán le enseñarán a amar el trabajo y la economía doméstica”. Marie France Prévot Schapira.
Fuentes.
Blázquez Domínguez Carmen, Compiladora, Informes de Gobernadores, Tomo1, Gobierno del estado de Veracruz, 1986.
El sur de Veracruz en el siglo XIX: una modernización “a marcha forzada” de Marie France Prévot Schapira, 247-253 en Las llanuras costera de Veracruz. La lenta construcción de regiones. Odile Hoffmann y Emilia Velázquez Coordinadoras. Universidad Veracruzan- Orsion, 1994.
Melgarejo Vivanco José Luis, Historia de Veracruz, tomo II, Gobierno del estado de Veracruz, 1992.
Ortiz de Ayala Tadeo, Istmo de Tehuantepec, Colección Suma Veracruzana, Serie Geografía, prólogo de Leonardo Pasquel, México, 1966.
Fotos.
Primera y segunda, asentamientos de pueblos previo a la colonización del Coatzacoalcos (siglos XVIII y XIX). Fuente, La conformación de regiones en el Sotavento veracruzano: una aproximación histórica, de Alfredo Delgado Calderón, en el Sotavento veracruzano, procesos sociales y dinámicas territoriales, Eric Leonard y Emilia Velázquez (coordinadores), Ciesas-IDR.