Por José Emilio Pacheco
Hubo una generación capitalina expropiada de su adolescencia y juventud por el largo reinado (1952-1966) del “Regente de Hierro” Ernesto P. Uruchurtu. Bajo el dedo admonitorio que Adolfo Ruiz Cortines blandió en su discurso inaugural, Uruchurtu trató de convertir en la Salem puritana la Bagdad y la Sodoma que había sido México durante el alemanismo. Fueron los tiempos de la hojita parroquial en la que la Liga de la Decencia arrojaba contra las películas el rayo de sus siglas: C1, C2, FCPI (“Fuera de clasificación por inmoral”), aunque ante la producción media de 1980 estas últimas parezcan tan eróticas como las aventuras de ‘Dumbo’.
Alguien concertó una maniobra precacerolística de una eficacia inigualada: la destrucción de las revistas “pornográficas” —hoy más ingenuas que ‘Heidi’— por parte de su público natural: los adolescentes de las secundarias privadas. El fenómeno de movilización es digno de estudio. En un país tan desorganizado como el nuestro, la maniobra fascista se efectuó con precisión digna de la Wermatch en sus mejores tiempos. En grupos de tres los jóvenes invadieron el centro de la ciudad y asaltaron los puestos de periódicos para despojarlos de las llamadas publicaciones inmorales, sin compasión alguna por la economía de los expendedores. Luego se concentraron en el Zócalo, bajo la complacencia o al menos la tolerancia de las autoridades e incineraron en una gran hoguera las revistillas que tras el golpe desaparecieron del mercado.
° Antídoto contra la lujuria °
Muchos miembros de aquellos efímeros escuadrones del vicio guardaron entre pecho y camisa ejemplares de las publicaciones condenadas. El gran raid antipornográfico despertó entre sus ejecutores la mayor fascinación por la pornografía. A las pocas semanas surgieron en los salones de clase los “libritos”. Horriblemente impresos en la Cuba de Batista, grotescamente ilustrados y escritos de la manera más vil, fueron para la generación uruchurtiana su primer acercamiento literario a la sexualidad. Es casi milagroso, dada la índole del material, que el trauma haya sido leve.
Porque la pornografía cubana parece producto de otra Liga de la Decencia, en el sentido de hacer de algo supuestamente destinado a exaltarla un verdadero antídoto contra la lujuria y presentar las relaciones sexuales como algo sucio y triste. Los “libritos” se vendían bajo cuerda en los alrededores del Tívoli. Desaparecieron tan misteriosamente como habían llegado.
Aquel teatro, y sus gritos inmortales de “Aguayón: mucha ropa” y “pelos, pelos”, furtivas peliculitas —’La torre de Nesle’, ‘Cómo se bañan las damas’—, las páginas en color de ‘Siempre!’ y las centrales de ‘Cine Mundial’ que presentaban “artistas” en bikini, fueron todo el alimento de la imaginación erótica ante los hijos espirituales de Uruchurtu. Esto representó un estímulo indirecto para la lectura: se buscaron pasajes literarios que pudieran ser excitantes; no fallaron los ilustrados capaces de hallar que la Enciclopedia Uteha podía leerse con una sola mano gracias a sus láminas de estatuas griegas y desnudos renacentistas.
° Amor y sexualidad °
Como el castellano de la colonia, el inglés que se enseña en México suele limitarse a lo estrictamente necesario para entender las órdenes del amo. Algunos privilegiados que pese a todo aprendieron a leer en ese idioma descubrieron en un rincón de Misrachi los libros, verde oscuro y envueltos en celofán, de Olympia Press. Tenían precios entonces inconcebibles —lo que cuesta ahora un efímero y deshojable tomito de bolsillo— y la fotocopia era desconocida. Sin embargo ‘Tropic of Cancer’ y ‘Tropic of Capricorn’ se convirtieron en manoseados objetos de culto para quienes adivinaban contextualmente aquellas palabras —cunt, fuck, prick— que no les enseñaron en sus cursos ni figuraban en los diccionarios.
Así pues, en el remoto México de entonces, Miller fue leído, de la manera más burda y sexista, exclusivamente como pornógrafo. La avidez del hambriento buscaba sus descripciones y se saltaba sus reflexiones. Pocos deben de haber reparado en una crucial: la sexualidad sin amor es un índice de la inutilidad humana y sólo las palabras obscenas pueden expresar su vacío.
La primera valoración mexicana de Miller es mérito de Juan García Ponce. En la Casa del Lago de 1962 Juan Vicente Melo organizó un ciclo dominical sobre los “Clásicos del siglo XX” en que García Ponce leyó el ensayo después publicado en la ‘Revista de la Universidad’ (XVI, 8 de abril) y recogido en su libro ‘Cruce de caminos’. Si uno recuerda que López Velarde murió sin conocer el mar, aprecia el cambio que trajo a nuestra literatura la era del jet y la posibilidad de salir del país que empezaron a tener los escritores. García Ponce estaba recién llegado de Nueva York donde en un año de estancia pudo leer todas las obras de Miller —hasta ‘Nexus’ (1960), el volumen final de The Rosy Crucifixion— y ponernos al día sobre lo que Miller significó.
° La explosión pornográfica °
Ídolo de la generación beatnik —que nació, quién lo diría, en la colonia Roma donde estaba el México City College y sigue estando el bar Cucú— no menos que los jipis, Miller fue naturalmente leído de otra manera en el México de los sesentas y setentas, aunque nunca llegó a tener tantos lectores como Hesse. La publicación legal de sus libros en los Estados Unidos abrió el camino de la explosión pornográfica que hoy ha hecho hasta de la última aldea en ese país el campo de una libertad sexual que no conocieron ni siquiera los romanos de la decadencia o los nobles franceses en vísperas de 1789.
En una fecha tan temprana como 1966 Miller protestó contra los nuevos usos y abusos de la sexualidad. Catorce años después la pornografía se vende, incluso en México, junto a las papas y los caramelos y ha perdido completamente su encanto de tabú. La predicción es el más falible de los géneros. No obstante, parece probable que la pornografía será una de las cosas cotidianas de ahora que no existirán en 1990, como los automóviles y la carne de res. La ofensiva es muy fuerte y ya no proviene de las ligas de la decencia sino de las mujeres que ven en la pornografía la gran responsable del aterrador aumento de la violencia sexual.
A fines de los sesentas Women’s Liberation denunció a Miller como falócrata y la sentencia no ha sido revocada. Al mismo tiempo el ‘Times Literary Supplement’ lo cesó como clásico al decir que era un escritor que no podía empuñar la pluma sin que de ella goteara un lugar común. Y en su propio país John Updike lanzó la condenación (por más que libros como ‘Couples’ serían impensables sin Miller, del mismo modo que entre nosotros hubiera sido muy distinta ‘Rayuela’): “Las novelas de Henry Miller no son novelas: son cópulas ensartadas en segmentos de arenga personal. Están más próximas a las Mil y una noches que a Tolstoi. No son novelas sino cuentos (‘tales’)”.
° Arte, vida y Miller °
En 1934 Cyril Connolly había reseñado la edición de ‘Trópico de Cáncer’ que vendió sólo cien ejemplares pero que le dio a Miller críticos y lectores como Eliot, Huxley, Wilson y Orwell. “Una primera novela”, escribió Connolly, “del Céline norteamericano: alegre, feroz, ofensiva, a veces brillante, a veces enloquecedoramente irritante. Aparte el poder narrativo, la ondulación de un estilo perfectamente adecuado a su creador, el libro posee una madurez muy distinta de la balandronada y la adolescencia espiritual de tantas novelas norteamericanas. Lo que escribe Miller tiene la naturaleza del optimismo filosófico whitmaniano, ahondado y disciplinado por sus años de miseria en una ciudad donde hasta morirse de hambre es una forma de educación”.
Miller le escribió a Connolly una carta que éste reprodujo en su clásico ‘The Unquiet Grave’ (1944), magistralmente traducido por Ricardo Baeza como ‘La tumba sin sosiego’: “Es usted muy sabio, muy comprensivo y realmente muy agradable. Me asombra que continúe siendo un crítico. Usted puede ir más allá. Debe usted tener grandes temores y dudas, y ha superpuesto otra personalidad a la original, una máscara protectora entre usted y lo que imagina ser un mundo áspero y cruel”.
En los sesentas, cuando lo prohibido empezaba a convertirse en lo aburrido, Connolly revisó su juicio. Primero: “Nadie se ha esforzado tanto (como Miller) por escribir pornografía. Nadie tampoco ha fracasado de modo tan notorio”. Después: “Mi mayor desacuerdo con mi veredicto original radica en mi juicio sobre la prosa. Hay un exceso en su manejo como en el de automóvil. Una interminable rapsodia derivada de Lautréamont, Whitman, Joyce, Lawrence y Céline, un ensayo escrito en la orilla izquierda del Sena sobre arte, vida y Miller que ahora me deja frío. No es profundo, es egomanía adolescente y en gran parte pudo cortarse… Miller tiene una atroz segunda velocidad y puede escribir con la torpeza de una debutante en su primera orgía”. (‘The Evening Colonnade’, reseñas compiladas en 1973.)
Desde su santuario de Big Sur, Miller no se preocupó por los cambios de la opinión. “Haz lo que quieras: de todos modos se cagarán en ti”, había escrito filosóficamente a Lawrence Durrell en los treintas.
° Inside the whale °
Hasta donde sabemos, Miller sólo vino a esta ciudad en 1934 —para conseguir un divorcio “al vapor”. A pesar de Lawrence y el de los beatniks, México no existió para él. Sin embargo, prologó los dos libros de Haniel Long que se ha convertido en un semiclásico de la antiacademia en Estados Unidos: ‘The Marvelous Adventures of Cabeza de Vaca’ y ‘Malinche’ y dijo: “En este continente tuvo lugar la mayor desdicha ocurrida jamás al hombre blanco. Desde niño me impresionó el relato de la forma en que los indios acogieron como dioses a los recién llegados. Más tarde, como hombre y sobre todo como norteamericano, el vergonzoso recuento de nuestras relaciones con los indios me ha entristecido de una manera inexpresable”.
Miller no murió sin verse ampliamente reivindicado por Norman Mailer en ‘Genio y lujuria’. Ni sin dar su última entrevista a Fernando de Ita (‘Unomásuno’, 14 de noviembre de 1979) que hoy es su testamento y despedida: “Durante más de cincuenta años he venido repitiendo lo mismo: hay que tener el coraje de ser libre. Como en mi juventud, no veo ninguna sociedad que ofrezca al individuo semejante alternativa. Cualquier sistema, por definición, tiende a sujetar dentro de sus marcos al individuo. No creo que la humanidad en su conjunto logre algún día terminar con los sistemas… La libertad es responsabilidad de cada individuo, y esta advertencia se ha tomado como una deficiencia histórica que no toma en cuenta el medio ambiente social, económico y político en el que el individuo busca su libertad. Por el contrario, lo que digo es que hay que considerar todas esas circunstancias para darse cuenta de que la libertad está por encima de ellas”.
Como lo vio Orwell, en 1940, Miller vivió hasta el fin “dentro de la ballena”. Pero esa ballena tuvo la fortaleza necesaria para desatar tempestades. ~
El ensayo de Juan García Ponce sobre Miller puede leerse aquí: https://www.revistadelauniversidad.mx/download/cdef1344-8445-4270-9613-e91b16214ef9?filename=henry-miller
Inventario publicado en la revista ‘Proceso’ No. 190, 23 de junio de 1980; reproducido en la revista ‘Nexos’ No. 435, marzo 2014.
Fuente: http://www.nexos.com.mx/?p=19274
D. R. ©️ Herederos de José Emilio Pacheco.
En las fotos: Eve McClure y Henry Miller.