Los seris se llaman a sí mismos Konkaak o comca’ac, lo cual quiere decir en su lengua “la gente”.

El término seri proviene en cambio de la lengua yaqui y significa “hombres de la arena”.

-Hechos históricos más sobresalientes: al ser un pueblo ágrafo (que es incapaz de escribir o no sabe hacerlo) y aislado por un inhóspito desierto, poco es lo que conocemos de su historia. Eusebio Francisco Kino entró en contacto con ellos por primera vez al desembarcar en la Bahía que hoy lleva su nombre. Varios cronistas europeos que los conocieron entonces, se admiran siempre de su esbeltez y su elevada estatura. El magnetismo de Kino los conquistó en su favor y le pidieron que se quedara con ellos, pero, por tener que atender la pimería alta les mandó al padre Gilg, cuyo carácter germánico chocó con el espíritu independiente de los seris y fue rechazado al cabo de unos años. Hacia la mitad del siglo XVIII, al pretender someterlos Agustín de Vildósola para que se dedicaran a la agricultura en el presidio del Pitic (hoy Hermosillo) y principalmente por moverlos de éste a los del Pópulo (San Miguel de Horcasitas) y Nacameri (Rayón), fue tan dura la presión de los capitanes españoles que se rebelaron los cautivos seris junto con los carceleros pimas, remontándose una buena parte de ellos al macizo del cerro Prieto, hoy sierra Libre, 50 kilómetros al sur de Hermosillo (donde se encuentra la famosa zona pictórica de La Pintada), y otros a la zona del Bacoachito, parte baja del río Bacoachi, sitios de donde, tras varios intentos infructuosos de los españoles de sacarlos por las armas, los pimas poco después regresaron a los valles agrícolas, mientras que los seris, poco a poco, se fueron internando a hurtadillas a la isla del Tiburón y su desierto aledaño, no sin antes haber durado veinte años en esta condición de guerra. El único caso de un gobernador de Sonora muerto durante su gestión hasta hoy, y además único muerto en acción de guerra, es el del capitán español Juan Antonio de Mendoza, quien fue ultimado por el cacique seri Becerro, el que le atravesó el cuello con una flecha cuando, ya moribundo, Mendoza llegó a mofarse de él y le picó la boca con su bastón, según se cuenta. Esto ocurrió el 25 de noviembre de 1760 en Saracachi, Cucurpe. Cuando los seris se levantaban en armas, jamás peleaban en forma masiva, sino atacando en pequeñas guerrillas desorganizadas y capitaneadas por algún cacique, va que, como se dijo antes, aunque unidos en inconformidad es difícil unirlos en la acción. Cuando en 1748 fue trasladada la gente del Pitic al Pópulo, debido a que había mucha mayor cantidad de tierras irrigadas, los seris sometidos protestaron apoyados por los pimas que estaban en las mismas condiciones; la represión española fue muy severa, al grado que se tomaron todas las mujeres del grupo confinado y se deportaron a Guatemala y a algunos sitios de Nueva España. Lejos de someterse, los seris se dedicaron, en represalia, a asaltar por varios años las misiones españolas, desde el Altar hasta Guaymas. El 25 de febrero de 1850, una partida de seris atacó a un grupo de mexicanos que viajaba de Guaymas a Hermosillo, matando a todos menos a la joven Dolores Lola Casanova, que pasó a ser la esposa del recio cacique Coyote Iguana (Jesús Ávila) de cuya unión nació un solo hijo, Víctor Ávila, a quien muchos seris actuales reconocen como su ancestro. La misma característica de independencia no permitió a los españoles organizarlos dentro del ejército colonial, sin embargo, la crónica narra una ocasión en que Manje usó a un grupo de seris para combatir a un grupo de pimas que se rebelaron en Caborca en 1695. En 1905, al organizar el gobernador Izábal una expedición punitiva contra unos yaquis que se habían refugiado en la isla del Tiburón, solapados por los seris, obligó a éstos a matar a los yaquis y luego repartió a las familias seris en las haciendas de la Costa de Hermosillo como regalo “para que aprendieran a trabajar”. Pronto volvieron los seris a la isla en donde permanecieron por años hasta que, en 1936, el entonces presidente de la República, el general Lázaro Cárdenas, se los trajo a Bahía de Kino, donde los organizó en cooperativa de pescadores y les proporcionó todo el equipo; sin embargo, al irse colonizando más y más el poblado viejo de Kino, por pescadores no indígenas, éstos se trasladaron en grueso a El Desemboque, usando como campamentos ocasionales varios puntos intermedios entre ambos lugares, como El Sargento, El Dólar, San Úrsulo, Los Paredores, La Ona y Punta Chueca, en tierra firme y El Tecomate y otros en la isla del Tiburón. A partir de 1964, al iniciarse la talla de madera de palo fierro en forma de industria casera, iniciada por José Astorga, y luego seguido por sus hijos y los demás, las costumbres migratorias fueron modificadas para fijar sus movimientos con base en el turismo y ya no en la abundancia de las diversas especies marinas. Además los viajes fueron en automóvil y ya no más en canoa. El 12 de noviembre de 1970, el presidente Luis Echeverría los dotó en Ejido de las tierras costeras que han sido su residencia secular, entre El Desemboque por el norte y Punta Chueca por el sur. El 10 de enero de 1975, nuevamente el presidente Echeverría promulga dos decretos para favorecer a la tribu; uno, para crear la convicción de desarrollo de la tribu seri, otro, declarando el canal del Infiernillo zona de pesca exclusiva de la tribu. El 10 de febrero de 1975 una nueva resolución presidencial reconoce y titula terrenos comunales de la tribu seri en territorio de la isla del Tiburón, sin afectar la situación de refugio de la fauna, que había sido decretada en la administración anterior. Esta última parte, que los seris no quieren aceptar creyendo que se les viola su soberanía, es muy importante, indispensable que persista, pues con el poblamiento de la isla con ciertas especies del desierto sonorense se evitaría su extinción. En forma natural, la isla es el asiento de una variedad de venado bura (Odocodileus hemionus), pero en 1974, se trasegó de la sierra de Posada, junto a Punta Chueca, un cierto número de borregos cimarrones (Ovis canadensis mexicana), que han prospectado bastante bien, mientras que en la tierra firme sonorense están a punto de ser extinguidos por la caza furtiva permanente; hay otra especie más amenazada y que aún no se ha podido trasplantar al Tiburón, que es el berrendo del desierto (Antilocapra americana sonorensis) de la cual quedan una docena de ejemplares en el desierto de Altar.
Por el Doctor Gastón Cano Ávila, en Hermosillo Añejo y Joven.

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