Alejandra Pizarnik recuerda al enorme escritor Franz Kafka en un pasaje cotidiano de su vida

“Una amiga mía permanece una hora frente a la imagen de Kafka. (La veo absorta, angustiada por llegar a lo más profundo.
Creo percibir la emoción, la sensación
terrible, patética y maravillosa que debe sentir frente a esos ojos acorralados, a esa frente cortada por la forma del cabello (peinado de presidiario, es decir, de empleado bancario).
Por la mirada de uñas clavadas en las palmas para no gritar más que por la pluma. Por las mandíbulas embalsamadas por tanta opresión. En fin, por todo Kafka.)

Mi amiga se da vuelta y con voz que me suena a mi pájaro herido me dice entusiasta
con expresión de esas girls que contratan para aplaudir a Frank Sinatra: ¡Qué buen
mozo es este Kafka! ¿Qué hacía?
Te contestaré, querida amiga, con unas palabras que me dijo César el otro día:

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, y otros
que sin haber nacido, mueren y otros…
Bueno, Kafka murió, creció, nació y no murió. (Son los menos.).
Alejandra Pizarnik – Diarios

(Diarios, 3 de julio de 1955)

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