- La excanciller tensa como nunca la cuerda con la dirigencia del partido tras caer derrotado en la encuesta que decide a su candidato presidencial y anuncia que decidirá en los próximos días qué camino seguirá tras los resultados
GEORGINA ZEREGA//elpais.com
Marcelo Ebrard ha caído derrotado y su futuro está ahora mismo en el aire. El enojo reinaba ya en el salón de juntas donde se reunió con su equipo la tarde de este miércoles. Primero dio una conferencia de prensa explosiva, donde pidió, horas antes de conocerse el resultado de la interna presidencial, que se repitiera el proceso de las encuestas para elegir al candidato. Luego mantuvo una reunión a puerta cerrada con sus colaboradores, en la que explicó los motivos de por qué decidió no participar en la recta final del proceso ni asistir al evento donde se anunció oficialmente a Claudia Sheinbaum como ganadora. En el encuentro privado, al que tuvo acceso EL PAÍS, el excanciller abrió la puerta a su salida del partido, un escenario que confirmaron fuentes de su equipo a este periódico. “No nos vamos a someter a esa señora”, dijo sobre Sheinbaum, ante los aplausos de sus seguidores, que le gritaban “presidente, presidente”. Tras el anuncio definitivo de la ganadora, los mensajes públicos de su entorno buscaron sin embargo moderar el tono y encauzar la situación.
El excanciller, que ha caminado gran parte de su carrera política de la mano de Andrés López Obrador y hasta en dos ocasiones se echó a un lado en la contienda interna para dejar al camino libre al actual presidente, no parece tan dispuesto a claudicar en esta ocasión. El próximo lunes ha convocado a su equipo para decidir el camino a seguir.
Durante la junta privada previa, Ebrard puso sobre la mesa además la ruptura con la dirigencia del partido, encabezada por Mario Delgado. “No vamos a tolerar a una dirigencia que nos haga esto”, sentenció. Poco después y en público, la senadora Malú Mícher, su mano derecha durante la campaña, templó los ánimos y descartó una salida del partido. El malestar del excanciller ha sido evidente durante toda la jornada. Primero salió su equipo a denunciar irregularidades en las encuestas. No se trataba de incidencias de un solo día, sino de problemas registrados a lo largo de todo el proceso, aseguraron en conferencia de prensa. Más tarde salió él mismo a hablar.
Ebrard acusó a la dirigencia de Morena de “impedir a la fuerza” el ingreso de su equipo al edificio donde se estaba llevando a cabo el conteo oficial y a la policía de golpear a la senadora Mícher. En la reunión privada, en la que no se permitió grabar ni tener teléfonos celulares prendidos, Ebrard lamentó lo sucedido, abrazó a Mícher, a la que reconoció el trabajo hecho, y dijo que no podía creer lo que estaba sucediendo. “Están diciendo que si voy a romper con Morena, pero yo no rompí nada, fueron ellos”, dijo claramente enojado. Con información de Zedryk Raziel.
La bronca mayor se la llevó Delgado, el presidente nacional de Morena. “Era colaborador mío, ¿se acuerdan?”, dijo el exsecretario de Exteriores de Andrés Manuel López Obrador. Delgado dio sus primeros pasos fuertes en el escenario político de la mano de Ebrard, en el Gobierno de Ciudad de México, entre 2006 y 2012, años en los que ocupó primero el cargo de titular de la Secretaría de Finanzas, y luego estuvo a cargo de la Secretaría de Educación capitalina.
Ebrard explicó en la reunión privada, en la que también estuvo presente su esposa, Rosalinda Bueso, que no iba a aceptar premios de consolación si se los ofrecían, ni una senaduría ni ningún otro cargo. El excanciller dijo que iban a tener que explicar a la gente lo que había sucedido con estas encuestas, que hubiese sido más limpio el proceso si Delgado y la dirigencia del partido aceptaban los errores y fallos que se habían cometido en su realización, “y dejaban de decir que está todo perfecto”. Por eso, sostuvo que lo mejor era volver a ejecutar el proceso, ahora de manera más pulcra. El aspirante presidencial citó a su equipo a una junta para el próximo lunes para poder así definir el rumbo que tomarán sus aspiraciones a futuro.
Ebrard, de 63 años, inició su carrera política, como muchos de sus compañeros de filas hoy, en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) a inicios de los ochenta. En los más de 40 años de trayectoria política, ha caminado de la mano de López Obrador gran parte de su carrera profesional. Fue miembro del Gabinete del actual presidente en el entonces Distrito Federal, donde ocupó la Secretaría de Desarrollo Social y Seguridad. Luego fue su sucesor en el Gobierno de Ciudad de México. Cuando López Obrador alcanzó finalmente la presidencia, Ebrard tomó posesión como secretario de Exteriores, desde donde le acompañó hasta hace unas semanas, cuando decidió participar de la interna presidencial.
No es la primera vez que Ebrard busca una candidatura presidencial, también lo quiso hacer por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) —donde militaba con el actual presidente— en 2012, momento en el que declinó a favor de López Obrador, después de que las encuestas mostraran mayor intención de voto hacia su compañero. Esa anécdota fue traída a discusión este miércoles, en la reunión privada. En ese caso, aceptar que había perdido fue lo correcto, dijo. Sin embargo, en este caso ha sido diferente porque el proceso estuvo cargado de inconsistencias desde el inicio, explicó. La historia de Ebrard marca que en dos ocasiones se hizo a un lado para favorecer a López Obrador, según contó en su libro El camino de México. La primera sucedió en 2000, cuando los dos políticos buscaban ser candidato para gobernar la capital por distintos partidos. La segunda fue la de 2012.
El excanciller no solo recorrió camino junto a López Obrador. En cuatro décadas de trayectoria, trabajó con Manuel Camacho Solís, considerado su mentor y quien estuvo a cargo de las negociaciones de paz entre el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari y la insurgencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que se había alzado en Chiapas en 1994. En 2007, cuando era jefe de Gobierno de Ciudad de México, impulsó la despenalización del aborto, una medida que le valió en aquel momento amenazas de excomulgación de la Iglesia católica. En este sexenio tomó un rol preponderante en la Administración, por absorber tareas que no le correspondían pero que el presidente quiso dejar a su cargo, como la gestión de la crisis migratoria o la compra de vacunas contra el coronavirus en medio de la pandemia.