Llegó el día en que Jose Alfredo Jimenez debía presentar sus canciones en la Disquera RCA Víctor a Miguel Aceves Mejía. José Alfredo llegó muy temprano, bañado y perfumado, con el mejor traje que tenía, que a decir verdad no era muy lucidor, con una carpeta de papel manila bajo el brazo y 9 canciones.
Inmediatamente hacen pasar a nuestro gallo a un amplio estudio, de piso blanco, paredes acolchadas, micrófonos, varias sillas y en el centro un enorme piano. A los pocos minutos entró el mismo Miguel Aceves Mejía acompañado de don Tomás Méndez, José Alfredo no cabía en su asombro y le sudaban las manos de la emoción.
–Buenos días jovencito, le dijo Mejía
- Buenos días Don Miguel, contestó nuestro gallo
- Es usted el que me va mostrar unas canciones nuevas? Preguntó el falsete de oro,
-Así es señor, contestó José Alfredo - Pues arránquese, maestro préstenle una guitarra al joven.
- No Don Miguel es que no sé tocar guitarra, dijo nuestro gallo
- Entonces, en el piano?
–No tampoco, es que no sé tocar ningún instrumento, dijo Jiménez.
Pues entonces cómo compones criatura, pregunto Mejía - Pues de chiflidito, dijo nuestro gallo.
–A ver Tomás, acompáñalo - En qué tono va la canción muchacho, preguntó Tomás Méndez
- No sé, respondió José Alfredo,
- Es bolero, ranchera, huapango, qué es? Inquirió don Tomás.
–Pues tun, ta, ta, dijo nuestro gallo.
–Bueno, comienza y yo te sigo, finalizo Tomás Méndez.
En ese momento José Alfredo con entonada voz dijo: Me cansé de rogarle, me cansé de decirle que yo sin ella, de pena muero.
Los tun, ta, ta de Tomás Méndez fueron convirtiendo esa maravillosa letra en una canción al agregarle música.
Esa tarde nació una de las parejas más importantes de la música mexicana, José Alfredo Jiménez, el letrista y Tomás Méndez, el músico.
(publicado en el grupo por Laura Jaime Lali Tiernas el 1 de septiembre de 2023