Alejandro Bustos // Sinapsis
Vivimos tiempos confusos. Todos los días vemos una noticia más absurda que la anterior. Las predicciones de George Orwell, cuando escribió ‘1984’, se están quedando cortas. Seguramente muchos de los estén leyendo esta columna están más que familiarizados con ese renombrado título internacional, pero para quienes no lo estén tanto, básicamente es una obra de ficción en la que se plantea cómo sería la vida de una sociedad distópica futurista que vive bajo las reglas de una autocracia que dicta la verdad como suya, y que gobierna mediante actitudes totalitarias y represoras; todo bajo el ojo vigilante de El Gran Hermano.
Desafortunadamente, el mundo actual está lleno de ejemplos que guardan una escandalosa similitud, pero no nos vayamos más lejos, le propongo que analicemos lo que está pasando en nuestro propio país. El día de ayer, el INE dictaminó que, en aras de beneficiar la “paridad de género”, los estados en los que el próximo año se fueran a celebrar elecciones tendrían que postular forzosamente mujeres en los casos en donde el actual gobernante fuera hombre. Las personas que aún tienen un poco de sentido común estoy seguro que lo ven como un completo despropósito debido a que en la mayoría de estas entidades el proceso sucesorio -de ambos lados del espectro político (oficialista y oposición)-, a estas alturas ya está bien definido; lo que significa que, de entrar en vigor dicho mandato, obligaría a los partidos políticos a postular perfiles no competitivos generando una desventaja obvia.
En el caso concreto de Veracruz, todos sabemos que Rocío Nahle, dentro de su partido Morena, es la favorita para ganar la encuesta que formalizaría su plataforma como candidata a la gubernatura; no obstante, dentro del FAV, las opciones femeninas son más bien escasas. En este mismo espacio, se ha mencionado a la talentosa legisladora local, Anilú Ingram, como una potencial carta del Frente Amplio Opositor para dar la pelea en caso de ser necesario; sin embargo, es una evidencia que hasta hace no mucho su nombre no era contemplado. Es de dominio público que los Yunes tricolores (Pepe y Héctor) son los que llevan bastante tiempo al frente de las preferencias políticas de la militancia priista y son los que mejor han logrado consolidar su proyecto político; del otro lado de la acera, sus sobrinos (Miguel y Fernando) han hecho lo propio pero dentro de su partido.
Otra mujer de la que se ha especulado de manera recurrente, es precisamente la cónyuge del mayor de los Yunes del puerto, la alcaldesa de Veracruz, Paty Lobeira, que gracias a su innegable buena administración se ha ganado los elogios y el reconocimiento de la gente incluso de fuera del estado. El tema con ella no sería de competitividad sino de incertidumbre ya que hay quienes dentro de su propio equipo cercano niegan de manera rotunda que ella tenga intenciones de participar en este proceso venidero y que sólo está concentrada en continuar con su buena administración.
Fuera de estas dos mujeres destacadas, de momento, no podemos encontrar ningún otro perfil que sea electoralmente atractivo, ya que nadie ha tenido la oportunidad de crecer de forma natural por lo que (con el pretexto de la inclusión), en vez de hacer un bien a las mujeres, en realidad se estaría causando una fisura importante dentro del proyecto político de la oposición. La inclusión forzada sólo genera privilegios para unos cuantos y desventajas para la gran mayoría.
La meritocracia y la envidia.
Viendo el extracto de una entrevista que ‘El Burro’ Van Rankin le hizo en su canal de YouTube a la famosa periodista deportiva Inés Sainz, me llamó mucho la atención el relato de cómo consiguió colarse en un medio predominantemente de hombres y con todas las desventajas en su contra, a pesar de su belleza. Ella relata cómo en realidad, y al contrario de lo que pensaría la mayoría de las personas, José Ramón Fernández, siendo en ese momento el Jefe de Azteca Deportes, habría sido el que le cerró las puertas. Sorprendentemente, ella reconoce que fue el propio dueño de la empresa, Ricardo Salinas Pliego, el que le compraría el formato de su programa de televisión y lo pondría al aire aun en contra de la voluntad de Joserra.
Según ella, el veterano periodista deportivo pensó que su proyecto (DeporTips) era una idea sin futuro, espetándole: “¿¡Tú crees que me vas a venir a mí a enseñar a hacer televisión, niñita!?”, ridiculizándola y abandonado la reunión que tuvieron con una frase lapidara: “tu programa NUNCA saldrá al aire”.
La historia prueba que él estuvo equivocado y eso es lo sorprendente: ¿cómo es posible que un tipo que llevaba 30 años al aire tuviera tan corta visión? Teorías puede haber muchas pero yo me inclinaría por la envidia. Y puede sonar absurdo que un hombre que en ese momento era tan poderoso pudiera sentirse amenazado por una joven periodista que estaba tratando de arrancar su carrera con un proyecto que ella misma armó de la nada, pero sí sucede.
Es un fenómeno que se da muy a menudo y en todos los ámbitos de la vida, (no sólo en política o en la televisión), pero me gustó esa historia porque cuenta el caso de una mujer exitosa, con visión, y que a base de mucho esfuerzo y trabajo duro, vio sus semillas rendir frutos. Y es ahí donde podemos constatar la diferencia entre la verdadera inclusión, misma que consiste en darle espacios y oportunidad a gente que demuestra su valía; y la inclusión forzada que no distingue entre ineptitud y capacidad, y sí privilegia la raza o el sexo, teniendo como finalidad oculta el supremacismo colectivista.
La meritocracia, al premiar el esfuerzo y el talento, nos abre la posibilidad de encaminarnos hacia un futuro donde las oportunidades sean iguales para todos, no sólo por el mero deseo de inclusión, sino porque cada individuo se haya ganado su lugar legítimamente. Busquemos eliminar las barreras al talento, permitiendo que los más aptos destaquen naturalmente. Pero, para ello, es prioritario apartarnos de la ideología y tener visión, aunque me temo que la voluntad ahora mismo es inexistente.
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