Por Alejandro Aguirre Guerrero //AL RESPECTO
En la última encuesta que AMLO tuvo sobre su escritorio, hace un par de días justamente, MC con Samuel García había recortado 8 puntos de distancia a Xóchitl Gálvez en menos de dos semanas. El de Tabasco se frotó las manos, sabiendo que el plan funcionaba.
La idea siempre fue que los naranjas no se unieran con el frente opositor en el claro afán de robarle votos, situación que casi en todo momento ha sido un secreto a voces, nada nuevo para nadie. El esquema de AMLO consiste en mandar al Frente al tercer lugar.
El presidente se quiere ir a su rancho (supuestamente a retirarse), asestando una victoria de su movimiento por cuando menos 25 puntos sobre el frente opositor, aunque a MC acabe sacándole menos distancia.
El problema entre MC y el Frente tuvo nombre y apellido, y no fue necesariamente el PAN con su líder, Marko Cortés. La (fallida) negociación para que los naranjas se pudieran unir a Xóchitl Gálvez pasó por la figura de Alejandro Moreno.
Las cosas habrían sido mucho más sencillas para el Frente Opositor si Alito no liderara al PRI. La misma Gálvez sabe que el campechano es una pesada roca en su espalda, al grado de externarlo públicamente alguna vez.
Por eso AMLO celebra dos cosas que se le dieron “de rebote”: la primera, que Ebrard se quedara en Morena y por ende, no se postulara con los naranjas; la segunda, que Alejandro Moreno se quedara en el PRI para acabar de hundir al tricolor y alejar a MC.
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