La imagen que hoy nos visita lleva por título “Áyax y Casandra”, una pintura realizada por el pintor británico Solomon Joseph Solomon en el año 1886.
La obra representa la escena donde Ajax rapta a Casandra del templo de Atenea para llevarla al campamento griego. La resistencia de Casandra es evidente.
Casandra pertenecía a la realeza troyana. Era hija de Príamo y de su esposa Hécuba, reyes de Troya. Era una joven ambiciosa que pretendía tener un don especial, por lo que rezó día y noche al dios Apolo para que le concediera el poder de la clarividencia para así poder predecir el porvenir.
Apolo, enamorado de la bella joven, decidió concedérselo una vez que ésta le hubiese entregado su amor. Cuando ya le había concedido su deseo, Casandra renegó de su amor por Apolo, lo que enfureció al dios. Éste, al verse humillado por una simple mortal, decidió maldecirla. A partir de entonces podría adivinar el futuro, ver lo que iba a suceder, pero no podría evitar los acontecimientos ya que nadie creería jamás sus predicciones.
Poco tiempo después tuvo lugar la Guerra de Troya. Casandra advirtió a los reyes y al pueblo lo que iba a suceder pero nadie la creyó. Trató de impedir que introdujeran en la ciudad el famoso caballo de madera que ocultaba al ejército griego en su interior, pero sus esfuerzos fueron en vano.
Cuando la ciudad cayó en manos griegas, corrió a refugiarse al templo de Atenea con esperanza de no ser encontrada, pero Ajax la encontró y la llevó al campamento griego. Una vez allí, se distribuyó el botín entre los ganadores y ella fue entregada al rey Agamenón, quien la convirtió en su esclava y amante. Una vez a su lado, Casandra tuvo la visión de la muerte del rey y de la suya propia si regresaban a Grecia pero, al igual que tantas otras veces, sus palabras fueron en vano, el rey no la creyó y puso rumbo a su patria. Cuando ambos llegaron a Micenas, fueron asesinados por Clitemnestra, la esposa del rey.
En 1963, la psicóloga Melanie Klein realizó una hermosa interpretación del mito de Casandra, pues sostiene que la princesa troyana representa la moral humana, aquella porción de nosotros mismos que conoce los peligros de encarar ciertos actos, pero que rara vez es escuchada a tiempo.