
En la segunda mitad del siglo pasado, Calzado Canadá se consolidó como la empresa de calzado más importante de América Latina. Su éxito se basó en la implementación de un sistema de producción en serie, que permitió incrementar la productividad y abastecer una creciente demanda en México y en otros países.

La historia de esta icónica marca comenzó en Guadalajara, Jalisco, en julio de 1940, bajo la dirección de Salvador López Chávez. Con solo un empleado y cinco obreros, don Salvador diseñaba los zapatos, adquiría materia prima, supervisaba la producción, conseguía clientes y redactaba la publicidad. Su esfuerzo rindió frutos, y para 1984 la empresa producía 60 mil pares de zapatos diariamente, contaba con más de 400 tiendas en México y el sur de Estados Unidos, y empleaba a más de 13,500 personas. Modelos como los “Exorcista”, “Vagabundo”, “Perestroika” y los tenis “Decatlón” marcaron a generaciones enteras de mexicanos.

El crecimiento de la empresa se vio impulsado por su compromiso con la calidad y su participación en campañas como “Lo hecho en México está bien hecho”, promovida en el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976). Sin embargo, la estabilidad de Calzado Canadá se tambaleó tras la muerte de su fundador en 1976. Su hija, Sandra López Benavides, tomó las riendas del negocio y logró mantenerlo con éxito durante casi dos décadas, pero la llegada del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994 marcó el inicio de su declive. La competencia extranjera, especialmente el contrabando de calzado chino, afectó gravemente a la empresa.
Finalmente, el 15 de marzo de 2002, Calzado Canadá fue vendida a la empresa Coppel, que con el tiempo terminó por desintegrar el consorcio zapatero más emblemático del país. Aunque la marca desapareció, su historia sigue presente en la memoria de quienes alguna vez calzaron sus icónicos modelos.
El legado de Salvador López Chávez perdura como un ejemplo del esfuerzo, la innovación y la pasión por la industria del calzado en México.
