- Otra vez son las madres buscadoras y los colectivos de búsqueda de personas los que dan la cara. Y otra vez son ata
Manuel López San Martín
Llamarle horror no alcanza a describir la magnitud de la tragedia. Decenas, quizás cientos o miles de vidas arrebatadas en sitios de adiestramiento y exterminio. Botón de muestra inequívoco del drama de los desaparecidos. Parte de la herencia maldita del sexenio que se fue; el sexenio en que desapareció un mexicano cada hora, en promedio, aunque la cifra negra es aún más aterradora. Es el legado de la fallida “estrategia” de ‘abrazos, no balazos’. Una estampa innegable de la omisión y torpeza de autoridades, pero más aún: espejo del contubernio y complicidad entre criminales e instituciones. Porque sería ingenuo pensar que los campos del horror convertidos en crematorios clandestinos, operaron durante años sin consentimiento de quienes debían ejercer la función de autoridad y aplicar la ley.
Otra vez son las madres buscadoras y los colectivos de búsqueda de personas los que dan la cara. Y otra vez son atacados por hacer lo que los gobiernos no hacen. Ayer conversé con Edith González Treviño, presidenta del colectivo “Amor por los desaparecidos”, quien encontró el sitio del exterminio en Reynosa, que luego fue negado por el gobierno de Tamaulipas.
Ante la realidad de lo que ella vio, la cachetada de las autoridades. Ante la crudeza de las pruebas, la grosería del gobierno que afirmó que en la entidad no hay centros de exterminio ni crematorios clandestinos.
“Es indignante que no se acepte la gravedad de lo que está ocurriendo en Tamaulipas. Nosotros hemos localizado, documentado y registrado en carpetas de investigación al menos 20 campos de exterminio en el último año y medio”, me dijo.
“El que localizamos, sí es un sitio de exterminio (…) hallamos 14 montículos con restos humanos óseos. Es indignante que se niegue esta realidad”, señaló.
También conversé con Raúl Servín, del colectivo “Guerreros buscadores de Jalisco”, que localizó en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán al menos tres crematorios clandestinos, además de cientos de pares de zapatos y pertenencias.
“Este sitio fue utilizado para la cremación de cuerpos. Además, hay cuerpos sepultados que aún no han sido recuperados (…) lamentablemente el trabajo que debían hacer las autoridades lo hacemos nosotros con nuestras propias manos”, apunta.
Teuchitlán, Jalisco, y Reynosa, Tamaulipas, son reflejo de la espiral de violencia que consume a México. De las más de 120 mil personas desaparecidas en nuestro país desde 1952, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas, casi 60 mil (la mitad del total, pues), desaparecieron durante el sexenio de AMLO, periodo en el que fueron localizadas alrededor de 3 mil fosas clandestinas. México es un enorme cementerio. Y el último responsable de ese drama no está para dar la cara.
La presidenta Sheinbaum recibió, no hay duda, un país bañado en sangre. México es una enorme fosa clandestina
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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