¿Quién se sentará en el trono de San Pedro?

La lista de papables —ese término peculiar que mezcla política y espiritualidad— no es oficial, pero sí orientativa del clima que se respira en los pasillos del Vaticano. Uno de los nombres que más fuerza ha cobrado en los últimos tiempos es el del italiano Matteo Zuppi. Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, representa una corriente de continuidad moderada con el pontificado de Francisco. Su cercanía a la Comunidad de Sant’Egidio y su trabajo en favor de la paz y los marginados lo colocan como una figura conciliadora, abierta y dialogante. Sería también un retorno simbólico a los papas italianos, ausentes del trono de Pedro desde la breve aparición de Juan Pablo I en 1978.

Sin embargo, en un contexto globalizado y marcado por las tensiones geopolíticas, también ganan peso las figuras con experiencia diplomática. Es el caso de Pietro Parolin, actual secretario de Estado vaticano. Su papel en negociaciones delicadas con China, Cuba o Venezuela le ha convertido en un perfil institucionalmente sólido, conocedor de los entresijos del poder vaticano y con amplio respaldo dentro del aparato eclesiástico. Representaría un papado más tecnocrático, menos carismático pero posiblemente eficaz en la gestión de la Iglesia como actor global.

Desde Asia resuena con fuerza el nombre del cardenal filipino Luis Antonio Tagle. Su juventud relativa, su cercanía pastoral y su fuerte implicación en labores humanitarias lo hacen una figura apreciada tanto por los fieles como por las organizaciones sociales católicas. Su elección marcaría un hito en la proyección del catolicismo asiático, una región donde la Iglesia busca expandirse ante el declive del número de creyentes en Europa.

La dimensión africana tampoco queda al margen. El ghanés Peter Turkson ha sido durante años un referente del catolicismo en África, abogando por una Iglesia comprometida con el desarrollo sostenible, la justicia social y la defensa del medio ambiente. Su elección supondría un giro histórico: el primer papa africano en más de 15 siglos. En tiempos de reflexión sobre la descolonización del pensamiento religioso, su figura podría convertirse en símbolo de apertura y de escucha hacia las periferias.

Frente a estos perfiles que, en mayor o menor medida, podrían proseguir la senda abierta por Francisco, aparece también una posibilidad de giro conservador: Gerhard Ludwig Müller. Alemán, antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y colaborador estrecho de Benedicto XVI, Müller ha sido una voz crítica con muchas de las reformas de Francisco.

Su eventual elección abriría un periodo de fuerte tensión interna y de repliegue doctrinal que reactivaría las divisiones en el seno del catolicismo.

Este cónclave no será solo una elección de nombres, sino de modelos de Iglesia. ¿Optará el Colegio Cardenalicio por reforzar el legado de Francisco, consolidando una Iglesia más cercana a los pobres, crítica con el sistema económico global y abierta a las periferias? ¿O prevalecerá la tentación de retornar a una versión más cerrada, doctrinal y homogénea, en respuesta a los desafíos que plantean el relativismo, la secularización y el pluralismo contemporáneo?

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