Por José Luis Pérez Cruz//Crónicas del Poder
- Hay nombres que no necesitan presentación, apellidos que retumban como eco histórico en la memoria colectiva del país
- El regreso simbólico de una herencia política
- Hace 31 años su padre dio la nota nacional aquí en la ciudad
Hay nombres que no necesitan presentación, apellidos que retumban como eco histórico en la memoria colectiva del país. Luis Donaldo Colosio es uno de ellos. Y no es menor que su hijo, el actual senador de
Movimiento Ciudadano, esté por arribar —si no hay cambios de última hora— a Coatzacoalcos el próximo martes, 31 años después de que su padre pisara este mismo puerto en medio de una campaña presidencial marcada por ideales, rupturas y tragedia.
La visita de Colosio Riojas a tierras veracruzanas es un gesto político cargado de simbolismo y proyección. La efervescencia en las filas del partido naranja es más que comprensible: muchos ya lo visualizan como el candidato natural a la Presidencia de la República en 2030. Y razones no faltan. A diferencia del grueso de la clase política nacional, Luis Donaldo proyecta una imagen poco común en estos tiempos de cinismo y polarización: congruencia, formación y una narrativa alejada del escándalo y el insulto.
LA POLÍTICA, ACTO DE SERVICIO, NO DE PODER
No es solo su apellido lo que lo respalda, sino su ejercicio político: uno que ha privilegiado el diálogo sobre el protagonismo, el servicio sobre el cálculo y la construcción de acuerdos sobre la confrontación sistemática. La política, ha dicho en distintas ocasiones, debe ser un acto de servicio, no de poder;
una forma de corresponder a la confianza ciudadana, no de apropiarse de ella. Y quizá por eso, cuando se le escucha hablar, no parece un político tradicional.
Lo respalda una generación que ya no quiere ver a los mismos de siempre en las boletas, ni escuchar promesas recicladas, ni ser tratada como masa sin memoria. Su gira por Veracruz incluye dos actos relevantes: uno en Coatzacoalcos, junto a candidatos del sur de la entidad, teniendo como anfitrión al candidato a la alcaldía de Coatzacoalcos, Christopher Alan Santos, “El Gallo”. Se prevé que el martes por la tarde arribe y sostenga una reunión a las 8 de la noche en la sede del partido naranja, ubicada en la calle Díaz Mirón.
Otro evento será en el puerto de Veracruz, donde se encontrará con aspirantes de la zona centro-norte. La intención es clara: posicionar su liderazgo dentro de un partido que, aunque joven, ha demostrado saber capitalizar los vacíos de las otras fuerzas políticas. Pero su paso por Coatzacoalcos no será únicamente logístico.
Habrá, inevitablemente, una conexión emocional, casi mítica. Aquí estuvo su padre en 1994, durante aquella campaña que lo pintaba como un reformador del sistema, como el priista que se atrevía a decir que “veía un México con hambre y con sed de justicia”. Aquí, un periodista local —hoy funcionario municipal— desafió el acuerdo de no tocar temas delicados y le preguntó a Colosio Murrieta por el levantamiento armado del EZLN en Chiapas. Eran los tiempos del control absoluto de los medios de comunicación por parte del gobierno, y del maquillaje de la realidad —hay algunas cosas que no cambian—, que a veces llegaba al extremo del ocultamiento.
El aguerrido periodista no siguió la línea. La respuesta del candidato se convirtió en nota nacional. Hoy, la pregunta es otra: ¿Dirá su hijo algo que sacuda la conversación pública como lo hizo su padre? ¿Está dispuesto a asumir un liderazgo más protagónico en el escenario nacional o seguirá, por ahora, construyendo en silencio, al margen del ruido? En cualquier caso, su sola presencia en este lugar es un mensaje. Como si el pasado y el presente dialogaran en las mismas calles, en los mismos auditorios, frente a nuevas generaciones que apenas han oído hablar de aquel 23 de marzo de 1994, pero que sienten el peso de lo que ese apellido representa.
Movimiento Ciudadano, con sus defectos y aciertos, ha logrado consolidarse como una opción distinta. No es la tercera vía aún, pero con figuras como Colosio Riojas puede aspirar a serlo. Su reto no es menor: navegar entre el oportunismo de quienes quieren colgarse de su nombre, la desconfianza de una sociedad lastimada y la tentación de convertirse en figura decorativa de un proyecto sin rumbo. Si logra mantenerse firme, congruente y articulado, su papel en el tablero político nacional puede ser decisivo. Y si desde Coatzacoalcos vuelve a alzarse una voz Colosio con sentido de justicia y reconciliación, entonces no solo habremos sido testigos de una visita política, sino de un momento de retorno simbólico. Porque hay presencias que no solo recorren el territorio: lo transforman. Y hay apellidos que no se heredan: se honran.
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