Evelyn Hernández//Confidencias
Lo que ocurrió en Veracruz fue una respuesta de la sociedad ante la falta de seguridad en el estado y en municipios que padecen altos índices de violencia. Esto provocó la estrepitosa caída de Morena, que perdió municipios clave para la gobernabilidad del estado.
Localidades como Poza Rica, Orizaba, Tihuatlán, Papantla, Tuxpan y Boca del Río, entre otras, resultan fundamentales. Sin embargo, el electorado les dio la espalda a Morena, el partido oficial, debido a que la violencia en estas zonas no ha sido controlada.
La falta de maniobra y tacto político para lograr cerrar filas dentro de las cúpulas morenistas en Veracruz llevó a una división interna. Como resultado, varias estructuras se fragmentaron y algunos aspirantes decidieron migrar a otros partidos.
La crítica situación de seguridad y los lamentables hechos ocurridos durante el proceso electoral —incluida la muerte de dos candidatos de Morena y el atentado contra otra candidata de Movimiento Ciudadano, en el que perdió la vida una periodista— también tuvieron un alto costo político para Morena, que terminó pagando la factura en las urnas.
La gran sorpresa fue Movimiento Ciudadano, que logró posicionarse como la segunda fuerza política en el estado. Y lo verdaderamente inesperado fue que el PRI cayó hasta el cuarto lugar. El PAN, por su parte, se mantuvo y logró conservar su bastión, Boca del Río, en manos de una de las colaboradoras más cercanas a los Yunes azules, hoy morenista. Veracruz fue entregado, que no es lo mismo que decir que fue perdido, pero Boca del Río se conservó, quizá por acuerdos políticos entre Morena y los propios Yunes.
Perder municipios tan importantes representa una gran derrota para Morena. Ahora viene el tiempo de buscar responsables, de señalar errores y de asumir consecuencias. Fragmentar el control territorial y político es debilitar el poder casi absoluto que Morena tenía en el estado. Sin duda, habrá consecuencias internas con dimensiones inesperadas.
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