El Economista
Una de las principales demandas en el marco del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, es la erradicación de la violencia en todas sus expresiones, pero especialmente la violencia explícita contra mujeres y niñas.
Es cierto que en México y en el mundo son muchos más los hombres asesinados en relación con las mujeres, ¿entonces por qué tanto enojo? Los detalles tienen la respuesta: a las mujeres las asesinan por razones de odio, por su condición de mujer.
La violencia en México es uno de los fenómenos más complejos de entender y, en consecuencia, de contener. Desde el 2007 los niveles de incidencia de delitos de alto impacto y conflictos armados han alcanzado sus máximos históricos. Esta tendencia no cede especialmente en los estados con mayor presencia del crimen organizado.
Una de las principales demandas en el marco del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, es la erradicación de la violencia en todas sus expresiones, pero especialmente la violencia explícita contra mujeres y niñas. En promedio en México cada día se reportan 611 incidentes de violencia familiar, 160 presuntas víctimas de lesiones dolosas, 46 presuntas víctimas de violación y 10 asesinatos (feminicidios y homicidios dolosos), de acuerdo con las cifras del SESNSP (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública).
Estas cifras muestran sólo las tendencias de la incidencia delictiva con base en las carpetas de investigación abiertas por los ministerios públicos. En casi todos estos delitos de género presentan una tendencia de crecimiento que ni la pandemia ni los confinamientos implementados durante el 2020 lograron relajar.
Algunos delitos de bajo impacto como los asaltos y robos en vías públicas sí se redujeron en línea con la caída generalizada de la movilidad urbana. Sin embargo, los delitos relacionados con la violencia de género se mantuvieron constantes e incluso algunos aumentaron de manera importante, como las agresiones dolosas, la violencia doméstica y familiar y la violencia sexual.
Uno de los indicadores de alerta fueron las llamadas de auxilio que realizaron las mujeres al 911 y otras líneas especiales de atención. En el 2020 estos reportes de emergencia tocaron también sus niveles máximos históricos. En total en dicho año se registraron 260,067 llamadas; marzo fue el pico más alto del año.
Un país caracterizado por la violencia
La violencia física, sexual y feminicida conforman uno de los problemas más persistentes en el país. De acuerdo con el Informe sobre Violencia Feminicida en México 2020 del Inmujeres, la Conavim y la ONU Mujeres, gran parte del fracaso de las políticas para la contención de estas violencias es la falta de integración de la perspectiva de género en la prevención, atención, seguimiento y aplicación de justicia.
Los feminicidios no ocurren como un fenómeno aislado, están directamente ligados con una cultura de misoginia que prevalece y se normaliza en todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde la casa y la escuela hasta los lugares de trabajo, los medios de comunicación y las instituciones de gobierno.
La erradicación de los feminicidios sólo puede suceder con políticas transversales e integrales dirigidas a eliminar la estructura que omite todas las expresiones de violencia; de acuerdo con dicho informe, casi la totalidad de los feminicidios ocurridos en el país podrían haberse evitado si las autoridades correspondientes hubieran actuado oportunamente ante algún indicio de peligro para dicha mujer.
Políticas sin presupuesto no son políticas
La transversalización de la perspectiva de género, como muestran las cifras, no ha sido suficiente para erradicar y ni siquiera reducir la incidencia de violencia contra mujeres y niñas en el país. Una de las principales acotaciones que se hace en el informe es la necesidad de hacer de los derechos de las mujeres una prioridad no sólo desde el discurso sino desde los recursos.
En los años recientes, y especialmente con la demanda de recursos que ha implicado la pandemia de Covid-19, gran parte de las instituciones y programas destinados a la prevención y atención de la violencia de género se han visto afectadas en términos de presupuesto.
Se han efectuado recortes a los programas de atención a víctimas, a los refugios para mujeres, niñas y niños, a las guarderías y sistemas de cuidado de menores públicos, apoyos para la integración social y económica de las víctimas y otros mecanismos de prevención y atención a mujeres y niñas.
De modo que por mucho que los derechos de las mujeres y niñas estén en la cima de las intenciones, si no se priorizan mediante la asignación de recursos, todos los programas, políticas y leyes quedan incompletas e inhabilitadas para generar un impacto positivo real en la vida de la población femenina.
En un país en donde la violencia de género es uno de los pocos fenómenos que la crisis no ha podido impactar es fundamental ratificar las demandas de miles de mujeres cuyos derechos son violentados a diario en forma de discriminación laboral, acoso, hostigamiento, violencia de pareja, abuso sexual, violencia económica, sobrecarga de trabajo doméstico, minimización académica, violencia obstétrica y agresiones físicas. Y por supuesto, también de las miles de víctimas de feminicidio que hoy ya no están.