Prosa aprisa
Arturo Reyes Isidoro
Comenté ayer que sin haber transcurrido un mes de la última elección, se había iniciado en forma abierta en Morena el futurismo presidencial, lo que ni en el PRI, en sus días de esplendor, ocurrió, porque “el preciso” soltaba su ramillete de nombres pero ya en el último año de su gestión.
Entonces, los nombres los soltaba el presidente cuando quería, con lo que echaba a andar la especulación y hasta lo convertía en un ejercicio de entretenimiento, de especulación, pero también de distracción de los grandes problemas nacionales, expresé.
Recordé que el presidente priista en turno jugaba con los aspirantes, soltaba los nombres de los hombres porque quería saber cómo se comportaban o el tamaño de su ambición, pero él desde siempre tenía ya visualizado quién lo iba a suceder; nunca perdía el control y, llegado el momento, soltaba las palabras mayores, como diría Luis Spota.
Cité el caso de Marcelo Ebrard, quien, a diferencia de Ricardo Monreal, quien ya se autodestapó, y de Claudia Sheinbaum, a quien de hecho destaparon morenistas en el acto de celebración del tercer aniversario del triunfo de su partido, se mantiene callado, porque como buen priista sabe que por más que haga, salte, brinque, se pare de cabeza, el único que va a decidir, o que ya tiene visualizado quién es el mejor para sucederlo, es Andrés Manuel López Obrador, también como buen priista que es.
Siendo presidente Luis Echeverría, a quien AMLO imita mucho en su forma de gobernar y a cuyo pasado quiere regresar a México, en una gira por el estado de Morelos, a pregunta de los reporteros sobre quiénes eran los aspirantes a la candidatura del PRI a la presidencia, para el periodo 1976-1982, citó a siete miembros del gabinete: Mario Moya Palencia, Hugo Cervantes del Río, José López Portillo, Carlos Gálvez Betancourt, Porfirio Muñoz Ledo, Augusto Gómez Villanueva y Luis Enrique Bracamontes, hecho inédito en el sistema político de entonces.
A López Obrador le salió ayer el priista que lleva dentro: en su conferencia mañanera destapó a seis de sus colaboradores, aunque pareció que destacó más a Juan Ramón de la Fuente, embajador de México ante la ONU, de quien dijo que se encuentra en el “flanco progresista”, y enlistó además a la Sheinbaum, a Ebrard, a Esteban Moctezuma, a Tatiana Clouthier y a Rocío Nahle, aunque expresó que “hay muchísimos”.
El mismo ritual priista. Hasta pareciera que está uno en los años 70. Lo que llama la atención es que no encartó al líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal quien, según dijo una fuente de Morena en la Ciudad de México al columnista, molestó al presidente por algo que hizo o que dejó de hacer en la Ciudad de México donde perdieron la mitad del vasto territorio. A eso obedecería –me han asegurado– que el presidente regresó al senado a Gabriel García Hernández, quien era titular de la Coordinación General de Programas para el Desarrollo, con la intención de, cuando se presente la oportunidad, hacer a Monreal a un lado.
Los prolegómenos de la sucesión presidencial, pues, al viejo estilo tricolor. Para Veracruz, destaca que López Obrador encartó a la señora Nahle, lo que causó júbilo en buen número de veracruzanos, fieles militantes de Morena, que la han tratado y que ya me habían dado las peores referencias de ella como persona: grosera, prepotente, arbitraria, intratable y otras lindezas más. Me han dicho que no tenemos la más mínima idea de lo que nos esperaría si por esas circunstancias de la política llegara a la gubernatura, y que hasta extrañaríamos a Cuitláhuac. Pero qué bueno que AMLO la mete en aquella jugada.
En el PRI, mucha inconformidad
Sobre lo que comenté ayer del PAN, del PRD y del PRI, de este último apunté: “Por lo que hace al PRI, continuarán como siempre, en el mismo lugar y con la misma gente, pues Marlon Ramírez Marín no se piensa –ni quiere– irse de la dirigencia hasta que venza su periodo de cuatro años, en 2023”.
Se apasionan tanto los priistas que se comunicaron conmigo militantes de las tres zonas del estado para preguntarme si no estoy enterado que tuvo un resultado desastroso y que se debe de ir de la dirigencia. Cuando les respondí que eso lo tenían que pedir o exigir ellos, que no era mi papel, me dijeron que me espere algunos días.
Me comentaron que se están organizando en todo el estado para exigir su renuncia; a algunos los escuché muy molestos que no me dejaron duda que vienen días de mucha presión para Marlon.
Y “el viejito” se está quedando sin memoria
Puede deberse a sus 92 años de edad (se fundó el 4 de marzo de 1929), pero el PRI, aparte del achicamiento que sufre, da claras muestras de estar perdiendo su memoria histórica, o a lo mejor los que se fugaron a Morena se la llevaron también.
Normalmente a los “viejitos” (me incluyo) lo único que les va quedando para presumir son sus recuerdos y más si tienen una gran significación histórica. El pasado 3 de julio se cumplieron 66 años en que la mujer en México votó por primera vez en una elección federal, para integrar la XLIII Legislatura del Congreso de la Unión.
Ello fue posible porque un presidente veracruzano, priista, Adolfo Ruiz Cortines, le otorgó esa facultad, que promulgó y la hizo ley el 17 de octubre de 1953 (antes, el 17 de febrero de 1947, otro presidente veracruzano, Miguel Alemán Valdés se lo había otorgado, pero solo para votar en elecciones municipales).
Tal vez porque empieza a estar ya esclerótico de la memoria, a los dirigentes, hombres y mujeres, se les olvidó el gran detalle y lo dejaron pasar, cuando más necesitan, aunque sea para vivir de sus recuerdos. Debieron haber cacareado el huevo y reclamar el mérito, sobre todo cuando hoy la participación de la mujer en la política está igualada por ley con la de los hombres.
En los últimos dos años perdió 79% de su militancia
Hace seis días, el diario Excelsior, con base en el Instituto Nacional Electoral (INE), publicó que el 10 de junio de 2019, el órgano electoral verificó 6 millones 764 mil 615 afiliados al tricolor, pero el 29 de junio pasado, dos años después, la página oficial del PRI daba cuenta de solo un millón 398 mil 536 militantes, lo que arroja una pérdida de 5 millones 366 079 tricolores, un porcentaje de 70% en solo dos años, 21% de los cuales corresponden a la dirigencia de Alejandro Moreno “Alito”.
Recordó el medio que en 2000, cuando perdió por primera vez la presidencia, tenía 10 millones de militantes. “Cada derrota electoral del PRI ha sido más grave que la anterior. El pasado 6 de junio tuvo la peor al perder ocho gubernaturas, entre ellas Colima y Campeche, donde siempre había gobernado. Para la Cámara de Diputados consiguió por sí solo 11 distritos de mayoría y 65 en alianza con el PAN y el PRD”.
Lo que sorprende es que en el otrora partidazo estén como si nada, parece que hasta contentos y conformes.
Al 25 de junio pasado, el padrón electoral registró 94 millones 749 865 ciudadanos (52% mujeres, 48% hombres). El 1 de julio de 2018, 30 millones de mexicanos votaron por Andrés Manuel López Obrador, de Morena. Con el millón casi punto 4 que tiene el PRI de voto duro que le queda, por sí solo no será siquiera un partido competitivo. Lo único que realmente de valor le queda son sus diputados federales, que junto con los del PVEM serán “bisagra” que pueden ayudar a AMLO a lograr sus reformas constitucionales.