Roque Dalton, el poeta revolucionario ejecutado por “traidor”, y sus cartas secretas

LORETO SÁNCHEZ SEOANE //elindependiente.com

A Roque Dalton (Salvador, 1935 – 1975) lo mataron cinco días antes de cumplir los 40 años. Lo ejecutaron y luego tiraron sus restos a un descampado donde, aseguraron, varios animales salvajes lo descuartizaron. Su cadáver aún no ha aparecido, aunque muchos creen que no es por el trabajo de las fieras sino porque lo escondieron muy bien: sin cuerpo, no hay delito.

Fueron los suyos. Sus camaradas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), con los que llevaba años luchando. Casi dos en la más absoluta clandestinidad. Le creyeron traidor, de la CIA, y nada pudo salvarlo.

Mucho se sabe de su historia. De su poesía, de sus libros, algunos autobiográficos. El poeta revolucionario del Salvador, el que fue engañado, el culpable de traición al que se descubrió inocente. De la supuesta estrategia de la CIA para acabar con él (al parecer lo intentaron convertir en su espía, él se negó y le juraron que lo pagaría caro). De su mujer, sus hijos, su madre. Pero ahora, Horacio Castellanos Moya publica lo poco que quedaba, sus últimas cartas.

Más de una decena de misivas que el escritor encontró en la casa familiar de los Dalton y que este había enviado a su exmujer, a la pareja de esta y a su madre. Datan de unos meses antes del comienzo de su lucha clandestina, a finales de 1973, y nos llevan hasta el 5 de enero de 1975. Suponen, según el autor, «el testimonio definitivo del poeta combatiente que hizo de la revolución el eje de su vida». Las acompaña con una serie de ensayos para dar luz a el cómo y el porqué de su misteriosa muerte, de una situación política convulsa.

Roque Dalton: correspondencia clandestina y otros ensayos (Literatura Random House) narra cómo el poeta decidió cambiar su vida, dejarlo todo para convertirse en revolucionario, para «luchar por el pueblo». Cómo pasó a la clandestinidad absoluta, todo el mundo pensaba que se encontraba en Vietnam mientras estaba en Cuba intentando entrar en su país, nadie conocía su paradero cuando estaba en El Salvador.

«Para un revolucionario el paso a la clandestinidad tiene matices de iniciación, tanto por la renuncia a la vieja vida como por la aventura desconocida en la que se sumerge. Se trata de convertirse en otra persona», asegura Castellanos Moya en esta publicación. Y continúa: «Dalton parece haber cumplido con este ritual. Lo que había sido quedaba en Cuba: el poeta bohemio, el polemista radical, el borracho provocador, el mujeriego, el escritor torrencial. Ahora se convirtió en otro, en el compañero Julio, quien debía asumir los valores y la vida rigurosa de un combatiente clandestino».

A las cartas les acompaña Aída Caña, la que fuera su mujer durante muchos años y madre de sus tres hijos y a la que Castellanos Moya se encontró por casualidad en la casa de uno de los hijos de Dalton mientras hacia esta investigación. Ella le narró cómo muchas de las cosas que se habían contando no eran del todo verdad y le aclaró que el que mandó ejecutarle, Rivas Mira, jefe del ERP, no era solo su compañero, sino también su amigo y cómo todo fue de mal a peor con él en los últimos meses de su vida. «Tenían algo más que una relación estrictamente política, lo que le confiere una dimensión más sórdida y oscura a la traición asesina perpetrada por este. La última carta es del 5 de enero de 1975 y de ahí al 13 de abril de ese año, cuando le cogen, no hay información pero al parecer pasó algo que no debía ser solo una discusión ideológica», aclara Castellanos.

«Ella es vital, el enlace, la que maneja todo»

Fue Aída una figura esencial en la historia de Roque Dalton. No sólo fue su esposa sino su mayor confidente y la que le ayudó a continuar, ya separados, con su carrera literaria. Como explica el autor en una conversación con El Independiente, «pese a que él tuvo dos relaciones más después de su divorcio ella seguía siendo su mejor amiga, su interlocutora para las cosas esenciales. Ella es vital, el enlace, la que maneja todo».

También la que le haría llegar a su última pareja sentimental, la actriz Miriam Lezcano, las cartas del poeta. También a su madre, su otro pilar. «Era hijo único e ilegítimo y fruto de un hogar monoparental… La relación era estrechísima y no se rompe en el momento que el pasa a dedicarse a actividades ilícitas y subversivas. Incluso él, ya en El Salvador, buscaba la manera para encontrarse con ella aunque la policía política estaba vigilando constantemente la casa de su mujer», afirma Castellanos.

En una de las misivas que le escribe a esta última le cuenta sobre su novia, sobre cómo ve el futuro junto a ella: «Iniciamos una relación muy libre, de compañeros, pero luego la cosa se alargó y nos encariñamos y se ha planteado la posibilidad de casarnos. A ver qué piensa ella cuando yo vuelva».

Y en otras muchas habla de su obra, «él nunca dejó de pensar en su obra pese a que había pasado a dedicarse completamente a su actividad política clandestina, probablemente dejó de escribir como escribía antes pero la obra que dejó terminada era motivo de su preocupación: su distribución, su edición, sus derechos… Y yo pensé que él no estaba pendiente de eso».

Los asesinos lo dispararon a mansalva en la casa donde lo tenían preso»

CASTELLANOS MOYA

Al poeta lo mataron después de más de un año y medio en la clandestinidad. «El cuerpo lo escondieron bien pero hay testigos que han hablado sobre como lo ejecutaron. En el documental Fusilemos la noche se entrevistan a dos guerrilleros que contaron que los asesinos lo dispararon a mansalva en la casa donde lo tenían preso. Lo de que las fieras lo descuartizaron se cree que es una mentira, sin cuerpo no hay delito».

«Ahora se le considera el más gran poeta nacional, su obra ha sido publicado en tres tomos por la editorial del Gobierno», asegura Castellanos, aunque la familia Dalton sigue pidiendo justicia. «Ellos continúan muy frustrados y enojados porque esperaban que al llegar el gobierno de la izquierda (2009-2019) ellos apoyaran su demanda para llevar el caso de a los tribunales y no lo hicieron. Incluso uno de los señalados como asesinos tuvo un cargo en ese gobierno».

«Os quedaréis llenos de culpa resoplando eternamente el fuelle de la traición a la sospecha de la traición», Roque Dalton, ‘Bosquejo de adiós’.

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