Última llamada a los senadores del PRI

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La Aldea // Leonardo Kourchenko

Es ahora o nunca. Su voto definitorio para impedir que pase una reforma constitucional impulsada por su propio partido en diputados, puede significar la puntilla para un PRI crítico, independiente y auténticamente opositor.

En estas mismas páginas relatamos el daño que la permanencia de Alito Moreno en liderazgo del tricolor, representaba no sólo para los compromisos legislativos –la veda en reformas constitucionales especialmente– sino para la cohesión y el futuro de la alianza opositora.

Hoy es una realidad. Alito volvió a doblar al partido a su conveniencia e interés personal, secundado por Rubén Moreira, cuyas carpetas de investigación también se apilan en la Fiscalía.

El tema es que Morena y el presidente pretenden aprobar la reforma constitucional para que las Fuerzas Armadas permanezcan en las tareas de combate a la inseguridad y el crimen hasta 2029. Un fracaso rotundo hasta este momento, según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y del INEGI.

Adán Augusto López visitó el Senado hace un par de días, se reunió con Ricardo Monreal, coordinador de Morena, y le externó la prioridad presidencial: pasa porque pasa.

A AMLO le viene “como anillo al dedo” que el PRI presente esta iniciativa que refuerza su postura de la Guardia Nacional en manos del Ejército.

En el Senado corren versiones de que las y los señores del PRI serán doblegados “a punta de expedientes” si es necesario, según algunas fuentes parlamentarias.

Así es que llegó la hora. No hay mañana porque si los senadores del tricolor abren una pequeña resquebrajadura en el bloque opositor, todos sabemos lo que sigue: la reforma constitucional para someter al INE, reestructurarlo, disminuirlo y reducirlo a dependencia del gobierno federal. Un certero golpe a la democracia.

A pesar del bajo perfil del PRI en el Senado, a pesar de su cautela para desempeñar un papel de bajo perfil y no confrontación con AMLO, el chantaje y la extorsión a Alito los ha conducido a este callejón: el presidente de su partido se presta a negociaciones en lo oscurito con el gobierno para librar el desafuero –merecido– a juzgar por los elementos presentados por el fiscal Renato Sales en Campeche.

Me cuesta trabajo pensar que gente de la trayectoria política, legislativa y partidaria de Beatriz Paredes, Manuel Añorve, Claudia Ruiz o Miguel Ángel Osorio se someterán a esta trapacería para violar todo precepto constitucional. Simular que este Ejército –el de antes sí luchaba contra el crimen, lograba decomisos, detenía narcotraficantes, etc.– ha resultado eficiente en la defensa de la seguridad ciudadana, y por ende, para complacer al caudillo, extender su presencia en dicha tarea por un total de 10 años (2019-2029) sería el reconocimiento de que no tenemos solución al problema del crimen.

Pero significaría sobre todo que el PRI es el mismo de ayer, de antes y de siempre: el que es capaz de negociar, traicionar sus principios, posturas y posiciones, a cambio de beneficios personales.

Para nadie es un secreto que este gobierno, reproductor por excelencia de las peores prácticas de extorsión política del pasado, ha utilizado investigaciones, expedientes, posibles evidencias de desvío de fondos, malversación y otros delitos en el ejercicio de la función pública, para someter voces críticas, opositoras o votos claramente cooptados en ambas Cámaras. Revise usted el récord legislativo de Rubén Moreira, parece más coordinador de Morena que del tricolor.

Si el PRI en el Senado no se opone en bloque al paso de esta reforma, estará abriendo el desastre ante la pretendida reforma al INE.

Alito, a los pies del presidente, ha resultado más eficaz que ningún otro en avanzar la agenda del caudillo, quien triunfa victoriosamente al dividir al PRI, conseguir su agenda aprobada y fracturar –tal vez de muerte– a la alianza. Vaya jugada de López Obrador, con la valiosa, servil y abyecta colaboración de MoMo (Moreira, Moreno).

Se agotan los espacios para la oposición.

Se estrecha la posibilidad de diálogo, negociación y acuerdo. López Obrador no quiere un país diverso, multicolor, de expresiones plurales y libertarias.

Quiere una sola voz, un solo color, un extenso océano de súbditos que acaten sin chistar sus calamitosas pifias. ¿Habrá alguien que pueda impedirlo?

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