JOSÉ EMILIO PACHECO EVOCA A ROSARIO CASTELLANOS
Para quienes tuvimos el privilegio de tratar a Rosario Castellanos hubo inevitablemente dos personas distintas: una escribió los poemas más trágicos y dolorosos de la literatura mexicana; otra se presentaba al mundo bajo un aspecto de tal manera gentil y risueño que sólo es posible recordarle con palabras que se dijeron de otro poeta: “Su presencia era mágica y traía la felicidad”.
Algo de lo que fue el insaciable encanto de su conversación queda en muchos de sus artículos. Pero el tono, el gesto, el brillo de los ojos, la sonrisa, no hay página ni filmación que puedan capturarlos y se han perdido irremediablemente.
Ya se ha escrito sobre la bondad y la lucidez generosa con que Rosario Castellanos escuchó a tantos de nosotros sin hacernos sentir que éramos los “cronófagos” temidos por Goethe y no conformes con devorar su tiempo la agobiábamos de necedades. Bien está decirlo públicamente siempre que no perdamos de vista la verdadera concreción y objetivación de su inteligencia: su obra. Aquí el mejor responso es el que es de Ezra Pound ante el féretro de T.S. Eliot: “Léanla”. Que lean sus libros quienes no han tenido acceso a ellos y los relean quienes los conocieron.
—Fragmento del prólogo a ‘El uso de la palabra’ (México, Ediciones de Excélsior, 1975, 320 pp.).
D. R. ©️ Herederos de José Emilio Pacheco.
Foto de Rosario Castellanos: Ricardo Salazar.