En junio las compras de EU provenientes de México alcanzaron 15.9% del total, lo que consolida su posición como el proveedor número uno, por arriba de Canadá y de China.
Coordenadas
Mientras la CFE no reciba desde Presidencia la indicación de que debe concentrarse en invertir en transmisión, no se generarán las condiciones para optimizar el nearshoring. (Shutterstock | Cuartoscuro)
México se está quedando con una rebanada cada vez más grande del pastel que representa el mercado norteamericano.
Los datos que esta semana dio a conocer el Departamento de Comercio de Estados Unidos son un anticipo de lo que puede representar en los próximos años el impacto del nearshoring en el país.
En el mes de junio, las importaciones norteamericanas provenientes de México alcanzaron el 15.9 por ciento del total, lo que consolida su posición como el proveedor número uno, por arriba de Canadá y de China.
El año pasado ese porcentaje fue de 14.1 por ciento y en 2018, cuando comenzaban las sanciones comerciales a China, había sido de 13.7 por ciento.
Es decir, ya hay una ganancia de 2.2 puntos porcentuales en la participación.
Ese porcentaje que, parece relativamente menor, equivale a 72 mil millones de dólares anuales en términos de las dimensiones que hoy tiene el intercambio comercial con EU.
Si el nearshoring toma vuelo y en los próximos cinco años México lograra aumentar su participación de mercado de EU en 5 puntos respecto al 2018, la adición al volumen exportado por nuestro país sería de 164 mil millones de dólares cada año.
No se puede exagerar la relevancia de este empuje que, como le hemos comentado en otras ocasiones, le puede cambiar el rostro al país en poco tiempo, siempre y cuando logremos capitalizar las inversiones.
Algunos de los sectores en los que México ya ha ganado una parte importante del mercado norteamericano están relacionados con el ecosistema de la industria automotriz, que incluye tanto unidades totalmente ensambladas como autopartes.
Pero, también es relevante el crecimiento que ya se ha registrado en las computadoras hechas en el país o en equipos eléctricos y desde luego en bebidas embotelladas, como cerveza o tequila.
Y son muchos otros sectores en los que hay un gran potencial como la fruticultura, las hortalizas o el equipo médico, solo por citar algunos.
Tal vez aún no esté en el horizonte instalar una fábrica de semiconductores como los que produce el gigante taiwanés TSMC, el número uno del mundo, pero sí podríamos observar inversiones para aumentar la producción de partes o unidades completas de celulares.
Una de las claves para aprovechar este potencial es que las inversiones no se vayan a atorar por la falta de oferta de electricidad.
El secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, completamente consciente de la oportunidad del nearshoring, empujó el esquema de compra de las plantas de Iberdrola para que la CFE alcanzara el 54 por ciento de la proporción de la generación.
Sobre esa base, Hacienda esperaba que CFE se concentrara en inversiones en transmisión, que es donde están los principales obstáculos a las inversiones manufactureras.
Y, al mismo tiempo, podría permitirse nuevamente que empresas privadas recibieran permisos para nuevos proyectos de generación.
Pero, pareciera que, por la obstinación de la CRE, que controla la secretaria Rocío Nahle, y de la CFE, en la que nada sucede sin la voluntad de Manuel Bartlett, las cosas amenazan con atorarse.
El tema principal tiene que ver con los egos y con el poder que han adquirido algunos funcionarios en el gobierno de AMLO.
Y cómo él los tolera y alienta.
Mientras la CFE no reciba desde la presidencia de la República la indicación de que debe concentrarse en invertir en transmisión, y desde su 54 por ciento del mercado que obtendrá al cerrarse la adquisición de las plantas de Iberdrola, dejar de usar sus recursos para invertir en generación, no se generarán las condiciones para optimizar el nearshoring.
Resulta increíble que AMLO, que también entiende la importancia de este proceso, vaya a dejar pasar una oportunidad única en la historia del país por no afectar el orgullo de Manuel Bartlett.
Y luego porqué se habla de un “tercer mundo”.