Hernán Gómez Bruera //eluniversal.com-mx
Su llegada al liderazgo del movimiento podría anticipar cambios positivos, como decisiones más racionales y menos voluntaristas
Unos días antes de celebrarse el proceso interno de Morena, cuando la revista Proceso llevó a portada una nota donde criticaba duramente la actuación de Claudia Sheinbaum frente a las víctimas de los sismos de 2017, la contendiente subió un tuit de respuesta: “Tuve el privilegio de conocer a Julio Scherer García, periodista excepcional. Llegué a repartir como voluntaria la revista Proceso el autoritarismo del gobierno no permitía su distribución (sic). Es una desilusión y una pena en lo que ha derivado este medio”.
A mi juicio, la reacción fue poco afortunada porque, en lugar de hacer aclaraciones o desmentir la información publicada, simplemente disparaba contra el mensajero. A juzgar por la redacción, la respuesta no parece haber sido suficientemente ponderada.
Qué distinto el mensaje que la futura candidata a la Presidencia divulgó el pasado viernes, cuando Xóchitl la acusó de estar detrás de quienes por error llamaron a demoler su casa: “Yo estoy a favor de hacer casas, no de demolerlas, como hice en la Ciudad de México. También estoy a favor de denunciar la corrupción inmobiliaria, como hice en la CDMX. La casa que me preocupa y ocupa es la casa de todos y todas”.
Qué distinto el tono de ese último mensaje. Mientras uno da la impresión de haber sido un acto impulsivo, escrito al calor del enojo, el segundo es un mensaje reflexionado que la acerca al tono de una estadista.
Pero hay más: el primer tuit se parece mucho al tipo de reacción que habría tenido López Obrador en cualquier mañanera. El segundo, en cambio, es el tono que está encontrando la propia Claudia frente a la nueva etapa que se viene.
Confieso que cuando leí aquel tuit, previo a la elección, sentí cierta preocupación. Claudia parecía estar pensando que puede responder y actuar igual que AMLO, sin darse cuenta que no es AMLO.
Aunque la ex jefa de gobierno tiene el encargo de mantener la agenda de López Obrador, junto a los valores y objetivos del obradorismo, no debiera actuar de la misma manera y abrir un nuevo frente de conflicto cada mañana. No puede pelearse con todo y contra todos.
La política es conflicto, sí, pero Sheinbaum tendrá que aprender a elegir sus batallas y darse cuenta de que hay cosas que solamente AMLO puede darse el lujo de hacer, por ser quien es.
Hago referencia a esos dos tuits porque cada uno representa una faceta distinta de Claudia Sheinbaum.
La nueva Claudia —la que surgió después de recibir el bastón de mando— es la que habla de unidad y “puertas abiertas”, la que invita a abrir el movimiento de transformación a todos aquellos que quieran sumarse, desde empresarios, comerciantes, trabajadores, personas de todas las religiones, libres pensadores, etcétera.
Aunque es pronto para saberlo, lo que este discurso y esos gestos podrían anticipar es un cambio de tono. Una ruta hacia la cicatrización que, con suerte, permitirá aproximarse nuevamente a sectores que se alejaron de la 4T, producto de una actitud que por momentos se antoja innecesariamente pendenciera por parte del Presidente.
Al mismo tiempo, la llegada de Claudia al liderazgo del movimiento, y más tarde a la presidencia, podría anticipar otros cambios positivos: entre otros, decisiones más racionales y menos voluntaristas, donde —sin hacer a un lado la sensibilidad social y política— se escuche más a los técnicos, los científicos y los expertos. Donde logremos recuperar un sentido de eficiencia en la conducción de las políticas públicas que parece haber quedado relegado a un segundo plano durante este sexenio.
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