Dolors Miguel
«Había pensado volverme inmediatamente a la Nueva Orleans pero el deseo de conocer y examinar despacio la nación más valiente y numerosa de la Luisiana, que es la de los Chactas, me ha obligado a mudar de dictamen. (…)
Esta nación puede poner en campaña 4.000 guerreros (…) Los Chactas son en extremo supersticiosos; cuando van a alguna expedición, consultan a su Manitú, y el jefe lo lleva consigo: lo exponen siempre hacia la parte por donde han de marchar al enemigo, y los guerreros le hacen la centinela.
Le tienen tanta veneración, que antes de comer le dan su porción correspondiente. (…) No es deshonor ninguno entre estos el huir en las batallas, y se disculpan con que lo hicieron por un sueño que habían tenido.
Es increíble el caso que hacen de los sueños: si un caudillo de una expedición dice a sus guerreros, que ha soñado que seria desgraciada la empresa, al punto se vuelven a su aldea.
Luego que llegan, hacen la medicina, esto es, sus Jongleros usan de mil supersticiones, y con esto vuelven
al enemigo. (…) No se les conoce ningún culto, sino el que dan a su Manitú: no se cuidan de la otra vida, y sin embargo creen en la inmortalidad del alma. Tienen mucha veneración a sus Jongleros, que como he dicho, se fingen mágicos, adivinos y médicos (…). Tienen mucha autoridad entre los demás, los consultan como a oráculos, y acuden a ellos en todas sus necesidades.
Cuando enferma, un Chacta, da al Jonglero todo lo que tiene para que le haga la medicina; pero si el enfermo muere, los parientes atribuyen su muerte a la impericia o malignidad del curandero, y suelen hacerle pagar con la vida sus imposturas.
Algunos de estos suelen tener conocimiento de varias plantas muy eficaces para curar las enfermedades propias de este país (…) Los Chactas temen mucho a los que se dicen hechiceros, y cuándo encuentran alguno de estos impostores, los matan sin ninguna formalidad.
Hallándome yo en la Mobila mataron a golpes de macana a uno que se decía hechicero, porque le atribuían todas las desgracias de su nación.