Por Livia Díaz
Xalapa, Ver. – Al término de su recorrido, una marcha no pudo entrar a la Plaza Lerdo, porque sin sororidad, no le abrieron paso. Eran unos 200 integrantes del Frente de Lucha por el Socialismo #FNLS que se tuvieron que esperar de pie, casi dos horas para avanzar al plantón que mantienen. La mayoría eran mujeres campesinas indígenas de la huasteca veracruzana.
Unas 20 cargando a sus bebés y otras eran abuelitas. Mientras el grupo de “feministas” más agresivo bailaban quemando cartones entre la plaza y el palacio de gobierno estatal. A pesar de que la marcha se detuvo y los participantes esperaron hasta que se les abrió un pequeño camino por donde entrar de uno en uno hasta la noche, un grupo de embozados fue a gritarles “váyanse a la chingada… a la chingada”.
Era un hombre delgado y alto con ropa deportiva y varias jóvenes con atuendos similares que al ver que esta escritora volteó a verlos caminaron de frente para intimidar, luego pasaron a los lados y se siguieron de frente hacia la estatua y se fueron.
Al preguntarles qué pasó a los militantes otomí y nahua dijeron que les estuvieron gritando todo el tiempo, que les reclamaron su presencia y que porque les habían roto su movimiento.
Según los agresores, que en todo momento estuvieron allí sin dejarlos pasar. Sin pensar en que también estaban cansados y con sed. Que también tienen demandas y derechos de exigir sus derechos. Lo que han estado haciendo por siglos. Quizá por eso no perdieron nunca el orden ni la paciencia ni la compostura. A diferencia de quienes sólo salen una vez al año a echar fuera a sus demonios.