Luis Guillermo Franco
Príncipes y Bufones
Norma Rocío Nahle García se encuentra en una coyuntura crítica por el franco declive de sus preferencias. Su imagen pública ha sido mermada con severidad por una serie de escándalos que la han llevado a perder credibilidad y confianza ante el electorado. Es claro que enfrenta una crisis porque sus propias intervenciones públicas han confirmado su desarraigo, al exhibir su ignorancia con respecto a la geografía política y económica de la entidad. Además, la creciente sospecha de corrupción ha transitado de las revelaciones originarias del patriota veracruzano Arturo Castagné, a las investigaciones periodísticas y las denuncias en firme sobre presuntas operaciones con recursos de procedencia Ilícita.
En el mundo de la política, la retórica y la habilidad para comunicar ideas son herramientas fundamentales para el éxito. Sin embargo, cuando un candidato llega al escenario del debate con el peso de acusaciones de corrupción y la percepción de falta de arraigo, su capacidad para persuadir y convencer se ve severamente comprometida. En el caso de Nahle, su llegada al debate con el estigma del desarraigo, falta de empatía y la corrupción, la colocan en una posición desfavorable desde el inicio. La falta de conexión emocional con Veracruz y las acusaciones de una fabulosa riqueza inexplicable socavan su autoridad moral y debilitan su capacidad para generar confianza y empatía entre los votantes.
Uno de los principales desafíos que enfrenta Nahle en el debate es la necesidad de contrarrestar la narrativa negativa que la rodea y presentar una imagen convincente y creíble ante el electorado. Además, la estrategia de victimización utilizada por Nahle al atribuir las críticas en su contra a una supuesta «violencia política de género» revela una falta de responsabilidad y transparencia que es percibida como una táctica desesperada para evadir las acusaciones en su contra. Incluso puede ser que no se presente nerviosa, pero si decide mentir con firmeza, de hacer réplicas cínicas en lugar de argumentos; para su desgracia la teoría de la percepción social sugiere que los intentos de manipulación o evasión con engaños son detectados por el público, lo que aumentará la desconfianza y el escepticismo hacia su candidatura.
Rocío Nahle llega al debate en una posición desfavorable, con un gobernador errático que le contagia su desprestigio, exhibiendo un estado anímico alterado, y con una legitimidad cuestionada cuando se evalúa en perspectiva su prosperidad inmobiliaria con respecto a los 24 mil millones de dólares desperdiciados en una refinería que no produce. Estos elementos pueden afectar su capacidad para articular ideas de manera efectiva y la predisponen a una derrota en el debate frente a un contrincante que es percibido como un veracruzano de verdad, más experimentado y mejor preparado como José Yunes Zorrilla.
Cortesanos:
Rocío denunció ante la FGR el “delito de difamación”, que fue eliminado del Código Penal Federal desde el 2007. Se sospecha que el triste asesor legal es el presidente municipal de Papantla, Erick Domínguez, ya que con motivo de la difusión de un “video meme” en donde aparecía él, se aventó la puntada de afirmar que levantaría denuncias por “el delito grave de difamación”. Y eso que Nahle y Erick tienen antecedentes como legisladores, ¡vaya conocimiento de las leyes! @luisguifranco
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