Octavio Campos Ortiz /EL AGORA
Sin duda, AMLO fue todo un fenómeno de comunicación, el zoon politikon también resultó un homo videns -Sartori dixit-, supo ser un hombre mediático, manipulador de una sociedad teledirigida.
Las mañaneras y su contenido se convirtieron en eficiente instrumento de propaganda goebbeliana para obnubilar a la sociedad. Para ello contó con la complicidad de un esquema de cancelación de la comunicación social del gobierno mexicano, la distorsión de la función social del sistema público de radiodifusión, la sumisión de muchos dueños de medios de comunicación, el amedrentamiento o cooptación de medios y comunicadores y una innecesaria difusión de los pronunciamientos presidenciales -la mayoría de las veces mentirosos e irresponsables-, que mediatizaron a la opinión pública.
Acorde con los lineamientos de una figura autoritaria, este régimen se caracterizó por concentrar en una persona, el Ejecutivo, la función de informar de las acciones del gobierno de la 4T, cuyo único objetivo era posicionar en el imaginario colectivo un proyecto político populista cimentado en la polarización social, la opacidad informativa, la creación de figuras antagónicas al bienestar del pueblo como enemigos públicos, el uso político de los programas sociales y la administración de la pobreza.
El gabinete -90 por ciento lealtad-, no requería de comunicar sus acciones porque esa función la absorbió un supra presidente, quien, a pesar de su ignorancia supina para la administración pública, se supo vender como mesías. Desapareció la comunicación social.
El avasallamiento de un aparato propagandístico vulneró el sistema gubernamental de información con la destrucción a sangre y fuego de la agencia del Estado Mexicano -no del gobierno-, NOTIMEX (protagonista de la huelga más larga en la historia del periodismo), la distorsión de la función social de la radio y la televisión estatal, dirigida por un abyecto funcionario cuatroteista que violentó la ley para aferrase al cargo, muy al estilo de Paco Ignacio Taibo II y que utilizó esos medios públicos para desinformar y atacar a periodistas, opinadores y opositores. Lejanas las funciones de informar, difundir, educar y entretener. La manipulación o subvención publicitaria de periódicos importantes como La Jornada hizo que se convirtieran en periódicos oficiales como el otrora El Nacional.
La comunicación también es un negocio, no solo por su comercialización, sino como instrumento de negociación dada la versatilidad empresarial de los dueños de los medios. Por ello, muchos propietarios pusieron sus media group al servicio de la 4T, incluso llegaron a enmudecer a sus conductores y opinadores, además de despidos de incómodos reporteros. Eso abonó a la política propagandística de una presidencia casi imperial. Pero también hubo medios objeto de persecución fiscal y penal que terminaron por claudicar y dejaron de ser críticos para solo difundir acciones gubernamentales.
Sin duda, el zoon politikon que es el guía moral de la 4T supo marcar agenda, negar los graves problemas nacionales y recrear un mundo fantástico inmune a críticas y evidencias. Las estrategias comunicativas para contrarrestar los efectos manipuladores y obnubiladores del mandatario fracasaron. Ninguna investigación periodística o denuncia de corrupción hizo mella en el blindaje de la 4T. Tampoco impactó negativamente el desempleo, las muertes por la pandemia o la de niños con cáncer, los homicidios dolosos y la inseguridad, la falta de medicamentos o de vacunas. Lo importante no era confrontar a quien controlaba los medios de una u otra forma, sino hacerle el vacío informativo. El desprecio debió ser total a las mañaneras desde el momento en que se condicionó el acceso o las preguntas en el Salón Tesorería.
Si los dueños de medios y los opinadores hubieran hecho un vacío a las actividades presidenciales, otro gallo cantaría, por supuesto que su gallo hubiera perdido más de una pluma. No todas las activades del mandatario norteamericano llenan las primeras planas, incluso las visitas de AMLO al vecino país pasaron inadvertidas, si acaso dos parrafitos en páginas interiores. Eso debió ocurrir con las declaraciones, imputaciones sin sustento, descalificaciones, juicios sumarios contra adversarios, los linchamientos verbales y las arengas contra comunicadores. Pero, lejos de hacer ese vacío informativo, le respondían, lo cual no recuperaba la credibilidad de los afectados, ya que en el imaginario colectivo solo queda la diatriba presidencial.
La administración que está por empezar -aunque sin la empatía del tabasqueño-, no tiene la menor intención de modificar la política de comunicación social ni relajar presión o descalificación de la actividad periodística, por lo que dueños de medios y comunicadores deberán valorar si se someten al cerco informativo o se rebelan para cumplir con su función social de informar sin caer en las presiones gubernamentales para ser interlocutores válidos de la opinión pública. Hace mucho que la prensa dejó de ser un poder fático, el famoso cuarto poder, pero bien puede reivindicarse con la sociedad y no prestarse a su manipulación.