- El azar no sólo difumina al mérito, sino también invisibiliza las historias de esfuerzo, preparación y dedicación
POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
El azar ha surcado la historia de nuestra humanidad, como los grandes descubrimientos, como los gigantescos incidentes. Entre el azar y la suerte, existe una conjura, en los que algunos pierden y otros ganan. Como diría Demócrito, “Todo lo que existe en el universo es fruto del azar y de la necesidad”. Así, el azar ha sido desplazado donde la necesidad se presenta. La necesidad, la base del esfuerzo, de la supervivencia y del crecimiento. La necesidad es pues, el motor de la inventiva y la capacidad, y el cimiento del mérito.
Jenofonte recordaba que entre las muchas imputaciones que se le hacían a Sócrates de pervertir a la juventud, era su férrea critica a los nombramientos al azar, pues solía replicar: “[…] que era estúpido nombrar a los magistrados de la ciudad por el sistema del haba, siendo así que nadie querría emplear un piloto elegido por sorteo, ni un constructor, ni un flautista, ni a cualquier otro artesano, a pesar de que los errores cometidos por ellos hacen mucho menos daño que los fallos en el gobierno de la ciudad”.
El azar y el mérito se han presentado también como un bucle en la historia, hace miles de años se replicaban estas razones y hace pocos días, como una puesta de teatro, en el Senado de la República, otra vez, se dejó al azar y al malhadado genio de la suerte uno de los asuntos más importantes de cualquier país: la impartición de justicia.
Entre frases desafortunadas y lamentables, poco menos de un millar de jueces y magistrados quedaron fuera de sus cargos. Y otro tanto pasará con la mitad restante para 2027. El tamiz sólo es que el cese se administró en mitades, pero la realidad es que se desmanteló a todo el Poder Judicial de la Federación en menos de cinco horas en guillotinas con forma de tómbolas. https://d-39988808252992550848.ampproject.net/2410081535000/frame.html
No se trata de puestos, plazas y vacantes. Detrás de cada uno de estos conceptos, hay un elemento humano. Y ese elemento humano no sólo se trata de los afectados inmediatos. No sólo es el o la funcionaria judicial que dedicó su vida al servicio del país, que dedicó una vida de estudio, escalafón y esfuerzo para ser juzgador.
A un lado de todas y todos ellos hay familias enteras que dependen de ese juez o de esa magistrada, que sus dinámicas giran alrededor de las exigencias de la carrera judicial y proyecto de vidas truncados abruptamente, desde el oficial judicial hasta el secretario.
El azar no solo difumina al mérito, sino también invisibiliza las historias de esfuerzo, preparación y dedicación que son las entrelíneas borradas en las insaculaciones de nuestra Cámara alta. Eso es lo que, bajo el manto de la aleatoriedad, ha quedado empolvado, y que lacera los senderos de aquellas personas que también son, paradójicamente, pueblo.
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