Trump, la agenda inamovible

Quienes esperaban que no pasara nada nuevo, nada diferente al primer periodo de gobierno de 2017-2021, se volvieron a equivocar

Razones

Jorge Fernández Menéndez

Donald Trump ya es el 47 presidente de los Estados Unidos y ya están listas las órdenes ejecutivas para declarar la emergencia nacional en su frontera sur (la frontera con México), ya iniciaron las deportaciones de migrantes, ya anunció que implantará nuevamente el programa Quédate en México, que inmovilizó en nuestro país a cientos de miles de migrantes que esperaron durante meses una cita para tratar su situación migratoria en la Unión Americana, y declaró como organizaciones terroristas a varios cárteles mexicanos, además del llamado Tren de Aragua, cártel de origen venezolano, pero con fuerte presencia en nuestro país y a una de las principales organizaciones de la Mara Salvatrucha. Con toda claridad ha relacionado la migración ilegal con el tráfico de personas y de fentanilo, y los ha definido como una invasión.

Nada de esto es una novedad y quienes esperaban que no pasara nada nuevo, nada diferente al primer periodo de gobierno de 2017-2021, se volvieron a equivocar. La agenda de Trump, con la que comenzó su discurso de toma de posesión, fue migración y crimen organizado, incluso la reiteración de que le cambiará el nombre al golfo de México (ocurrencia que provocó la risa de Hillary Clinton en plena ceremonia en el Capitolio).

Ayer la presidenta Sheinbaum felicitó a Trump y reiteró que “como vecinos y socios comerciales, el diálogo, el respeto y la cooperación siempre serán el símbolo de nuestra relación”. Está muy bien, pero creo que se perdió la enorme ventana de oportunidad que se abrió desde el 5 de noviembre hasta el día de ayer, para consolidar una agenda común en temas comerciales, de seguridad y migratorios.

Es verdad que la administración de Sheinbaum ha mostrado avances en los tres capítulos: la estrategia de seguridad poco tiene que ver con la negligente política seguida el sexenio pasado; en términos migratorios se han reducido los flujos que llegan a la frontera y el Plan México, con sus claroscuros, ha tratado de establecer una base para disminuir el intercambio con China, aumentar la colaboración con Estados Unidos y promocionar el nearshoring.

Pero, siendo mucho, probablemente es poco en relación con el desafío. La declaratoria como terroristas de los grupos criminales en México tendrá repercusiones que serán más delicadas en la misma medida en que el gobierno de nuestro país no los asuma en la misma categoría y no establezca profundas medidas de cooperación y colaboración con Estados Unidos. En el imaginario colectivo ésa es la mayor preocupación del estadunidense medio y ante eso responde Trump.

Esa declaratoria, hay que insistir en el tema, no debería implicar una crisis del sistema financiero, económico o comercial. Muchos países han tenido o tienen organizaciones incluidas en la lista FTO y ninguno de ellos ha sufrido una crisis de esas características, el caso más cercano a nosotros es Colombia. Pero el secreto para que ello no ocurra es reconocer esa realidad y participar de lleno en el combate a esos grupos que terminan siendo no sólo nacionales o regionales, sino globales.

¿Qué significa ser declarado como una organización terrorista, ser incluido en la lista FTO? Lo principal y más inmediato es que resulta ilegal para una persona en EU o sujeta a la jurisdicción de EU proveer, “a sabiendas, soporte material o recursos” como “dinero o instrumentos financieros monetarios o garantías, servicios financieros, entrenamiento, asesoría profesional o asistencia, cajas fuertes, documentación, equipo de comunicaciones, armas, sustancias letales, explosivos, personal, transporte y otros usos físicos, con excepción de medicinas o materiales religiosos”.

Además, los representantes y los miembros de una FTO debidamente designada, si son extranjeros, no pueden ingresar a Estados Unidos y, en algunas circunstancias, son extraditables. Cualquier institución financiera estadunidense que toma conocimiento de que tiene posesión o control sobre fondos en la que una FTO o sus agentes tienen intereses involucrados debe retener dichos fondos y reportarlos a la Oficina de Control de Asuntos Exteriores del Departamento del Tesoro.

Ésas son, ya lo hemos dicho, armas muy poderosas, sin necesidad de una intervención militar. Y su aplicación estará determinada por un trabajo conjunto o de una decisión individual. Cuando recordamos, por ejemplo, que los hermanos Guzmán López y El Mayo Zambada, entre otros, están en una negociación con la fiscalía estadunidense es fácil comprender el arsenal del que dispondrá la administración de Trump para hacer cumplir esas declaratorias.

Además, la diplomacia debe ir en consonancia con ello: debemos definirnos claramente como América del Norte, no podemos coquetear con el régimen de Maduro o los de Cuba y Nicaragua, seguir mostrándonos neutrales ante Putin en Ucrania y pensar que eso no tiene consecuencias. Nadie debería pensar que la presidenta Sheinbaum tendría que haber estado entre los invitados ayer a Washington: allí estuvieron los aliados ideológicos de Trump, como Javier Milei, y la mandataria no está en esa categoría. Pero tampoco podemos enarbolar la pertenencia a América del Norte sin asumir las decisiones geopolíticas y diplomáticas que ello implica.

Por lo pronto, mientras se asumen las consecuencias de las primeras medidas de Trump, mientras se generan las relaciones imprescindibles para la convivencia y relación con el nuevo mandatario, la administración de Sheinbaum deberá persistir en lo que ha hecho bien: incrementar la eficacia de su estrategia de seguridad, frenar los flujos migratorios en la frontera sur y quitarle presión a la del norte e insistir en una política de apertura con nuestros socios del T-MEC.

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