Carpe Diem
Manolo Victorio
Hace un poco más de tres décadas, cuando la generación 1987-1991 egresó de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación, en ceremonia protocolaria se escuchó una frase de una funcionaria de rectoría que remachó un discurso académico con un dicho que se tatuó en la memoria: «hagan de sus vidas un pesimismo activo», en juego retorico de palabras respecto a la necesidad de no rendirse, pese a las cargas y obstáculos de la vida profesional.
Después de la vida universitaria vino la responsabilidad profesional, donde sólo un puñado de egresados abrazamos cualesquiera de las ramas terminales de la carrera: periodismo, publicidad y relaciones públicas.
Los demás se dedicaron a la docencia bajo férula de la expresión popular atribuida a George Bernard Shaw, «el que puede, hace; el que no, enseña», al comercio, y cualquier actividad licita que asegurase el sustento, siempre en el recuerdo de un docente resentido que machacaba en clase: «como periodistas se morirán de hambre».
Ya en la vida profesional, recordando las fiestas universitarias donde se repetía la frase Keep Walking del destilado escoces de marras, adoptado como concepto filosófico de no quedarse inmóvil jamás, los universitarios seguían motivándose, aun en las parrandas.
─Sigue caminando─ nos repetíamos hasta la embriaguez en nuestros años universitarios, los mejores de la vida, donde sin un clavo en la bolsa del pantalón se comía y bebía si se tenían las conexiones pertinentes en las interminables fiestas, festivales y certámenes que se organizaban en las facultades circundantes del campus Mocambo.
El pesimismo activo inyectado en el discurso académico, escanciado con el slogan del whisky escocés.
A los estudiantes foráneos, que encontraron en la Universidad Veracruzana a una madre nutricia, en esta metáfora que compara la universidad con una madre que alimenta intelectualmente a sus estudiantes, la experiencia fue única, irrepetible.
Fue la Universidad Veracruzana nuestra casa, el regazo intelectual donde vivimos y practicamos ideologías de izquierda, donde salimos a las calles en protesta por el costo del transporte publico urbano, por la mala actuación de un director o directora de facultad o solo por la insoslayable solidaridad con otros compañeros, de la Facultad de Educación Física, por ejemplo, que reclamaron una pista de tartán, que se construyó gracias a la presión colectica de las facultades.
Fue la Universidad Veracruzana «el conjunto de todas las cosas», en apego literal a la acepción etimológica que se remonta a la cultura clásica romana, que aparece en la lengua latina como universitas.
Hoy, la Universidad Veracruzano es un escenario donde un grupo que mantiene a nuestra universidad sumida en una trilogía conceptual que la refleja exteriormente como incolora, inodora e insípida, arma una estratagema que pretende hacer añicos el artículo 37 de la Ley Orgánica de la Universidad Veracruzana (UV) que «establece que para ser rector se requiere ser mayor de 30 y menor de 65 años de edad al momento de su designación, según información de La Jornada Veracruz. Este requisito se encuentra en el apartado segundo de dicho artículo».
Martín Aguilar Sánchez, el rector de la UV quien desea «prorrogar» su mandato por cuatro años más, cumplirá 67 años el 23 de julio de 2025.
El actual rector ya no es papable.
La edad se le vino encima, como dice la canción de Piero.
A sabiendas de la violación al requisito establecido en el reglamento de la Universidad Veracruzana ha provocado una movilización entre la comunidad universitaria que ha reaccionado en contra de los anhelos reeleccionistas del actual rector.
Efectivamente, Martín Aguilar Sánchez materializó un sueño concebido a su llegada a la rectoría, relativo a lograr la unidad dentro de la diversidad docente y estudiantil… pero en contra de su intentona releccionista.
Los jaloneos en la UV, provocados por este intento de prorroga rectoral, llegó al escritorio de la gobernadora Norma Rocío Nahle, quien puso el acento sobre las íes: «mi único llamado es que se respete la Ley Orgánica, sin imposiciones ni favoritismos. Que la comunidad universitaria tome la mejor decisión para su futuro».
La gobernadora fue cuestionada sobre el procedimiento legal designar al próximo rector y que la atribución de nombrarlo es competencia de la Junta de Gobierno, que está integrada por diversos académicos.
Y agregó: «solo la junta de gobierno puede designar o prorrogar al rector bajo las siguientes condiciones: publicar la convocatoria del procedimiento dos meses antes de la conclusión del periodo del rector en funciones, es decir, a más tardar el 30 de junio».
En leguaje de buen entendedor, la gobernadora le dijo al rector Martín Aguilar Sánchez que su tiempo terminó.
Dijo que el poder es prestado, debe ejercerse para el bien de la mayoría, «termina uno un encargo, y el que sigue que lo haga mejor, eso es lo mejor para una sociedad y para una comunidad».
En otras palabras, la gobernadora le dice a Martín Aguilar Sánchez que «ya fue» como dicen los estudiantes universitarios.
Habrá que esperar en las dos semanas venideras cual es el rumbo de las cosas.
La Universidad Veracruzana no está para bollos.
Se requiere un manejo conciliatorio, inteligente, que no alimente la tormenta perfecta que se gestará si la Junta de Gobierno de la UV le da tramite a la prorroga releccionista del actual rector.
Habrá que esperar si las palabras de la gobernadora tienen un peso específico en la comunidad universitaria.
El sentido común es que Norma Rocío Nahle García ya disolvió ansias febriles de prorrogar el mandato del actual rector bajo el amparo de la ley universitaria.
La Universidad Veracruzana no merece otra crisis.
Es la Universidad Veracruzana humedal para las ideas, no para caprichos extensionistas.
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