Hora Libre/Álvaro Belín Andrade
Xalapa, Ver.- Este domingo circuló en redes sociales y se compartió desde la Ciudad de México una supuesta “columna política” escrita por el exgobernador Javier Duarte de Ochoa desde su exilio en el Reclusorio Norte, donde relata las peripecias de Miguel Ángel Yunes Linares y su familia, al amparo del priismo, para imponerse en su segundo imperio partidista, Acción Nacional.
Gracias a esa alianza inconfesable, su hijo Fernando Yunes Márquez, hoy alcalde del Puerto de Veracruz, se habría colado al Senado de la República y, poco después, con el presunto apoyo del entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, Yunes Linares conseguiría la candidatura al gobierno de Veracruz y ganaría los comicios.
Nada nuevo puso sobre la mesa este ladrón que dejó endeudado hasta las cachas al gobierno y los ayuntamientos de Veracruz, junto con su antecesor Fidel Herrera Beltrán, tras una desenfrenada carrera de corrupción; nada de sus raterías menciona en su larguísimo y tedioso texto en que pareciera querer ocultar, bajo el argumento de un complot tramado en el Palacio de Cobián por los dos Migueles, todas las acusaciones de corrupción que fueron determinantes para que hoy esté tras los barrotes, aunque en una estancia muy relajada que le permite publicitarse en redes sociales y, ahora, incluso en medios de comunicación.
Lo que él reclama como su verdad es algo que ya se ha escrito mucho entre columnistas veracruzanos respetables. Si acaso, corrobora el juego de traiciones a que jugaron el exgobernador de Hidalgo y el ahora exgobernador de Veracruz: el primero, contra el PRI, al que hizo perder en 2016 para darle paso a un aliado y cómplice azul (si bien le salió muy poco provechoso porque Duarte se les adelantó recortando a dos años una gestión de seis que hubiera sido desastrosa para la entidad), y el segundo, en 2012, contra el PAN, cuando apoyó abiertamente la candidatura del priista Enrique Peña Nieto, en detrimento de su candidata Josefina Vázquez Mota, con tal de lograr la senaduría para su hijo y evitar que Julen Rementería del Puerto obtuviera ese puesto y se colocara en mejor posición para la candidatura gubernamental.
Un par de alacranes como los Miguel Ángel (el priista Osorio Chong y el panista Yunes Linares) que pronto podrían pasar las de Caín: el primero por una serie de acusaciones de corrupción, entre ellas la Estafa Maestra, que hizo que el hoy senador priista involucrara a la universidad pública de Hidalgo), y el segundo por el desaseado e inescrupuloso manejo de los recursos públicos de Veracruz, dispuestos a su antojo en favor de su partido pero, sobre todo, de su ambiciosa familia.
En 2012, Javier Duarte habría pagado cerca de 20 millones de pesos en publicidad para la campaña de Fernando Yunes Márquez; hoy, los Yunes usan el nombre de su benefactor contra quien se les ponga enfrente, incluso a Morena, que les recetó una dolorosísima derrota y dejó al jefe del clan con todas las consecuencias de haber dispuesto alegremente del dinero público para la campaña de su primogénito, confiado en que a su triunfo, éste escondería el desfalco como hacen los gatos con su excremento.
Ahora bien, lo de que con la derrota de Pepe Mancha, Yunes saltará al PRI es algo consabido. Desde varios espacios, incluido este, se ha remarcado la mano metida por Yunes Linares para ganar la elección interna del PRI veracruzano a través de su empleado Marlon Ramírez, algo que logró y, según su satánico proyecto, le permitiría manejar tres partidos (PAN, PRD y PRI) para –como dijo el respetuoso Chiquiyunes– “romperle la madre a Morena” en 2021 y, luego, arrebatarle la gubernatura en 2024.
Repetir es tendencia
Apostar por las gestiones que han sabido dar buenos resultados es un ejercicio que abona a la certidumbre y por ende, a la confianza al tiempo que fortalece a las instituciones.
En Veracruz, esto lo hemos podido comprobar cuando en instituciones como la Universidad Veracruzana o el propio Poder Judicial han ratificado a los titulares que pueden continuar y consolidar proyectos exitosos para la comunidad.
Ahora que está en marcha el proceso para elegir al titular del Órgano de Fiscalización Superior de Veracruz (Orfis) se ha abierto el debate por la posible permanencia del actual auditor Lorenzo Antonio Portilla Vásquez, quien en siete años de gestión ha producido saldos positivos que han evitado que la catástrofe financiera de varias entidades públicas fuera peor, luego del hambre voraz de los gobiernos que han pasado en los últimos dos períodos.
¿Y qué pasa en otros estados del país con sus auditores estatales? Algunos logran asegurar gestiones seguidas para asegurar que la experiencia y la continuidad institucional se traduzcan en utilidad social.
Precisamente, el primer titular del Orfis, René Mariani Ochoa, logró permanecer dos periodos que permitieron consolidar el funcionamiento del entonces naciente Ente Fiscalizador.
En México, hay nueve auditores superiores que se han reelegido, por lo que, de ser reelecto en el Orfis veracruzano, Lorenzo Antonio Portilla Vásquez se sumará a una tendencia natural y cada más creciente en aras de asegurar la experiencia y la profesionalización del servicio público.
Zacatecas, Campeche, Durango e Hidalgo son entidades donde recientemente han ratificado a sus Auditores Generales en virtud del avance institucional y los resultados alcanzados en la fiscalización superior, ambas cualidades que se registran en el caso Veracruz, pues ha sido innegable el nivel de modernización y efectividad que ha impreso el actual titular del ORFIS, Portilla Vásquez, en su presente gestión.
Las mujeres al poder… legislativo
Con la elección de la senadora Mónica Fernández Balboa, de Morena, y la diputada Laura Angélica Rojas Hernández, del PAN, por primera vez las dos cámaras del Congreso de la Unión serán presididas simultáneamente por mujeres.
Y ambas fueron elegidas en medio de fuertes disputas legislativas, la primera, en una confrontación que estuvo a punto de romper la unidad de Morena no solo en el Senado, y la segunda, luego de un intento de reelección de Porfirio Muñoz Ledo en la Presidencia, criticada incluso por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien pidió respetar la rotación de la Presidencia en San Lázaro, marcada a favor del PAN. Todavía aquí, los morenistas intentaron modelar la decisión del PAN para evitar a Laura Rojas.
Pero no solo es el hecho de que dos mujeres estén al frente de las dos cámaras del Poder Legislativo federal; también, que las respectivas mesas directivas sean dominadas abrumadoramente por legisladoras.
En la Cámara de Diputados, solo tres de los 12 integrantes son hombres (Marco Antonio Adame Castillo, del PAN; Héctor René Cruz Aparicio, del PES, y Jesús Carlos Vidal Peniche, del PVEM); los nueve lugares restantes son ocupadas por mujeres: las morenistas Dolores Padierna Luna y Karla Almazán Burgos, las priistas Dulce María Sauri Riancho y Sara Rocha Medina, Lisbeth Mata Lozano (PAN), Maribel Martínez Ruiz (PT), Julieta Macías Rábago (MC) y Mónica Bautista Rodríguez (PRD).
En el Senado ocurre algo similar: solo tres de los ocho integrantes son hombres (los morenistas Salomón Jara y Primo Dothé, y el priista Jorge Carlos Ramírez Marín). Los cinco restantes lugares los ocupan senadoras: María Guadalupe Murguía (PAN), Minerva Citlalli Hernández Mora (Morena), Verónica Delgadillo García (MC) y Nancy de la Sierra Arámburo (PT).
Y hay que recordar que, por primera vez, ambas cámaras son equitativas. La Cámara de Diputados está conformada por mujeres en el 42.9 por ciento de los escaños, mientras que el Senado de la República está compuesto en 51% de mujeres y 49% de hombres.
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