Carlos Romero Deschamps y Veracruz: caso Poza Rica

CLAROSCURO

José Luis Ortega Vidal

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A fines de la década de los 50s cuando Antonio Jáquez Bermúdez, poderoso director de PEMEX -fue el cuarto en ocupar tal cargo por decisión del presidente Miguel Alemán Valdez- disputó la candidatura presidencial ante Adolfo López Mateos, perdió la batalla y también el poder político.

En aquella época la empresa productiva del Estado: Petróleos Mexicanos, producía en Poza Rica de Hidalgo, Veracruz, 210 mil barriles de petróleo diarios.

El 70 % de la riqueza petrolera de México manaba -literalmente- desde la poderosa ciudad de porracisense a cuyo frente político y administrativo -es decir, caciquil- se encontró durante dos décadas un hombre de toda la confianza de J. Bermúdez: el ingeniero Jaime José Merinos.

Lustros más tarde, desde su refugio -nunca lo reconoció como tal debido a que originalmente se le envió allá aún como funcionario de PEMEX, aunque después se solicitó su extradición para enfrentar procesos legales en nuestro país- en Estados Unidos, Jaime J. Merinos ofreció las cifras de la exitosa e histórica gestión de la petroleras en Poza Rica.

Lo hizo en una entrevista con la revista PROCESO, al reportero Francisco Ortiz Pincheti.

La riqueza petrolera de Poza Rica y la región norte de Veracruz provino del inagotable paleocanal de Chicontepec, en subsuelo totonaco y huasteco; desde Martínez de la Torre hasta la frontera con Tamaulipas; en tierra y mar.

Si hay una entidad del país ligada a la historia del petróleo es Veracruz: de sur a norte, en todos sus rubros; directos como la exploración, los combustibles, la petroquímica, el gas; colaterales como el azufre, los agronitrogenados, etcétera.

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Nacido en Chihuahua, de cuya capital fue Presidente Municipal entre 1942 y 1943, Antonio J. Bermúdez forma parte fundamental de una historia que vale la pena retomar a partir de la renuncia, este miércoles, de Carlos Romero Deschamps a la dirigencia nacional del Sindicato de Trabadoes Petroleros de la República Mexicana del que fue líder por 26 años.
Los detalles sobre el origen de la renuncia de Romero Deschamps y sus consecuencias constituyen un tema aparte, no por ello de menor trascendencia.
Antonio J. Bermúdez fue empresario desde joven; fundó un negocio de whisky antes de que Miguel Alemán lo invitara al servicio público al frente de PEMEX, donde estuvo hasta 1958; es decir durante los sexenios de los veracruzanos: Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortinez.
En el norte del país Jáquez Bermúdez fue un innovador de la industria privada al crear el primer corredor de maquiladoras en Ciudad Juárez, Chihuahua, que hasta la fecha constituyen su motor económico principal.
Va la reiteración: una economía estatista en el sur de la República -hoy fracasada- y una economía privada en el norte -hoy, al menos parcialmente, exitosa-
Y como parte de esta coyuntura de la historia el nombre de Antonio J. Bermúdez: un empresario que pudo ser Presidente de México.
Un visionario de las exitosas maquiladoras que vivió y murió décadas antes del encumbramiento y caída de Carlos Romero Deschamps, ladrón de muy alto nivel contribuyente al saqueo PEMEX desde el corrupto sindicato, herramienta del priato.
PEMEX, como empresa del gobierno a partir de la expropiación de 1938 ha sido más un fracaso que un éxito del Estado mexicano.
Sus números históricos y actuales así lo demuestran.

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La renuncia de Romero Deschamps nos recuerda la anécdota o leyenda urbana de Carlos Jonguitud Barrios -a la sazón líder del SNTE que entregaría el poder a Elba Esther Gordillo- frente a Fernando Gutiérrez Barrios enviándole una respuesta a Carlos Salinas de Gortari luego del encarcelamiento del líder petrolero Joaquín “La quina” Hernández Galicia: “Yo con una mentada de madre y dos cachetadas me conformo. El sindicato es todo suyo”.
Dicho de otro modo: El líder petrolero no renunció, lo renunciaron como a otros y otras en la historia.
La operadora -esta vez- fue la Secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero pero la orden vino desde la Presidencia a cargo de Andrés Manuel López Obrador.
Desde luego: la justificación está más que dada y las causas para encarcelar a Romero Deschamps sobran.
El punto, contradictorio desde luego, estriba en la ausencia democrática de este caso tal como se vivió en el quinazo, el elbazo, la salida de Jonguitud Barrios, etcétera-
Pensar que se ha terminado el corporativismo resulta ingenuo.
Los petroleros, como los maestros, cambiaron de jefe y de línea política partidista, simplemente.

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Poza Rica de Hidalgo, Veracruz, representa hoy la cuarta ciudad más poblada de Veracruz pero vive al mismo tiempo sólo un recuerdo de su época de bonanza.
El desempleo, la inseguridad, la ausencia de desarrollo, la migración de cuadros laborales bien preparados, experimentados, permean ahí donde Antonio Jázquez Bermúdez quizá habría puesto en marcha un modelo económico disinto.
A la par del estatismo petrolero, la eficacia de las maquiladoras, por ejemplo.
Jaime José Merinos fue un eficaz superintendente de PEMEX en Poza Rica.
Ahí se volvió millonario cuando al huachicol le llamaban simplemente robo de combustible, pero ya existía.
Su trabajo mezcló elementos de poder político con variables de administración que funcionan bien en lo privado pero no dan resultados en la estructura del Estado llamada burocracia.
Parte del fracaso de las industrias públicas en Veracruz desde 1938 hasta la fecha parten de esos modelos o enredos diseñados para favoprecer a unos cuanros y empobrecer a la inmensa mayoría.

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¿La renuncia obligada disfrazada de salida digna del purulento Carlos Romero Deschamps del sindicato petrolero representa la decisión absoluta de la Cuarta Transformación por volver al sistema económico estatista reprobado por la historia?
 He ahí una pregunta obligada cuya respuesta queda en manos del tiempo.

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