La pesadilla de Verónica

Arturo Reyes Isidoro // Prosa Aprisa

¿Está a gusto, le gusta a Verónica Hernández Giadáns el papel que juega como Fiscal General del Estado, dependencia supuestamente autónoma pero en los hechos convertida en brazo represor-ejecutor al servicio del Ejecutivo, o más concretamente de la Secretaría de Gobierno? Es decir, ¿no la inmuta saberse blanco de críticas no solo de los medios sino de quienes han sido agraviados o se sienten agraviados por decisiones suyas o de su órgano, que consideran que son víctimas o han sido víctimas al fabricárseles delitos siendo inocentes?; ¿no le preocupan las críticas de abogados, de litigantes, de expertos en Derecho y de integrantes de la judicatura? ¿Realmente está convencida, o actúa convencida de lo que hace, sabiendo el daño irreparable que causa o puede causar no solo a una persona sino indirectamente a sus familiares, lo que necesariamente deja resentimientos cuando no rencores que le pueden traer consecuencias?

¿Es que tiene mucha necesidad económica o de tener alguna forma de poder que la haga permanecer y aferrarse al cargo en detrimento de su imagen personal; que ante la opinión pública aparezca como la mala de la película mientras el verdadero malo o los verdaderos malos no se expongan para nada? ¿O es que de veras tiene mucho amor por el servicio público al grado del sacrificio, de ejecutar todo lo que se le ordene, sin chistar; es que de verdad pone por sobre todo la causa, una causa, hasta ofrecer el sacrificio de su vida si es necesario, de envolverse en la bandera del cuitlahuismo-4T y arrojarse desde lo alto del edificio de la Fiscalía
como Juan Escutia, quien envuelto en la bandera nacional se lanzó desde lo alto del Castillo de Chapultepec y murió para evitar que los norteamericanos mancillaran el lábaro patrio?
¿Es que acaso es vida y goza de libertad cuando vive rodeada de un ejército de guarros que le velan hasta el sueño y la cuidan o la siguen día y noche ante el temor de un atentado (me imagino que de eso es lo que tiene y trae temor); cuando ha perdido su vida privada, personal, porque vive segura, sí, pero en una jaula de oro,rodeada de armas de alto poder, pero jaula-prisión al fin? ¿Es que no teme terminar como sus antecesores en el reclusorio de Pacho Viejo o huyendo y escondiéndose, acusada y perseguida por quien llegue de gobernador o de gobernadora, para legitimarse, diciéndole a los veracruzanos que él o ella no es igual y que como prueba lleva a prisión a la verduga de la administración anterior? ¿Es que no piensa que si por una de esas circunstancias de la política llegara a ganar
la gubernatura un opositor tendría asegurada la cárcel y la harían pagar por todo lo que los demás hubieran hecho; que incluso podrían perseguir a su familia? Insisto, ¿está tranquila esta mujer que fue reina de belleza de Santiago Tuxtla, su lugar de origen, a gusto, hasta contenta en el cargo en medio de tantos cuestionamientos y señalamientos?

Que ya no tiene ánimo para continuar Todas las anteriores consideraciones me las hice, me las pregunté ayer cuando leí una columna que escribió Jesús Antonio (“Toño”) Reyes González, hijo mío, y que publicó en el portal referente.com.mx. Me llamaron poderosamente la atención los últimos párrafos, además porque sé que tiene relaciones, buenas fuentes, que se
mueven en el mundo de la Fiscalía con acceso a información que se maneja adentro.
Mejor se los transcribo.
“Pero existe el caso de una persona dispuesta a renunciar a todo de manera
incondicional con tal de amanecer siendo una simple mortal, alejada de la
administración pública, mientras más indiferente mejor.

Los medios de comunicación no han dejado pasar ni un error cometido por la Fiscalía General del Estado, que encabeza Verónica Hernández Giadáns, los últimos muy graves como detener personas inocentes, encarcelar gente sin pruebas, integrar pésimamente carpetas de investigación y, lo más curioso de todo, haber dejado que el gobernador se embarque a causa de su trabajo, innecesariamente, sin ninguna consecuencia para ella.
La reacción de la ciudadanía, de los demás funcionarios, de abogados,
comunicadores y desde luego de las víctimas de la delincuencia y de la incapacidad de esta institución no encuentran explicación alguna para que la fiscal siga firme en la encomienda en la que evidentemente no le va muy bien.
Aparentemente la seguridad de Verónica, cada vez que hace una declaración después de cada yerro cometido, haría pensar que está decidida a hacer las cosas bien la próxima vez animada por sus padrinos políticos, pero lo que casi nadie sabe es que se ha rendido desde hace mucho tiempo, ya no tiene ánimo ni energías ni para delegar ni para supervisar ni una denuncia más.

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