Parteaguas

  • Jensen Huang presentó un producto llamado Blackwell, que puede tener un impacto más profundo que cualquier producto Apple.

Jonathan Ruiz Torres // PARTEAGUAS // elfinanciero,com,mx

Nos agarraron en el día de descanso. Ayer dieron el anuncio mundial, un balazo de salida de una carrera en la que México no va a jugar, al menos como titular.

Como en la serie del Juego del Calamar, ayer Jensen Huang avisó que ya comenzó la nueva revolución industrial.

Él es quien reparte las ‘cartas’ a individuos como Elon Musk, Michael Dell o Jeff Bezos. Ayer empezó su fiesta de cuatro días llamada Nvidia GTC, en San José California, durante la cual, al estilo de Steve Jobs, presentó un producto llamado Blackwell que puede tener un impacto más profundo que cualquier producto Apple. Vamos por partes.

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Inició ayer el festival tecnológico, pero no hay mexicanos en la lista de expositores, probablemente no porque Jensen Huang no quiera tenerlos, sino porque él vende desde ayer la más alta tecnología que existe en el mundo occidental para hacer fábricas robots, coches robots, grúas robots y claro, humanoides o ‘humanos’ robots.

Las más grandes empresas de México venden vidrio, cemento, petróleo… o el oro que ya no tiene el valor de otros días. En el mejor de los casos venden manufactura, o bien, organizan gente para armar cosas que son vendidas por compañías globales. No están en la misma liga.

La relevante América Móvil, dueña de Telcel y propiedad de Carlos Slim, vale un billón de pesos o unos 58 mil millones de dólares. Nvidia, la empresa de Jensen Huang, casi un billón… de dólares o 17 billones de pesos (trillions, en inglés).

En la Nvidia GTC participan una que otra latinoamericana, pero primordialmente las que silenciosamente nos exprimen la billetera con el smartphone, directa o indirectamente: Google, Canva, HP, Amazon, las que son las más rentables, las nuevas ricas del planeta en detrimento de la tecnología del siglo XX. ¿Pues qué vende el buen Jensen Huang?

Para los técnicos, GPUs o unidades de procesamiento de gráficos, creadas en los noventa por Huang y sus amigos para mejorar la calidad de las imágenes de los videojuegos.

Por su poder, ahora los fabricantes de computadoras las usan para procesar información a una velocidad demencial, como la que necesita TikTok para estar mostrándoles todos los videos que quieren ver mientras se entretienen en el baño, sin parar.

La inteligencia artificial de Byte Dance, propietaria de esa red social, o Meta, la dueña de Instagram, las usan para servirles a ustedes.

Pero también lo hacen compañías que sirven a otras empresas, como Siemens, que promete dar a luz a una nueva era de gemelos digitales ultra intuitivos.

Imaginen, si quieren, un mundo donde cada matiz de una maravilla de ingeniería incluso biológica, es replicado en un reino virtual, donde cada resultado posible puede ser probado y perfeccionado sin las limitaciones de la realidad física.

El Omniverso, como Huang detalló ayer durante un discurso de dos horas, no es simplemente un patio de recreo digital. Es una simulación meticulosamente elaborada de nuestro universo, donde cada detalle es generado y simulado con precisión dolorosa, no meramente animado.

Es un reino donde gráficos por computadora, física e inteligencia artificial convergen para crear una caja de arena de posibilidades infinitas.

El uso de la computación acelerada, como destacó Huang, trasciende las barreras tradicionales, encontrando su utilidad en sectores diversos, incluyendo la salud y la genómica. Ya no estudien código, dijo hace unas semanas, mejor digan a sus hijos que estudien biología porque ahora serán capaces de llevar la ingeniería a ese campo.

El gran parteaguas de esta era es su nuevo GPU presentado ayer, llamado Blackwell en honor a David Blackwell, el primer académico afroamericano incluido en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

El dispositivo del tamaño de una caja de pizza contiene 208 mil millones de semiconductores que procesan 10 terabytes de datos por segundo, el equivalente, digamos, a unas 5 mil películas de Hollywood.

Jensen Huang dice que Blackwell representa el inicio de otra era, de la nueva revolución industrial en la que con la inteligencia artificial, los humanos podrán crear lo que quieran.

Gracias a Mariana, a Manuel Arroyo, a Enrique Quintana y a todo el equipo de El Financiero por los primeros 10 años de esta columna que está a la caza de Parteaguas.

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